Tertulias en AlNorte: Compromiso político y participación ciudadana
Este es un extracto del Acta de la Tertulia sobre “Compromiso político y
participación ciudadana” celebrada en el restaurante AlNorte el día 13 de abril de 2004. El Acta completa puede consultarse en la web: www.alnorte.es´
El restaurante AlNorte celebró un martes, 13, una tertulia sobre Participación política, Un tema apasionante, y que se realizó en unas fechas especiales para la vida política española. Los resultados de las elecciones del pasado 14 de marzo supusieron un cambio en la orientación política del Gobierno del Estado. Como advirtió el moderador, y así se reflejaba en las convocatorias a la tertulia, no se trataba de propiciar un debate sobre política, sino sobre las formas, modos y dificultades de participación ciudadana no militante en España.
Como hasta ahora, Angel Arias moderó y es también redactor de estas notas. Quizá más que otras veces, su deseo de provocar polémica –en lo posible- para mantener la atención, le hizo jugar aún más que otras veces el doble papel de director del debate y contertulio, con lo que posiblemente acabó sufriendo el posible contraste entre posiciones ideológicas. Pero es que, en realidad, en muchos momentos, no parecía existir en la tertulia más que una opinión, una voz sin discrepancias, en la tertulia. Y eso sí que no.
Desarrollo de la tertulia
La reunión se inició con la presentación de nuevos incorporados al grupo de contertulios, y la indicación (ya expresada más arriba) de que no se pretendía hablar de política, sino de participación ciudadana. Sin embargo, y como había que centrar el tema, el moderador sugirió que se valorara, en primer lugar, el peso de la política en la vida de la colectividad. Quizá sin venir a cuento todavía, citó de memoria a Ernesto Sábato “solo los utópicos podrán hacernos recuperar la humanidad perdida”.
Como ya es habitual cuando asiste a la tertulia, Santos intervino en primer lugar para expresar que la condición básica para que se pudiera hablar de una “vida política” era la realidad de seres humanos viviendo en colectividad, compartiendo sus existencias. La experiencia de la Humanidad venía a demostrar que no era una situación fácil, y que frecuentemente se provocaban roces y colisiones con los otros, que se traducían en la contraposición de derechos, de donde surgía la necesidad de regular de forma consustancial los elementos de conflicto que subyacen en esa relación. Esa regulación tiene una base ideológica, que se traduce esquemáticamente en las posiciones conservadora o progresista. Pero ambas posturas tienen el objetivo común de resolver la cuestión de “¿en dónde poner el énfasis de la acción política?”.
Santos entiende que la libertad de desarrollo del ser humano no debiera tener límites excesivos impuesto por la colectividad, y el asunto clave es saber detectar “el bien colectivo” que surge de las preocupaciones, deseos y percepciones individuales, para lo que la propia sociedad y, por delegación de poderes, sus dirigentes, deben hacer un juego equilibrador. De un primer enfoque abierto a la integración de todas las opiniones y derechos, la práctica social ha venido estimulando o restringiendo ciertas actuaciones en detrimento de otras, apelando a los intereses de la colectividad. Contrapuso el caso de países con apertura formal casi total, con una Constitución muy abierta, como Estados Unidos (abierto al menos constitucionalmente a toda integración, y generoso con el ejercicio de la justicia por propia mano–que se plasma en el derecho a llevar armas, por ejemplo-), con el ejemplo de la alta regulación de la vieja Europa, necesaria porque coexisten muchas colectividades en un espacio apretado, con fuertes raigambres históricas.
El moderador se preguntó si tenía sentido seguir hablando de derechas e izquierdas. Algunos contertulios, después de manifestar que estábamos debatiendo, al fin y al cabo, sobre política, indicaron que la derecha y la izquierda existían. Era una manera, convencional pero útil, de sintetizar que existían pareceres contrapuestos sobre la forma de resolver problemas fundamentales para la sociedad. Angel justificó su pregunta, indicando que había tenido la intención de aportar a la tertulia los programas electorales recientes de los dos partidos principales en España, para poner de manifiesto que se descomponían en objetivos inalcanzables, frases hechas, expresiones coincidentes en lo esencial, afirmaciones de contenido neutro y expresiones poco inteligibles. En el debate interno de los partidos quizá se discutieran en detalle los programas de acción política,
pero era evidente que no se deseaba trasladar ese debate al hombre de la calle. Atribuyó la situación a que el interés político no estaba en explicar el programa, sino en captar al votante de centro y a los indecisos, que eran un magnífico fondo de saco en donde se ubicaban las mayorías satisfechas e indolentes. Gentes que no leerían los programas, pero que se fijarán en las actitudes y en el carácter de los líderes, sacarán consecuencias políticas de sus comportamientos humanos y, a la postre, se verán impactadas por cualquier suceso de última hora, decidiendo su voto por un detalle que les caiga simpático o antipático.
En esta fase de la tertulia, los intervinientes parecieron estar de acuerdo en admitir que en las democracias estables con sólo dos partidos mayoritarios, las elecciones se centran en elegir capacidades de gestión política más que en valorar programas agresivos. Y para ello, se impone el pragmatismo. Santos recordó que la Historia reciente de España revela cierta mejor aptitud de la derecha para solucionar ciertos problemas de naturaleza social o económica (aunque no puso ejemplos concretos, tal vez se refería a la capacidad para negociar con mayor pragmatismo las exigencias sindicales, estimular a los poderes económicos o contener el gasto público en educación o enseñanza). Esta paradoja parece estar ligada al principio de que los demócratas de izquierda resultan peores administradores de la bonanza económica, en que tienden al despilfarro y tienen más éxito en la crisis, porque controlan con más credibilidad la tensión social. Pero existen importantes excepciones modernas, y Santos se refirió a la administración Clinton, que ha mejorado como ninguna otra la situación económico-social en EEUU, en tanto que la derecha republicana de Bush está teniendo actualmente graves dificultades en ese campo.
Ignacio P. manifestó que al tratar de las cuestiones políticas se debería mantener clara la diferencia entre individuo y sus derechos individuales y los temas referentes al desarrollo colectivo. Desde los teóricos del moderno liberalismo (citó a Stuart Mill, entre otros) estas distinciones se habían convertido en un paradigma universal. Por ejemplo, la figura del emprendedor y el valor del mercado para fijar el precio de los bienes no son discutidos hoy, salvo en círculos dogmáticos. Tampoco se identifica ya a la derecha con el gestor de la producción, ni a la izquierda con el trabajo. El enfoque general de la vida política se ha orientado hacia una mayor solidaridad y sobre cualquier política que defienda el desarrollo a ultranza del individualismo, se le harán recaer duros reproches cargos de conciencia. Hoy día no tienen cabida razonable formas agresivas o polarizadas de individualismo, y, al menos formalmente, se pretende mantener una visión global y solidaria de los temas políticos.
María Jesús echa de menos que en la vida política se discuta poco sobre los conceptos y sobre las formas para alcanzar los objetivos. La escena política ha perdido intensidad y calidad a la hora de detectar las causas de la situación actual y no se polemiza sobre la manera de mejorarla, presentando opciones concretas. Se trata al público votante como menor de edad, como a un ignorante, y los políticos profesionales rehuyen el encuentro ideológico, confiando más en las imágenes de las campañas que en los contenidos de los programas.
Santos, asumiendo el papel de defensor de los partidos, cree que no es fácil detectar y aún menos exponer con rotundidad y de manera inteligible para el gran público, conclusiones determinantes sobre las causas de las situaciones socioeconómicas. Esta última campaña en España no es, sin duda, un buen ejemplo de debate político. Incluso se ha expresado la voluntad contraria –por parte del Gobierno del Partido Popular- de no querer realizar una confrontación de programas. “Interesó más la descalificación y el mensaje mitinero”. Pero también es cierto, dijo, que no existe interés de la colectividad por detener esa corriente de inhibición hacia el tratamiento de los temas fundamentales. Por ejemplo, aún sabiendo que la seguridad y la defensa eran dos temas fundamentales para la sociedad española actual, no hubo debate sobre estos aspectos. Ni siquiera en el Parlamento, a pesar de que había trascendido que el Gobierno conocía de un ultimátum islamista. Cree que la manifestación del voto, sin embargo, ha sido un ejercicio de madurez en el que se ha expresado el rechazo a la participación en una guerra ajena, a la que habíamos sido conducidos por el Gobierno, y no por el Parlamento, sin que existiera ningún debate. Le parece incluso significativo que el Gobierno hablara de manifestaciones convocadas por los partidos, sin entender que era el pueblo mismo el que se manifestaba, en un intento de sustraer al ciudadano hasta el derecho elemental de la libre manifestación de sus pareceres. El voto de castigo habría sido, en fin, la puesta en evidencia de que se deseaba recuperar el protagonismo de la vida política por el pueblo, desde el diálogo, la fundamentación de las decisiones, la tolerancia internacional.
Ignacio P. replica que, aunque la participación en la guerra de Irak haya podido marcar el resultado de las votaciones, el debate político interno no existió tampoco antes. Como el moderador también hizo notar, en las elecciones, el pueblo se dejó guiar por un sentimiento de rechazo a la guerra de Irak, y muy especialmente en los resultados de Madrid, conmocionado por los atentados sufridos, pero no se debatieron cuestiones de interés interno, que son muchas. Ignacio se refirió, poniendo ejemplos concretos, al contraste sobre las soluciones al tema del desempleo juvenil, a la utilización de la fuerza de trabajo e intelectual de los parados de más de 40 años, a los prejubilados, a los temas de sanidad o vivienda o a la problemática de los ancianos. Se preguntó también por el programa específico de desarrollo e investigación tecnológica del nuevo Gobierno. Sin duda, existía un consenso de que no se estaba haciendo todo lo posible para resolver la participación española en el conflicto, y eso fue a la postre lo que se votó, pero una vez que se resuelva la participación española en Irak, los debates sobre las cuestiones de política interior, que son los que interesan a la vida diaria, quedan abiertos. La votación pasó por alto el fondo y se centró en hechos concretos, pero temporales, circunstanciales. El debate fallido debía haber versado sobre los salarios, las estructuras de crecimiento de la economía, el control inflacionario, etc.
(sigue en la web: www.anorte.es )
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