Al socaire: Carta desde Venezuela
La informática tiene comportamientos misteriosos, desde luego. Al abrir mi correo, encontré lo que a primera vista tomé por un virus informático, y, cuando estaba a punto de borrar el supuesto engendro, comprendí que era una carta. Un documento actual de autor desconocido, -al parecer, profesor universitario-, que estaba dirigido a una mujer. La leí con atención y aunque me parece que tiene un estilo meloso y trasnochado, impropio de esta época activa y agresiva, he créido que su contenido polémico puede ayudar a dinamizar este cuaderno. En cualquier caso, no se me ocurre mejor manera de hacerla llegar a su destinataria que ponerla a disposición de las ondas, allí donde se entremezclan los deseos, las aspiraciones, las ideas, las afirmaciones más sabias y las tonterías más rechazables, en un totum revolutum apasionante.
Querida amiga:
Las vicisitudes de este intrépido profesor universitario que soy me han llevado a Caracas, en donde fui invitado a dar una conferencia sobre Globalización y derecho internacional, que, finalmente, fue anulada porque la atención intelectual del país está desplazada hacia Nueva York.
Le estoy por eso escribiendo disfrutando de un tiempo libre extra, desde el Hotel Tamanaco, que, aunque no es mi lugar de residencia -a los profesores invitados no nos envían a lugares en donde podamos compadrear con representantes del capital internacional que sigue especulando con los beneficios del petróleo- en mi opinión, sigue siendo uno de los mejores del mundo. Qué placer tomarse una Margarita mientras veo el cielo encapotarse, porque acá andamos en esa estación dual que no es sino el anuncio del comienzo del invierno, cuando no se ha dejado aún atrás el verano. Lleva toda esta semana lloviendo a palos, a ratos, y después se queda la atmósfera limpia como el culito de un bebé después del baño al que le sometiera su cuidadosa mamá. Qué chévere, ¿no?.
Ya hace algún tiempo que no se nada de Vd. (si es que alguna vez vivió en otro lugar que no fuera mi imaginación), por lo que me va a permitir, decididamente, que la traicione, y esta vez, voy muy en serio. No le escribo, pues, porque le haya conocido en Oaxaca, ni porque Vd. sea la mujer mexicana de la que me enamoré platónicamente por razón de una noche con demasiado tequila en honor de la Guelaguetza. No, qué va.
Le escribo con la licencia de pensar que Vd. se hubiera transformado en una mujer de cualquier lugar del mundo, sin que me importara ni el color de sus ojos ni su estado civil, incluso me da un ardite que se me haya puesto novicia a punto de adoptar órdenes eternas, porque me basta que tenga la sensibilidad suficiente para entender de las desventuras y las alegrías humanas, y que sea capaz de tolerar que un hombre algo cansado se apoye en su regazo maternal, sin permitirme, por supuesto, que me propase lo más mínimo como no sea con los arrebatos de mi imaginación.
Pero necesito contarle cómo me siento hoy, contagiado por este momento tan especial que se está viviendo en esta parte del mapa cósmico, contada desde el puesto espléndido de expectador, no comprometido, pero sensible; crítico, pero condescendiente; alarmado, pero comprensivo.
Le hago un preámbulo tan extenso, porque voy a hablarle de la situación política de Venezuela, y, vaya, si me da la extensión suficiente esta cuartilla, de todo el cono sur americano, e, incluo, si me aguanta aún más el papel con lo que escribo, de todos los pueblos pobres de la tierra, bolivarianos o no, islámicos como católicos, creyentes tanto como agnósticos...
¿Cómo empezar?. Pues admitiendo como premisa que Vd. se hubiera dado cuenta, digamos que por pura sensibilidad femenina, que se está formando una conexión internacional de oposición al llamado imperialismo americano. Aunque no parece probable que esta revolución dialéctica, cuya base ideológica es, de momento, improvisada, vaya a cambiar el orden mundial, ha introducido algunos elementos de crispación que no están ayudando nada a la felicidad de este mundo global. Es más, ni siquiera parece que esté haciendo más felices a los seguidores de este mesianismo, porque yo veo cada vez más ranchitos, más pobres, más jaimas superpobladas, más harapos y miseria.
Por supuesto, querida amiga, que al escribir eso del "imperialismo americano", utilizo las mismas palabras de los que lideran la reacción, sin entrar en valoraciones históricas ni en la oportunidad del término, porque me he convencido hace tiempo que los imperialismos estatales tienen un carácter más nominal que real. Creo mucho más en el poder económico de las empresas multinacionales, que en las decisiones tomadas en los foros políticos por funcionarios no siempre muy motivados. Las empresas se guían por el interés del dinero, utilizan elementos sutiles y emplean a directivos muy bien pagados que saben qué hacer con los códigos deontológicos oficiales. O sea que no voy a personificar al mal en rostro humano, por apetitoso que parezca a algunos ponerle ingenuamente al diablo la cara de Bush, o pensar que el tío Gilito, el capitán Veneno y el Dr. No dirigen esta fiesta.
Frente al capitalismo americano, se está construyendo una opción que se me antoja muy masculina que pretende construir líneas de apoyo recíproco, intercambiando debilidades entre los países de la tierra, y lanzando bravuconadas confiando en que el primo de Zumosol (¿se emplea por ahí el concepto?) no va darles una sonora bofetada. Para dar al discurso agresivo una coherencia, los nuevos seguidores de esa corriente de ingenuidad internacional que pretende cambiar el mundo haciendo gritar más alto a los pobres, dicen defender los valores de la familia, la devoción religiosa, la abolición de la propiedad, la amistad, mezclándolo con las palabras Patria, Ejército, revolución, Dios, Alá, Corán, Biblia, Bolívar, energía nuclear, petróleo, etc.
Vd. se preguntará: "¿A qué viene todo esto? ¿Tengo que aguantar las elucubraciones seudopolitizantes de este personaje, aparentemente algo beodo, que me larga una tal perorata?."
La decisión es suya. Si cree que esta carta no es para Vd., y no aguanta mi estado de ánimo, mejor la arroja inmediatamente a la basura. Pero es que tengo mucho tiempo para pensar y escribir, y estoy solo en esta ciudad que se me ha llenado de muros por doquier. Desde que llegué a Caracas, la mitad de la gente me aconseja que no asome demasiado la gaita por ahí, que me pueden asaltar a la primera, aunque no tenga cara de gringo ni aspecto de tener muchos chavos, y que, sobre todo, en ciertas zonas de Caracas, ni se me ocurra acercarme a la policía, porque serían, por lo que cuentan, los primeros interesados en saquearme. La otra mitad me insta a que no me obsesione, que haga como si nada, que me mimetice, pero dónde voy yo con esta cara, que parece una invitación a que cualquier descontento enardecido me pregunte en qué lugar del imperialismo tengo mis posaderas.
Veo, pues, mucha televisión, y cuando no estoy en el Museo de Bellas Artes empapándome de realismo histórico decimonónico, tomo taxis hasta para ir al servicio. En la caja tonta bolivariana, nunca había oído citar tantas veces a Simón Bolívar, cuyos escritos vienen a ser como la Biblia de la revolución generada en torno al presidente Chavez.
He tenido ocasión de seguir una buena parte de su discurso ante las Naciones Unidas (a las que ha puesto, como decimos en mi país, a parir), le he seguido tanto en los elogios propiciados al presidente iraní, al que se le otorgó una banda tricolor que es de gran mérito, y se le llamó hermano y aliado hasta hacerle llorar a él y a su séquito sorprendido. Dá no se qué ver a ese gigante de la representación que es el Sr. Chavez, apretujando al hombre pequeñito y de aspecto de no romper ni un huevo pasado por agua que es el Sr. Mahmun Almadineyah, y que, para mayor debilidad, se vino a Venezuela camino de Nueva York, acompañado de su esposa, que seguro que es muy bella, pero a la que no pudimos identificar más que por un velo y una túnica negros, enmarcando unos ojos de mirar algo triste.
Para completar el cuadro, hoy me encontré con un alto miembro de la embajada china, y estuvimos hablando sobre los dos temas predilectos del momento en estas tierras: el temor a salir a la calle y a que te asalten para llevarte la platita, el reloj o vayan a secuestrarte por unas horas, y, por otra parte, lo caro que se ha puesto vivir en Caracas para los que tienen más miedo, -gentes de las multinacionales y delegaciones internacionales, funcionarios de los organismos multilaterales y la clase media-alta veenzolana- porque los alquileres andan por las nubes y los supermercados del centro venden las mercancías al precio que les da la gana.
Pero cuando entramos en la amigable conversación a la cuestión de la heterodoxia marxista de Chavez, el diplomático me dejó solamente hablar a mí, asintiendo con la cabeza, mientras yo le argumentaba que construir una política internacional para Venezuela alejándose de Colombia y México, cuestionando a Brasil, pegando patadas a plena luz pública en las espinillas de Estados Unidos (aunque dicen que hay más entendimiento tras bambolinas), aceptando médicos y ciertas directrices de papá Fidel de Cuba, regalando petróleo para hacer política de alianzas y financiando a los ayatolás de Irán, me parecía algo ... antinatural. "¿Sobrenatural, dice Vd.?... Tampoco hay que exagerar".
En diciembre se producirán aquí unas elecciones presidenciales, y todos dan por supuesto que las ganará Chavez por un amplio margen. La campaña no tendrá cuartel. Para la oposición, que se rehace de las graves heridas infligidas por el popular presidente que maneja la retórica como un guante de cabritilla, la cuestión ha pasado a ser si las promesas de bienestar a la población podrán sostenerse mucho tiempo sin grandes realizaciones. De momento, las palabras y el alto precio del barril de petróleo, ayudan a mantener el discurso, pero poner a andar un país, contando con pocos técnicos cualificados en el gobierno y sin el apoyo del empresariado, es un ejercicio imposible. ¿Qué pasará si el barril baja a 60, a 50$?...
Incluso, con los ltos precios actuales, si los países ricos dejan de comprar petróleo a Chavez -por ejemplo, apoyando los programas de reactivación de la energía nuclear, propiciando el ahorro y las energías alternativas-, y la generación de valores añadidos tuviera que descansar en la productividad nacional, la gente se preguntará de qué vale ser un voluntarista bolivariano revolucionario con ideas de principios del siglo XiX. Se trata de comer y vivir para el ahora.
Estas reflexiones que le escribo mientras apuro la tercera margarita, me llevan a augurar unos próximos años moviditos.
Pero como se me está haciendo tarde, me vuelvo a mi hotel en Chacaíto y ensayaré de aclarar si me dejarán mañana dar la conferencia en la Facultad de Ciencias políticas bolivarianas, aunque sea en el pasillo. No necesito proyector.
Le doy, en fin, las buenas noches, querida amiga. Pida conmigo a San Simón Bolívar que otorgue mayor sentido práctico internacional y reste agresividad al discurso del presidente Chavez, porque si el futuro de este hermoso y alegre país pasa porque ha de ganar democráticamente las elecciones de diciembre, es mucho mejor para todos que olvide la heterodoxia y se aplique en gobernar para todos los venezolanos, incluso los que tienen el dinero y los que poseen conocimientos para sacarle rentabilidad con proyectos para el siglo XXI..
7 comentarios
Administrador del Blog -
Solo desde el profundo afecto se pueden escribir unas líneas tan enaltecedoras y desmesuradas como las que incluiste en este cuaderno. Pensé en borrarlas, y dejarlas solo para tí y para mí (abusando de la facultad de control de comentarios que me da mi cualidad de Administrador del Blog). Pero las voy a dejar para mirarlas de vez en cuando y animarme con ellas. Incluso puede que algún día, alguien se pregunte: ¿quién era este personaje? ¿quién era esa mujer?. Un beso.
Administrador del Blog -
ana -
te deseo que esta noche a más tardar mañana ,encuentres ese trabajo en españa
un besazo
felguerouso -
Administrador de la blog -
La carta desde Venezuela está escrita por un personaje imaginario, en el marco de una licencia literaria que me permite fundir aspectos muy reales con la fantasía.
Por lo demás, creo que siempre estamos despidiéndonos. Nos vamos, nos debilitamos, nos echan, nos morimos. Como mi salud, por fortuna, ha sido hasta el momento, excelente, tengo que admitir, adquiriendo presencia de mi propio personaje real, que a mí, a veces, me han echado de los sitios.
Tengo mi propia explicación de por qué esto ha sucedido así, pero no voy a contarlo en este cuaderno... Al menos, no hoy. Quizá otro día.
Luis -
Me da la impresión que este comentario de Marujina, lleno de ternura y de aprecio, tiene olor y sabor a despedida. Entiendo que no debe resultarte impertinente el que este lector que no comparte contigo genes, pero sí otras muchas cosas, tenga el atrevimiento de preguntarte al respecto. Aunque las tecnologías provocan que desaparezcan las distancias, la lejanía nos produce una mezcla extraña de sensaciones y sentimientos.
Marujina -
Con todo mi cariño y mucha añoranza te deseo todo lo mejor ahora y siempre