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El blog de Angel Arias

Tertulias en ALNORTE:

El 6 de marzo de 2006, un grupo de amigos de las tertulias, se reunió en el restaurante AlNorte (San Nicolás, 8, Madrid), para hablar sobre La estupidez, mientras cenaban. El Acta de la tertulia, como de las demás reuniones que se celebran desde hace tres años en ese restaurante madrileño, se puede encontrar en la página web del restaurante: www.alnorte.es. Recojo aquí esta reseña, para compartir algo del placer de estas reuniones con los seguidores de este blog.
 

La mayor parte de los contertulios se encontraban en el restaurante desde las 21h15,  aunque la tertulia comenzó algunos minutos más tarde de las 21h30min. Si les damos a los datos del tiempo alguna importancia, en comparación, fue una tertulia más bien corta: a las 23h30 minutos ya estábamos dispuestos para la función mágica que protagonizó casi en exclusiva Rafael  Ceballos, -ayudado en las bandas por Beatriz,  Malén y  Jacqueline, porque al parecer la magia tiene más confianza en la colaboración que pueda prestar el género femenino-. Rafael incluyó en una de sus ilusiones el acróstico de AlNorte, y, con su capacidad de persuasión y nuestra buena voluntad, nos convenció, entre sonrisas,  a casi todos los presentes de que íbamos a tener suerte el resto del año y de que nuestros deseos más anhelados se verían cumplidos.

 

Los cerezos han florecido, y la primavera anuncia cambios en la naturaleza y los humores, pero algunas noches todavía son frías y los días pueden aparecer ventosos. Ha llovido.

 Asistieron: Marisa Ortega, Rafa Ceballos, Jacqueline y Guillermo Castañón que trajeron a sus amigos Ignacio y Pilar, Miguel Mariblanca y su esposa, Enrique y Mechela Badia, Manolo Conde, Eloy Pelegry, Maria Jesús Bermúdez, Esteban Cañamares, Manolo y Cachita Vila, Rubén García, Malén Albero, Rebeca Meza, Carlos Zapata y Carmen Dolores Baena, Carmen Mardomingo, Carmen Burgos,  Pilar Rey (Llara) y Mercedes Rodrigo y Beatriz Soto. Moderó (algo menos que otras veces) Angel Arias, quien redacta estas notas.  

 

El guión de la Tertulia fue (con el lema: “La estupidez insiste siempre.” de Albert Camus) 

  • El comportamiento humano y sus leyes
  • La estupidez. Definición y límites. ¿Sinónimos? ¿Antónimos?
  • Imbéciles, idiotas, estúpidos.
  • Las Cinco Leyes de la Estupidez  (Carlo Cipolla)
  • La inteligencia y la estupidez. Encuentros y desencuentros.
  • La sensatez, el sentido común.
  • La estupidez colectiva.
  • Las estupideces de los genios (Constante cosmológica de Einstein)
  • El estado estúpido. Aprendizaje, fases, catalizadores e imitaciones (amor, mala leche, ignorancia, actitudes grupales, fobias, filias, etc.).
  • Ventajas de ser estúpido. El poder de la estupidez.
  • La estupidez como fuente de errores, como obstáculo, como origen de sufrimiento.
  • Historia de la estupidez. Casuística del hecho estúpido. (Libro recomendado: “Historia de la estupidez humana”, de Paul Tabori; y el seguimiento atento –o no- de los media)
  • Ejemplos próximos de la estupidez.
  • La estupidez como motor. “Es la economía, estúpido.” (del Programa de Bill Clinton for president)
  • La estupidez en la empresa. El principio de Dilbert. Casos conexos.
  • Etc
 

Durante la tertulia se sirvió el siguiente menú (a 30 euros, todo incluído):

 -Sopa boba (del día) con tropiezos de carne de ganso

-Vegetales confitados en aceite de freír espárragos, al vinagre de sidra (contrapunto a la ensalada higiénica, versión de Alejandro Dumas)

-Empanadillas de aire y rape alangostado con surtido selecto de pimientos de Padrón

-Atún al tuntún con gambas, mejillones, vieiras y algunos cebollinos-Muslos de avestruz hechos en manteca asada y su nido de patatas paja

-Melindres, rosquillas listas y tontas y helado de pimienta de Sechouan

Cafés, infusionesVinos de Labastida y Mantel Blanco  

Desarrollo de la tertulia

 

El moderador comenzó explicando el porqué (más que culinario, etimológico) de algunos de los platos que se iban a servir durante la cena. Se detuvo especialmente en la “ensalada higiénica”, singular receta de Alejandro Dumas, recogida por Angel Muro en su imprescindible Tratado de Cocina, junto a la fórmula –posiblemente, aún más estúpida-  para obtener el mejor ganso al Oporto que recomendaba Salvador Dalí. También recordó en qué consistía la “sopa boba”, aunque aclaró que en AlNorte no se había preparado con las sobras del mediodía, como manda la tradición, sino con muy buenos y frescos ingredientes.

 

1. El gran momento de la estupidez y sus leyes fundamentales.

 

Beatriz comenzó admitiendo que el tema le resultaba apasionante, al estar “especialmente vinculado con el momento que nos ha tocado vivir”. Había consultado en Internet y encontrado cientos de páginas dedicadas al asunto –traía una aceptable muestra de sus pesquisas-. En su opinión, el concepto de estupidez estaba degenerando y se había adulterado. “Actualmente, se relaciona la estupidez con comportarse bien, con ser bueno. Los valores están de capa caída, y lo que se lleva es tratar de conseguir el objetivo al precio que sea, caiga quien caiga”. Como primera reflexión para ilustrar esta inversión de valores, nuestra contertulia expuso que “a menudo al diligente y al listo se le cae encima todo el trabajo, y, por contra, el que se hace el estúpido disfruta de una mejor vida; por eso, muchos prefieren aparecer como estúpidos para así tener menos trabajo.” De lo mucho que se había escrito sobre el tema, destacó a Cipolla y a sus leyes fundamentales  de la estupidez, para subrayar que “todos tenemos más estupidez de la que creemos” 1)

 

Beatriz parecía prepararse para una intervención más larga, pero el moderador sugirió que se ofreciesen más opiniones introductorias al tema. Como sugerencia, presentó las diferentes interpretaciones o polisemias que parecía tener el término, según la distancia del que lo usa respecto al considerado estúpido. “Cuando nos referimos a nosotros mismos o a alguien muy próximo, la palabra estúpido está llena de indulgencia y se usa incluso como apelativo cariñoso (¡Qué estúpido fui, no dándome cuenta de que estaba coladita por mí!), pero se carga de agresividad en el tono cuando la proferimos para juzgar el comportamiento de quien nos ha contrariado. (“¡Eres un estúpido si crees que me vas a convencer con esa simpleza!”) y pueden constituir incluso un grave insulto, para pretender, otras veces, simultáneamente la complicidad con el interlocutor y el distanciamiento con el tercero (“Fulanito es estúpido ya desde niño”).

 

El moderador invitó a Esteban  a ayudarnos a clarificar los conceptos.  Esteban definió la estupidez como “la acción de apartarse del sentido común, a la que se puede llegar,”2)  dijo, “por dos vías: por falta de recursos intelectuales, que nos lleva a argumentar fuera de la razón; o por enfermedad de la psiquis, que arrastra a quien la padece a sacar conclusiones de la realidad que se alejan de lo que se tiene por sensato. Ambos tipos de individuos –unos de manera más persistente que otros- se apartan de lo que la mayoría entiende que sería el razonamiento adecuado a una situación”. También dijo Esteban que “todos somos estúpidos para alguien en algún momento”, si admitimos la lógica de que no coincidiremos con lo que el otro piensa que es adecuado o sensato en esa circunstancia.

 2. Problema sociológico y mass media.  El momento estúpido. Descartes. 

María Jesús relacionó la estupidez con “un problema sociológico, más que psicológico, muy vinculado con los resortes del poder” y de quienes los manejan a su antojo. “Si el individuo estuviera aislado, no podría ser considerado como estúpido, cualquiera que fuera su comportamiento. Nuestro concepto de estupidez está imbuido por una combinación de tradiciones, prejuicios, valores a priori, cuyo elemento de transmisión más importante son los medios de comunicación de masas. Este cúmulo de mensajes interfieren sobre el propio juicio, y hacen que cuando se opina, estemos transmitiendo lo que hemos aprendido como comportamiento adecuado.”

 

No admite, en principio, María Jesús, la estupidez como estado permanente, sino que lo que hay es un “momento estúpido”, y terminó citando a Descartes: “Un hombre de inteligencia mediocre, pero cuyo juicio no esté enturbiado por ninguna falsa creencia, puede llegar con su razonamiento a la verdad de la filosofía”. “El necio no es independiente, porque quien habla por su boca es quien le ha marcado su pensamiento con las consignas que cree verdades.”

 3. Clases de estúpidos. El éxito como factor de moderación. El resultado. 

Guillermo quiso distinguir entre varias clases de estúpidos, pero utilizando la indulgencia hacia el que es capaz de autoanalizarse: “Quien se reconoce como estúpido y acaba descubriendo que actuó mal, no es tan estúpido.”, porque “El estúpido verdadero no admite que lo es.” La mención al sentido común como contrapunto a la estupidez le resultaba a Guillermo también interesante: “Cuando hablamos del sentido común, conviene recordar que es el menos común de los sentidos, y, además, cada vez está menos presente”. María Jesús, coherente con su intervención anterior, apostilló que “la razón de que veamos menos sentido común en la actuación de la gente, hay que buscarla en la influencia de la TV y de los mass media”.

Mercedes, con prudencia, pidió permiso para lanzar una pregunta –que, en principio, dirigía a Esteban- “Si la estupidez es alejarse del sentido común de forma involuntaria, aquél que se aleja de forma voluntaria, ¿ya no es estúpido?”. Ella misma se contestó cuando afirmó que “si el resultado de su actuación, es positivo, se le tendrá por inteligente”. Aunque María Jesús no admitía que el resultado de un acto pudiera influir para corregir la calificación: “El éxito no hace al estúpido más presentable. El acto estúpido lo es por sí mismo, aunque aparentemente el error de apreciación se vea suavizado por el éxito.” 

Como estábamos mezclando, seguramente, las apreciaciones sobre la estupidez y el hecho estúpido, Malén intentó poner orden, remitiendo a la diferencia entre “la diferencia de ser estúpido o aparecer como estúpido”, y Angel recordó la definición dada por Cipolla –justamente la que no había dejado expresar completamente al principio de la tertulia a Beatriz-; “Al estúpido no le preocupa el resultado de su acción, que puede ser buena o mala, y puede causar beneficio o daño, para otros o incluso para él mismo”. El estúpido, lo es porque no valora la consecuencia del acto estúpido que realiza, no le interesa el resultado.

 

En esta sociedad de apariencias en las que vivimos, resultó muy pertinente la indicación de Ignacio de que “hay una estupidez de esencia y otra de conveniencia”, justamente en el sentido indicado al principio por Beatriz de que hay quien se hace el tonto para argumentar después mejor, aprovechándose de la situación que el ha creado con su pretendida ignorancia. Pilar (Llara), no estaba del todo de acuerdo: “El que se hace estúpido porque le conviene, es un listillo. Un estúpido jamás es consciente de las consecuencias de lo que ha realizado, y si lo fuera, lo que ha hecho ya no puede ser calificado de estupidez. La estupidez objetiva depende tanto del que lo realiza como de lo que se realiza. El que juega con alguna de las dos características, ya  no es estúpido, es un listo.”

 4. El hecho estúpido y las combinaciones inteligencia-estupidez. La edad. 

Carmen M. quería desvincular el concepto de estupidez de la persona, buscando encontrar las “características del hecho estúpido como independiente de quién lo realice”. Cree también que “la apreciación de la propia estupidez evoluciona con los años, con la experiencia y con el equilibrio. Por eso, en la vejez, se puede decir “qué estúpido he sido en los años mozos, haciendo tal o cual cosa”, y el anciano puede así asumir su verdadera dimensión como ser humano, cuando ya no admite que nada ni nadie le imponga condiciones para ver la realidad, y se siente libre para juzgar, incluso aunque eso le haga infeliz respecto a su comportamiento pasado.”

 

Ignacio resumía algunas de las reflexiones ya vertidas con la frase: “Bienaventurados los estúpidos que no se dan cuenta de que lo son.” Y Rubén, tratando de sistematizar las diversas variantes, se imaginaba un cuadro a doble entrada con todas las combinaciones “inteligente-estúpido”, (y los claroscuros intermedios), aunque separando lo que sería la ignorancia de la estupidez, y proponiendo “enfocar el tema como lo estábamos haciendo al principio”, es decir, separando la ignorancia de lo que se está haciendo de la ignorancia de sus consecuencias. “El inteligente que actúa como tal sabe qué es lo que hace y cuáles serían sus consecuencias; El inteligente que actúa de forma estúpida, sabe lo que hace pero ignora sus consecuencias,” y el estúpido integral no sabe ni lo que hace ni sus consecuencias. La parcela restante estaría cubierta por el que no sabe lo que hace pero tiene suerte en las consecuencias positivas de su acto. La clasificación era, si bien se mira, similar a la de Cipolla, que volvía a estar presente.

 

El moderador, trajo a la tertulia algunos “hechos estúpidos” que, dijo, venía recogiendo de la prensa desde hacía decenas de años. 4) Leyó los titulares de varias noticias, que comentó someramente: “Absueltos (por la audiencia de Lugo) los dueños de un burro que causó estrés a una mula al montarla y morderla”; “Un policía local de Gerona declara que cometía atracos para crear inseguridad ciudadana”; etc. 2) ; Guillermo entiende que la mayor parte de esas noticias estaban incompletas, porque para juzgarlas había que atender a toda la evolución de la historia. El moderador se justificó indicando que la estupidez, en su opinión, aparecía, bien en la noticia en si, o en el comportamiento de alguno de sus protagonistas, o en la manera de darla.

 

Esteban advirtió que no se debe considerar el comportamiento estúpido como algo carente de importancia, y que “puede ocasionar grandes tragedias. La historia de la Humanidad recoge hechos provocados por la estupidez de una persona que han supuestos graves problemas”; no solamente los hechos, sino las actitudes pueden ocasionar problemas a mucha gente. No debe pensarse, en suma, que las consecuencias del hecho estúpido permanecen en la esfera íntima, sino que frecuentemente la trascienden.

 5. Cipolla y su clasificación. La estupidez crece con la crisis. 

Rafael estaba de acuerdo en que “muchas veces se quiere minimizar el carácter de la estupidez asociándolo con la tontería, pero la estupidez puede hacer mucho daño.” Era ya hora de desgranar la clasificación de las personas según Cipolla: “malvados, estúpidos, incautos e inteligentes.” La clasificación, que se refiere a  la actitud de quien inicia la acción, separa como incautos a quienes no obtienen beneficio de sus acciones para ellos pero si para los demás, en tanto que el inteligente se beneficia el, pero también beneficia a los otros. Los malvados y los estúpidos causan daño a los demás, buscando, en el primer caso, obtener un beneficio propio, cosa que los estúpidos no persiguen.

 

¿Crecen los comportamientos estúpidos en algunos momentos?. Para Llara, en las situaciones de crisis, “los comportamientos estúpidos aumentan y se generalizan”, porque, además, este crecimiento “no está relacionado con el menor nivel cultural de la población”, se sobreimpone a ella.

 

Esteban aportó interesantes luces sobre este tema, precisamente hablando del fenómeno de la estupidización colectiva en la Alemania nazi, en donde la población no fue capaz de rebelarse contra el comportamiento estúpido de sus dirigentes. Por una parte, se recordó que “los disidentes eran, desde el principio, perseguidos y ejecutados, lo cual actuaba como elemento disuasorio para los críticos”. Las actitudes críticas se muestran más desinhibidas y claras, una vez que el riesgo para el que las emite, disminuye. La cuestión que planteó finalmente Esteban fue: “Si tenemos en cuenta una realidad muy dura, ¿quién es más feliz, el estúpido o el que no lo es?.  Puesto que, en general, hay que admitir que el estúpido vive más feliz, tendremos que reconocer que la crisis fuerza los comportamientos estúpidos.”

 

Guillermo no quería dejar de establecer una clara distinción “entre el estúpido y el ignorante. El ignorante no sabe, pero puede desear aprender, y conocer de lo que antes no sabía.”  Al estúpido no le preocupa formarse, porque no le interesa llenar de conocimientos sus actuaciones estúpidas. Su guía será: “Lo hago porque es divertido, porque todos lo hacen, porque está de moda, porque me aburro”.

 6. El estúpido y el interés por lo público 

María Jesús citó a Aristóteles, “El estúpido es quien no se ocupa de lo público, en contraposición al modelo de buen ciudadano, que trabaja para la polis”. 3  ) Esta idea inspira a Pilar (Llara), que incorporó de muy buen grado esa característica al concepto de estupidez. “La estupidez lleva consigo la característica de asociabilidad. Hay que introducir una componente de egoísmo, de insensibilidad hacia su mismo género”. La idea era coincidente con lo que Rafa entendía: “El estúpido no se mueve por obtener algo concreto,” ni privado ni público; en  realidad, “no sabe lo que puede conseguir con su actuación”.

 7. Elogio de la estupidez 

Pero había un grupo de contertulios –en especial, Manolo C.- que seguían preocupados con la definición del concepto. El moderador esgrimía el tomito escrito por Erasmo de Rótterdam “Elogio de la estupidez”, y quería convencer de que allí se encontraba la mejor definición, y además, con el marchamo de lo clásico, pues el libro había sido escrito en el siglo XVI (1508). Carmen Dolores, reacia a admitirlo, pidió –como ejemplo de que la obra era una broma- que se leyera en voz alta el párrafo final del libro, que ella también traía (En la versión titulada: Elogio de la locura): “Veo que estáis esperando una conclusión. Pues estáis tontos de remate si creéis que aún recuerdo lo que he dicho, después de todo el batiburrillo de palabras que acabo de soltar (...). “Así que, para Carmen Dolores,   si después de leer todo el libro no se concluye lo que es la estupidez, el autor lo que ha pretendido es una tomadura de pelo”.

El moderador recordó que el libro está escrito por la propia Estupidez, y que, con los variados ejemplos que recoge y la presentación de sus parientes y límites, dibuja un panorama inequívoco para entender –por inducción- lo que es la estupidez.

Como Carmen Dolores –y sus ayudantes, ya que no había traído las gafas- también habían leído en voz alta el párrafo anterior del libro, en donde se recoge la frase: “A menudo incluso un loco dice algo acertado”, Manolo V. expresó que, a su parecer, “si un loco a veces dice la verdad, un estúpido no siempre habrá de estar equivocado”. (Al fin y al cabo, “Common sense is the collection of prejudices acquired by age eighteen." –El sentido común es la colección de prejuicios adquiridos a los dieciocho-, según  Albert Einstein)

 8. Sentido común y sus condiciones de su uso. 

Manolo C., que se había incorporado con algo de retraso a la tertulia (había creído que empezaríamos a las 22h), se alegró de “haber llegado a tiempo para escuchar la intervención de Esteban, y estaba de acuerdo con él en analizar la relación entre el sentido común y la estupidez.” Aunque se da por supuesto que el sentido común “lo tiene todo el mundo, son necesarios ciertos requisitos para su pleno uso: por ejemplo, buen equilibrio emocional, ausencia de prejuicios, de escrúpulos ideológicos. El sentido común es independiente de la erudición o del conocimiento perfecto” que se nos impone de algunos temas, y que nos impide entender, desde su fondo, las situaciones. Para abordar bien una situación “hace falta estrategia, metodología, que nos permitirá hacer abstracción de ideologías, creencias,” preferencias impuestas, que acabarían viciando el sentido común y, probablemente, aplicándolo mal, e incluso llevándonos hacia la estupidez.

 

Porque, en opinión de Manuel C., “el estúpido perfecto no existe. Lo que existen son los actos más o menos estúpidos en función de su carga de influencia por el entorno.” Es la mayor o menor facilidad de no dejarse influenciar la que lleva a una comprensión diferente de las cosas. “Todas las personas tienen un sentido común, pero es difícil no verse afectado o condicionado por multitud de cuestiones que actúan desde la emotividad,” y nos generan  condicionandos (perjuicios, ideologías, etc.).

 9. ¿Es el sentido común la antítesis de la estupidez?  

María Jesús, no veía posible, en la práctica, hablar “utilizando solo el sentido común”, y puso el ejemplo “la imposibilidad de hablar de política o de religión sin apasionamiento.” Los interlocutores acaban generalmente enfadándose porque no pueden prescindir de sus juicios a priori, y les resulta prácticamente imposible razonar incorporando otros criterios.

 

Para Miguel “el sentido común no guarda relación con la estupidez, porque aquél participa, en mayor o menor medida de nuestra percepción de la realidad, que es la que nos proporciona los datos para emitir los juicios”, en tanto que la estupidez no utiliza los inputs de la realidad para actuar; “si fuéramos capaces de abstraernos de todas las ideologías y creencias, eliminar todos nuestros desequilibrios emocionales, ya no podríamos emitir un juicio, porque todo ese bagaje es preciso y necesario para analizarlo con sentido común.”

10. Estúpidos y desequilibrados 

Eloy, apoyando a Miguel, expuso de manera más precisa la dificultad de abstraerse de todo perjuicio: “Lo que ves” –se dirigía a Manolo C- “como objetivo ideal es de cumplimiento imposible: si nos despojamos de ideologías y emociones no queda nada para emitir un juicio. No es posible imaginar una forma de decidir que se haya desprendido de toda influencia.” Resistente, Manolo puso algunos ejemplos de juicio perfecto (“en el amor”?), que este cronista no consiguió entender.

Carmen Mard. advirtió de no confundir al estúpido con el desequilibrado. “hay mucha gente con desequilibrios, en el sentido de poseer ideales malformados, que no son estúpidos. Y también hay gente con ideologías que son estupideces. Cuando se llega a una ideología por la razón, por la cultura, y se utiliza ese conocimiento para convencer a otras personas, nadie podría decir que nos estamos comportando como un estúpido. Me da más miedo el vacío, el “no me lo he planteado”. La falta de reflexión es la que conduce con mayor frecuencia a la estupidez. Muchas veces el problema viene de que te imponen ideas apelando a la emocionalidad, creando filias y fobias sin fundamento crítico”, supliendo el criterio personal.

 

Carmen Dolores, manifestando su acuerdo con lo dicho por su tocaya, remataba que “Liberarse de los perjuicios debiera ser fácil, porque no nos ha costado nada adquirirlos”.

 11. Los actos estúpidos colectivos 

A favor del estúpido juega, sin embargo, al menos, una razón, que apuntó Guillermo: “cuando consideramos a alguien estúpido y queremos librarnos de ella, el procedimiento infalible es darle la razón”. Y, abundando en los matices de lo difícil que es reconocer la estupidez, Beatriz dijo que “somos estúpidos por no aprender de las estupideces cometidas”.

 La preocupación por la comisión de actos estúpidos por grandes colectivos pasó a ser el tema de la tertulia. María Jesús puso los tintes de alarma sobre la realidad contrastada, de que cuando un grupo importante participa del acto estúpido, puede alcanzar una fuerza histórica. Citó como próximo ejemplo paradigmático –por segunda vez en la tertulia- el del nazismo. “Cuando la estupidez se asienta en el poder, el influjo que despliega puede ser catastrófico.” Manolo C. opina que “en determinadas circunstancias críticas, se genera un ambiente que condiciona la percepción social, y que se producen a modo de refugio para que el sentido común no vea la realidad,” derivándolo hacia otras cuestiones, en la pretensión de resistir al desequilibrio. Algunos contertulios relacionaba la cuestión con las dificultades de opinar libremente sobre la situación en el País vasco (en el propio lugar), como evidencia de que  en ciertas situaciones el miedo convierte en opinión colectiva, una opinión que no ha surgido del ejercicio del sentido común propio.5) 

Pilar (Llara) entendía que “las estupideces históricas han tenido una primera fase, que es la generación de un caldo de cultivo adecuado, por el que la mayoría de las personas termina viendo y callando, en lugar de criticar lo que está pasando.” En fin, el tema guarda “relación con la libertad, con las imposiciones de los que mandan y la debilidad de los que siguen sus directrices”, sin atreverse a criticarlas. No es sencillo encontrar el “centro de gravedad” de la cuestión, como se preguntaba Carmen Dolores. Manolo, que había defendido que todo el mundo tiene sentido común, fue coherente al afirmar que “el equilibrio se consigue cuando hay ausencia de parámetros incorporados al propio discernimiento”.

 12. Premios a la estupidez. La coherencia y el sentido común. 

Los ejemplos de la estupidez humana parecen incontables. Beatriz, al comentar que existían los premios Darwin a la estupidez humana (leyó varios ejemplos, y nos contó que existía incluso una página web: www.estupidezhumana.com en donde se podrían ver videos con actos estúpidos (desde los llamados yakkas, que disfrutan inventando métodos para hacerse daño, o la celebración de la torpeza del otro, o la visión de actos sádicos pretendiendo que son graciosos).  Muchos de esos vídeos están extraídos de vídeos caseros en los que se provocan accidentes, golpes, caídas, etc... Parecería que “cada vez hay mayor número de personas que necesitan aumentar el grado de estupidez de sus vidas.”

 

Pilar (Llara) volvió sobre una cuestión que le parecía interesante señalar: “El porcentaje de personas capaces de generar hechos estúpidos es prácticamente constante; pero en una sociedad en decadencia, parecen más activos, pero lo que en realidad cambia es la capacidad de percepción de lo estúpido. En una situación como la actual, de pesimismo, hay más hechos estúpidos”.

 

Guillermo estaba de acuerdo en que “todo el mundo tuviera sentido común, porque es innato, a diferencia de la estupidez, que se adquiere. Quien hace una estupidez y la reconoce y trata de corregir sus efectos, ya no es tan estúpido.”

 

Manolo C. criticaba de nuestro planteamiento el que hubiéramos “llevar los temas de la inteligencia y la estupidez en paralelo. Allí hay un error. Deberíamos haber considerado como punto de partida la coherencia, de la que no hemos hablado. La coherencia es lo contrario de la estupidez, no el sentido común. “

 13. La estupidez parece dominar el buen orden de la tertulia. 

El moderador reclamaba la atención de algunos contertulios que se empeñaban en hacer circular comentarios paralelos, que no eran oídos por la mayoría. La mesa era quizá demasiado grande, y facilitaba la dispersión, porque cuando hablaban los contertulios de los extremos, su voz no llegaba nítida a la “zona sur” o “zona norte”, según los casos. Algunos fumadores incontinentes se habían levantado de la mesa y encendido un cigarrillo. Rubén creyó descubrir que “esta era la tertulia en la que había visto mayor falta de autoridad, de respeto por el moderador”.

 

Hubo varias intervenciones para disculparse de la aparente indisciplina –en todo caso, las tertulias no son un aula, sino una cena cordial para hablar relajadamente sobre un tema, en la que se reúnen más de veinte personas, muchas de las cuales, no se conocen-.

 

Eloy era de la opinión de que quizá nos habíamos centrado más en emitir juicios de valor respecto a la estupidez, o lo que debía ser o no ser el sentido común, sin analizar que hay momentos de estupidez y también hay personas que son estúpidas. En ese último sentido, el estúpido guarda relación con el gilipollas, que, en su apreciación del término, “era aquel que es sistemáticamente estúpido”.

14. El gilipollas 

Enrique, que padecía una fuerte ronquera, pidió ayuda para que se leyeran unas definiciones que había escrito en un papel, y que recogían diferentes palabras relacionadas con el tema: necio, ignorante, bebo, imbécil, idiota, lelo, etc... Todo un muestrario de insultos del lenguaje común. De todo ese acervo, deducía Enrique que “gilipollas es un ser que, nacido normal, tomó un coktail de necedaz (en las tres acepciones del ignorante que no sabe lo que podía o debía saber; del imprudente o falto de razón y del terco o porfiado), idiotez (en el sentido de engreído sin fundamento para ello), imbecilidad (en el sentido de escaso de razón) y fatuidad (en el sentido de lleno de presunción infundada), y habiéndole encontrado el gusto, lo repite todos los días del año, sin alcanzar a descubrir que sus efectos son permanentes, y además, acumulativos.”

 

Maria Jesús opina que, para protegernos de que se nos vea como discrepantes y no se nos considere estúpidos, “en las reuniones con otros hablamos casi siempre de lo que no nos compromete; nuestro caso en las tertulias no es diferente. En la tertulia sobre el amor y el sexo, por ejemplo, hemos hablado mucho más de amor que del sexo, porque el amor es algo que es propio, y por ello, comprometedor, en tanto que el sexo es genérico (Manolo no estaba de acuerdo: “Si hemos hablado mucho de amor...”; Esteban también discrepó: “de amor, y de sexo”).

 15. Los bandidos vencen a los estúpidos. El principio de Dilbert. 

Enrique afirmó después lo que, según el moderador, podía ser uno de los titulares de la tertulia: “Si nos atenemos a las clasificaciones de Cipolla, estamos en un mundo de bandoleros: Hay más bandidos que estúpidos”. La cuestión tenía su miga, y sufrió varias reinterpretaciones. Desde “A los bandidos se les ve más, porque los estúpidos solo miran; las estupideces nos hacen gracia cuando no nos afectan a nosotros” (Rubén) a “todos tenemos algo de estúpidos” o “En esta sociedad, se premia al bandido sobre el inteligente; hay pocos estúpidos en el mundo de la empresa, porque el mercado sí sanciona la estupidez”. Aunque, como indicó el moderador, a veces la sociedad premie a la estupidez, impulsándola hacia puestos más altos, como reza el principio de Dilbert que dice: “los trabajadores más ineficientes son trasladados sistemáticamente a los sitios de trabajo donde pueden causar menos destrozos, es decir, a la dirección de la empresa”, con el que no todos los contertulios estuvieron de acuerdo. (“Siguen causando muchos destrozos”, opinó, por ejemplo, Carmen B.) Guillermo dijo que “antes a los bandidos se les notaba más”, pero han mejorado sus técnicas para pasar desapercibidos.

 16. Nueva tertulia. Diagnóstico a la Sanidad. 

Carmen Dolores, cuando el moderador, viendo que resultaba difícil mantener el hilo conductor de la tertulia, anunció que era el momento de pasar a la magia, sugirió terminar la tertulia con una súplica, que dijo era uno de los lemas preferidos de su abuela: “De los estúpidos líbrame Dios, que de los malos y bandidos me libro yo”.

 

Rafa Ceballos ocupó los quince a veinte minutos restantes, con sus magníficos juegos de magia. Seguimos sin descubrirle sus trucos, quizá porque todos los juegos que nos presenta son (o así nos parece) siempre nuevos. El moderador anunció que la siguiente tertulia sería sobre “La sanidad: diagnóstico a médicos, enfermedades y pacientes”. Será el 3 de abril, ya en plena primavera.

  AA/aamarzo 2006 

Notas.- 1) Estas son las cuatro leyes de Cipolla: 1) Siempre subestimamos el número de gente estúpida. 2) La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la persona. 3) Una persona estúpida es alguien que ocasiona daño a otros sin conseguir ventajas para ella misma, o incluso resultando dañada. 4) La gente no estúpida siempre subestima el poder de causar daño de la gente estúpida. Una persona estúpida es la persona más peligrosa que puede existir. 

2) Algo de etimología: Estupidez viene del latín stúpeo, stupere, stúpui, que significa sentir estupor, quedar maravillado. Los romanos le asignaron valor despectivo a esta palabra, por considerar que no era bueno mostrar nuestros sentimientos. La palabra imbécil se incorpora al español en el siglo XVII, por influencia del vocablo francés imbécille. Los romanos llamaban imbéciles a las personas débiles que no se podían sostener sin bastón, y no tenía sentido peyorativo (de in, sobre, apoyado en y bacillus, bastón, cayado).   El término idiota es un término médico que expresa un retraso mental grave. También provino del francés idiot, en el siglo XII, adaptación del latín idiota (persona ignorante), y quedó influenciado por el griego idiotés (hombre de la calle, plebeyo). En los monasterios medievales se llamaba idiota al fraile que no dominaba el latín; de ahí el término idiotismo para designar el uso incorrecto de una lengua.  

3) Los términos estupidez y gilipollas se utilizan mucho en política, nacional e internacional: “Es la economía, estúpido”, fue la frase que, utilizada como eslogan, para reflejar la interdependencia en el mundo globalizado, fue de una de las claves del triunfo electoral del ex presidente de EE.UU. Bill Clinton. En la historia reciente del Congreso de Diputados, se ha recogido que con la segunda apelación se refirió el diputado Labordeta al diputado Carlos Aragonés, que le hacía gestos con el puño cerrado” En conversación captada por los micrófonos abiertos, entre Esperanza Aguirre y Gallardón, después de la crisis de la isla de Perejil, aquella se refirió como que “la broma que le gastó “ (Trillo) “a la periodista” (de la SER, a la que había tirado un euro, por preguntar por el YAK) “fue una gilipollez, de pleno.”  

4) El moderador leyó muchos otros titulares: “Desarticulada una red que vendía títulos de dentista a cinco millones de pesetas”; “En San Martiño de Ventosela se desata la polémica porque las los nichos más soleados y con mejores vistas  se los ha quedado la gestora” . “Sacerdote hace llevar a una imagen con cloruro de calcio en Lima”;  “Oración a san Judas Tadeo”; “Comienza a llover en Segovia cuando tres mil personas participan en una rogativa para traer la lluvia por intercesión de san Valentín y santa Engracia, despues de no tener éxito las mojadas de hace quince días”. “Los vecinos lamentan que no se haya hecho antes porque se ha perdido toda la cosecha”; “ Clinton reconoce ante el gran jurado que tuvo relaciones físicas impropias con Lewinsky. “Gasta medio millón en servicios relax con la tarjeta oro de su empresa”; “Barbero de un hospital sancionado por haber afeitado el pubis a una mujer que se iba a operar de la cabeza”; “Pryca pagó millones de euros a Filesa por fotocopias”; “Focsa reconoce pagos de 106 millones por un estudio que ha desaparecido porque ya había sido utilizado”; “Una organización entregó en Santiago la medalla del orden del Jacobeo 93 en nombre del Vaticano a 23 personalidades, un premio falso”; “Volkswagen reconoce que tuvo informes secretos de GM pero alega que los destruyó sin utilizarlos” 

5) El moderador citó algunos supuestos “actos estúpidos de repercusión histórica”. Algunos de ellos, extraídos del estupendo libro de Paul Tabori: “Historia de la estupidez humana” (del que se recogen aquí algunos extractos): “- Tanto en el caso del sarampión como en el de la viruela el oro desempeñaba un papel curativo. ¿Acaso había algo mejor para impedir las feas marcas faciales que el oro, el cual- como todo el mundo sabía- era un maravilloso cosmético? Alrededor de 1726 se acuñaron en Francia nuevas monedas de oro. Los especialistas en belleza aconsejaron a las damas frotarse los labios con esas monedas. Pues, según afirmaban, el oro atraía la sangre, y los delicados labios cobrarían un hermoso color sin necesidad de apelar al lápiz labial. 

- Enrique IV favoreció el uso de un lenguaje directo y franco. Prohibió a sus hijos que lo llamaran "Monsieur" quería ser sencillamente "papá". Tampoco aceptó la estúpida institución de las cortes alemanas los niños de azotes. Eran hijos de nobles, compañeros de juegos de los jóvenes príncipes de la sangre; y cuando éstos últimos se portaban mal, los niños de azotes recibían el castigo correspondiente. 

- El título que los amos de Birmania exhibían orgullosamente era: "Rey de Reyes, a Quien todos los restantes príncipes acatan; Regulador de las Estaciones; Todopoderoso Director de Mareas y Torrentes; Hermano Menor del Sol; Propietario de los Veinticuatro Paraguas". Los príncipes malayos de Sumatra se denominaban: "Amo del Universo, Cuyo Cuerpo brilla como el Sol; a quien Dios ha creado tan perfecto como la Luna Llena; Cuyos Ojos brillan como la Estrella del Norte; Que, al elevarse, arroja sombra sobre todo Su dominio; Cuyos Pies huelen dulcemente..." etc. 

- De acuerdo con la opinión del Real Colegio Bávaro de Medicina, la persona que viajara en tren sufriría probablemente conmoción cerebral, y quienes desde el costado de las vías contemplaran el paso de un tren se desmayarían a causa del mareo. Por consiguiente, (decían los médicos) si el gobierno tenía la audacia de dedicarse a tan peligroso experimento, debía erigir empalizadas a lo largo de las vías por lo menos hasta la misma altura que los coches. 

- Bory de Saint Vincent, el gran naturalista y geógrafo francés que exploró las Cícladas, Mauricio, Morea, Reunión y Santa Elena, fue víctima de un engaño más descarado aún. Se vio envuelto en la famosa historia de las ratas proboscídeas. Un veterano zuavo llamado Brinon acudió a la casa de Bory, y le ofreció especimenes vivos de una extraña especie zoológica, hasta entonces jamás vista. Eran ratas, pero no del tipo conocido en Europa. Tenían colas muy cortas, pero por otra parte los hocicos alcanzaban una longitud de varias pulgadas, como si fueran trompas en miniatura. Son las ratas proboscídeas del Sáhara, dijo el ex zuavo (Rats á trompe du Sahara). El naturalista compró un macho y una hembra por trescientos francos. Al cabo de poco tiempo la pareja formó una familia pero ninguna de las ratitas tenía trompa. La investigación realizada reveló que el zuavo había sido ayudante en la morgue, donde habría aprendido suficiente anatomía y cirugía, como para cortar las colas de las ratas y transplantarlas a la punta de los hocicos. Y la zoología debió renunciar a una nueva especie. “ 

2 comentarios

Administrador del log -

La estupidez humana es atemporal, y los baremos para su medida, intransferibles.

Reconozco, sin embargo, que había un guiño en mi último comentario/contestación al tuyo en relación con mi artículo sobre él derecho al agua y la regulación del precio del ejercicio de ese derecho por el mercado. Lo desvelo: La frase, "Es la economía, estúpido", de la campaña del ex-presidente americano Bill Clinton se había transmutado en "Es el mundo real, tío listo".

Luis -

Angel, he quedado impresionado por la cantidad de ideas, conceptos, reflexiones sobre la estupidez, que se generaron, en su día y, en tan poco tiempo, en la tertulia en Alnorte, hasta tal punto que me propongo leer con tranquilidad este fin de semana este acta para ahondar un poco más en mi grado de mi estupidez. Pero, cómo me gusta ir un poco más allá, no he podido controlar el preguntarme los motivos por los cuáles refrescas en estos momentos tan brillante ensayo. La derrota de España en el mundial, el anuncio oficial de Zapatero, las elecciones del Madrid, la vuelta a casa de Garzón, la publicación de las cuentas anuales de alguna compañía, el doping en el ciclismo o, incluso, el impretendido protagonismo que está adquiriendo el que escribe estas líneas en alguno de sus comentarios intrascendentes ...