A barlovento: Un mensaje descifrado para una mujer de agallas
Un Cuaderno digital es también un diario, en cuyás páginas su autor debería anotar, para sus amigos, lo que le pasa, cómo se siente, mezcladas esas impresiones tal vez con mensajes que solo alguno de ellos entendería. De entre los millones de blogs que pueblan esta blogosfera ahora muy dinámica, seguro que la mayoría pertenecen a esa categoría: páginas escritas a vuela pluma, destinadas a un círculo corto de lectores, con escasa o nula pretenciosidad, condenadas a una vida efímera. Un diario íntimo, que solo ocasionalmente trasciende para ser objeto de la mirada fortuita de un curioso, de alguien ajeno al círculo, convertido así en el voyeur de confidencias destinadas a otros.
Yo he prometido unas líneas de mi cuaderno, en el que no he ocultado mis pretensiones de que alcance la mayor difusión posible, a una amiga. Este comentario es solo para ella. No es una carta de amor, obviamente, lo que voy a escribir. No tengo edad -ni estado- para cartas de amor, aunque defenderé hasta el último aliento mi disposición, mi necesidad de amar. Se separará de cualquier otro comentario que haya podido escribir hasta ahora, y no tendrá referencias a ningún otro mundo, más que al nuestro. Al de ella y mío.
Es una carta de devoción. Porque nos unen muchas cosas, que se pueden traducir en monedas de veneración de mi afecto hacia ella. Hemos trabajado juntos durante años, hemos sido cómplices en asuntos muy variados, me ha salvado la piel en varias cacerías. Creo que ambos nos hemos ayudado a crecer, a ser mejores para la estricta valoración de nosotros mismos. La mejor estima, porque ¿qué otra importaría, al fin y al cabo?.
La vida ha puesto distancia física entre nosotros, y ahora solamente tenemos contactos esporádicos, por teléfono, generalmente. Cada uno ha seguido organizando su vida como ha podido, superando esas dificultades que el azar, la divinidad o el destino saben poner en los lugares adecuados, para que los intrépidos nos lo pensemos dos veces antes de entrar en sus recintos.
Me gusta oir su risa al teléfono, y es una de esas personas que me anima cuando necesito un empujón. Su ingenuidad parece intacta como cuando era una joven de bandera, de las que hacen volver la cabeza a los varones preguntándose quién será el afortunado de ser querido por ellas. Sus circunstancias han sido siempre bastante más duras que las mías, y las ha vencido mejor, así que no puedo menos que admirarla, tomarla como ejemplo de resistencia, de superación. Por cierto, sigue siendo una mujer muy hermosa.
Se que lee este Cuaderno, y me he preguntado qué es lo que espera que diga aquí, de nuestra pequeña historia. Qué clase de anécdotas, de las muchas que puedo contar, podrían ser incorporadas aquí. No serán historias que harían sonrojar a sus actores principales, aunque algunas sí podrían poner colorados a quienes, actuando de secundarios, asumieron el papel de malvado en nuestra película.
No habrá anécdotas. Lo dejaré en la constancia de mi admiración, de mi atrevido respeto, del cariño fraterno hacia un ser humano que, desde que la conocí, nunca ha dejado de estar ahí, de interesarse por mí, de defenderme si hacía falta. Ella ha perdido su puesto de trabajo por mí, se ha movido y detenido por mí, nos hemos contado cosas que solo se cuenta a un amigo íntimo, me ha aconsejado qué debía hacer cuando yo le estaba aconsejando lo que ella no debía hacer ...
Ahora está luchando, justo en este momento, por acabar de vencer una enfermedad que no le ha hecho perder un ápice de su estupendo sentido del humor, ni le ha perturbado lo más mínimo su coquetería.
A tu salud, querida.
Yo he prometido unas líneas de mi cuaderno, en el que no he ocultado mis pretensiones de que alcance la mayor difusión posible, a una amiga. Este comentario es solo para ella. No es una carta de amor, obviamente, lo que voy a escribir. No tengo edad -ni estado- para cartas de amor, aunque defenderé hasta el último aliento mi disposición, mi necesidad de amar. Se separará de cualquier otro comentario que haya podido escribir hasta ahora, y no tendrá referencias a ningún otro mundo, más que al nuestro. Al de ella y mío.
Es una carta de devoción. Porque nos unen muchas cosas, que se pueden traducir en monedas de veneración de mi afecto hacia ella. Hemos trabajado juntos durante años, hemos sido cómplices en asuntos muy variados, me ha salvado la piel en varias cacerías. Creo que ambos nos hemos ayudado a crecer, a ser mejores para la estricta valoración de nosotros mismos. La mejor estima, porque ¿qué otra importaría, al fin y al cabo?.
La vida ha puesto distancia física entre nosotros, y ahora solamente tenemos contactos esporádicos, por teléfono, generalmente. Cada uno ha seguido organizando su vida como ha podido, superando esas dificultades que el azar, la divinidad o el destino saben poner en los lugares adecuados, para que los intrépidos nos lo pensemos dos veces antes de entrar en sus recintos.
Me gusta oir su risa al teléfono, y es una de esas personas que me anima cuando necesito un empujón. Su ingenuidad parece intacta como cuando era una joven de bandera, de las que hacen volver la cabeza a los varones preguntándose quién será el afortunado de ser querido por ellas. Sus circunstancias han sido siempre bastante más duras que las mías, y las ha vencido mejor, así que no puedo menos que admirarla, tomarla como ejemplo de resistencia, de superación. Por cierto, sigue siendo una mujer muy hermosa.
Se que lee este Cuaderno, y me he preguntado qué es lo que espera que diga aquí, de nuestra pequeña historia. Qué clase de anécdotas, de las muchas que puedo contar, podrían ser incorporadas aquí. No serán historias que harían sonrojar a sus actores principales, aunque algunas sí podrían poner colorados a quienes, actuando de secundarios, asumieron el papel de malvado en nuestra película.
No habrá anécdotas. Lo dejaré en la constancia de mi admiración, de mi atrevido respeto, del cariño fraterno hacia un ser humano que, desde que la conocí, nunca ha dejado de estar ahí, de interesarse por mí, de defenderme si hacía falta. Ella ha perdido su puesto de trabajo por mí, se ha movido y detenido por mí, nos hemos contado cosas que solo se cuenta a un amigo íntimo, me ha aconsejado qué debía hacer cuando yo le estaba aconsejando lo que ella no debía hacer ...
Ahora está luchando, justo en este momento, por acabar de vencer una enfermedad que no le ha hecho perder un ápice de su estupendo sentido del humor, ni le ha perturbado lo más mínimo su coquetería.
A tu salud, querida.
2 comentarios
Administrador del blog -
¿De veras nadie te escribio algo mas bello?
Doy gracias a la imaginacion por haberme hecho llegar el primero.
Una mujer de agallas -
Nunca me escribio alguien unas palabras tan bonitas.
Es que eres un gran amigo.