A sotavento: Estados Unidos, nuevo pueblo elegido por Dios
En el aniversario del Once-Ese, en el que se concentró en las Torres Gemelas de Nueva York la furia irracional de ese enigmático y rico personaje que se dice representante cualificado de las esencias de la religión islámica que se ausenta al nombre de Bin Laden, los Estados Unidos de América renuevan su fe en que son el pueblo elegido por el Altísimo para representar su providencia.
Los dos candidatos a la Presidencia de esta Federación, McCain y Obama, junto con sus propuestas para la vicepresidencia, sus familiares, simpatizantes y devotos, se reúnen ante el vacío de las Twin Towers para proclamar al mundo que ellos, el pueblo americano, son el verdadero pueblo elegido, los garantes de que se cumpla la voluntad divina sobre la Tierra.
Los judíos han pasado a segundo plano, y sea en buena hora. El conflicto árabe-israelí ha debilitado la credibilidad de Israel y exacerbado las diferencias con los integristas islámicos, además de dividir al pueblo palestino en simpatizantes de dos facciones que sería difícil cualificar de otra manera que no fuera la de proclives o contrarios al soporte de la beneficiencia internacional.
Analizando el importante papel que la religión juega en las elecciones norteamericanas, cabe preguntarse a qué espera la divinidad para reencarnarse de nuevo en los Estados Unidos de América. Lo escribo desde el respeto debido, pero al hilo de las declaraciones de los candidatos, de sus confesiones de fe, de la movilización de principios y ejemplos que mezclan lo bíblico con la ética del Nuevo Testamento, no debería dudarse que esa nueva venida está siendo reclamada a voces por el pueblo norteamericano.
Mientras tanto, en el otro confín de la interpretación de los libros sagrados, otro grupo, con radicalidad que les precipita en la violencia fanática, unos iluminados que también dicen representar a Dios -como si esa figura contingente y necesaria que surge en el alma de cada ser humano tuviera necesidad de valedores- se preparan, desde sus cavernas, para colocar nuevas bombas, matar a más inocentes.
Que los dioses se apiaden de nosotros, los incrédulos de buena fe.
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