Cómo no montar un restaurante: La publicidad (3)
Hay una publicidad muy efectiva por la que no se necesita desembolsar nada. Guarda relación con el ansia de saciar la propia curiosidad que tiene todo ser humano. La fiel concreción de aquello tan castizo de "culo veo, culo quiero".
Para generar el deseo irrefrenable del otro de acudir a su negocio, Vd. tiene que elegir, obviamente, alguna razón que despierte el deseo de acudir a su local. ¿Cree todavía que deberá residir en el atractivo de la comida que ofrezca? ¿Quizá en un plato de "cocochas al vino de pitarra con esencias de tomillo de Mondragón servidas en plato de Sévres?.
No le quiero decepcionar, pero no se trata de éso. Es más, me parece que si piensa en esa dirección, no se está enterando de nada.
La publicidad a que me refiero, proporcionada gratuitamente por los media, no habrá de recogerse, y ello por imperiosa necesidad de su eficacia, en una publicación o sección radiofónica o televisiva dedicada a la restauración. Es fundamental que no tenga nada que ver con lo que Vd. quiere vender.
Un restaurante no es solamente un sitio en donde se come aceptablemente, sino un lugar al que se va para ver y ser visto. La inmensa mayoría de los mortales van sin embargo, solo para ver. "El otro día estuve cenando en La posada del turco y ví a John Gardfield". "¡Ah!. ¿Qué te dijo?" "No me dijo nada. Estaba prácticamente en la mesa de al lado, con una tía y otro fulano. Tomaron una ensalada de endivias" "¡Oh! ¿Y quién es John Gardfielf?" "¡No me digas que no lo conoces! ¡Sale mucho por la tele!"
Aquí está, pues, una de las direcciones por las que se puede llamar la atención sobre su local. Si tiene algún amigo famosete, pídale que se haga el visto por el restaurante, que se cite allí con su representante, que rompa alguna copa de vez en cuando si es preciso. Si no lo tiene -como me temo- mande invitaciones a los jugadores del Real o del Atleti o del Barça o del Recreativo de su pueblo; o a las Cover Girls locales; o a los Golfos apandadores: la gente suele aceptar comidas, cenas y copas gratis. Y se hablará de su sitio, no lo dude, en cuanto corra la voz de que allí se reúnen regularmente los famosos.
Puede ser que no lo vea claro, a pesar de todo. Que prefiera no involucrar a terceros. Que quiera seguir su propio camino. Vale. Aquí van otras ideas para atraer la atención, no sobre lo que se cocina, sino sobre lo que vuela alrededor:
-organice un concurso de poesía sobre la tortilla de patata, con un primer premio de doscientos euros, -no se olvide de llamarlo "Primer Certamen Internacional -aquí el nombre de su restaurante"- y envíe la convocatoria a los media.
-convierta su restaurante en sede por una semana de "la cocina con base en sáuridos" y convenza a un par de integrantes de la colonia china -preferiblemente con permiso de residencia- para que hagan los productos medianamente ingeribles.
-prepare tertulias sistemáticas sobre los más variados temas, desde "el honor, el prestigio y el mérito" hasta "el amor en los tiempos del sexo", e invite a conocidos y amigos a desgustar un menú preparado para la ocasión mientras hablan de lo que les apetezca.
-convierta su restaurante en un restaurante romántico, o medieval, o futurista, o especialícese en cocina para ciegos, o anuncie que su pescado viene diariamente de Alaska, o regale un libro sobre enjuiciamiento civil cada cien comensales, o haga que los camareros canten ópera, o haga que su jefe de sala vaya medio desnud@, o deje circular que su jefe de cocina fue caballerizo de la reina de Inglaterra. Cualquiera de estas cuestiones irrelevantes para el mérito de la cocina -no todas juntas, por favor- acabará despertando el interés de algún reportero a la búsqueda de lo singular, y le dedicarán un espacio gratuito que servirá para promocionar su cocina mucho mejor que un anuncio pagado, caro e inadvertido.
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Marcos -