Jugando en corto: Frenética actividad prevacacional y sus consecuencias
Debe tener un nombre, porque la cuestión viene desde los tiempos de Maricastaña. Cuando se aproxima agosto, mes vacacional por excelencia, los funcionarios de organismos públicos y privados entran en una frenética actividad, para sacudirse de encima los temas que se habían acumulado, quizá durante meses, sobre sus mesas de trabajo.
¿Las consecuencias?. Múltiples. Desde la perspectiva de los que toman las decisiones apresuradas, realizadas gracias a la secreción de adrenalina de la proximidad al cambio de ocupación y aún más tiempo libre, mayores posibilidades de error. Diríjase la vista adonde se dirija. Habrá así más sentencias injustas, más despidos crueles, mayores despilfarros, peores ejecuciones, menos éxitos, más fracasos y fallidos. Tal vez, cuando se pueda o deba, más trabajo a la vuelta para corregir lo mal hecho.
Desde la perspectiva de los receptores de esa obsesión forzada por terminar lo pendiente, se le generarán más costes, más disgustos, más riesgos, graves despilfarros e injusticias que no les correspondería soportar. Mientras aquellos tendrán mejores asuetos disfrutando por la sensación de haber liquidado los atrasos, éstos tendrán la carga de tener que digerir el mal extraordinario que se les ha causado.
A otra escala, es lo que viene sucediendo los viernes a mediodía, con los que empiezan su fin de semana. En las últimas horas, cierran negociaciones, despiden, firman contratos o sentencias, toman decisiones que válgame dios. Quienes han de soportarlas, se encontrarán así con una sobredosis de castigo que deberán asimilar mientras el verdugo disfruta.
He leído que está todo estudiado. Que, aunque no se pueda creer, no es casual el asunto. Porque, de esta manera, quienes sufren en viernes o a finales de julio el peso de las decisiones que les perjudican, pierden la oportunidad y el fuelle para protestar en caliente, por lo que muchos desistirán, se acomodarán, tendrán tiempo para pensar en otras cosas. Ganan espadas y bastos, pierden corazones. Vivan copas.
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