Cuadro comentado: Grupo de personajes en un jardín (óleo, 1998)
Este cuadro, de relativamente pequeño formato (una plancha de tamaño aproximado A3, 40x60), está pintado al óleo e integra una parte de la iconografía de esta época de mi pintura -entre 1990 y 1998. La naturaleza que recreo en el cuadro, aunque imaginaria, tiene como referente concreto el muro y portón de una finca familiar, con el fortísimo contraluz que se produce a primera hora de la tarde, y que siempre me ha hechizado.
En el centro de la composición, una pareja, acomodada sobre una manta-mantel, recuerda a las figuras de la conocida composición de Monet "Dejeneur sur l'herbe", que he representado muchas otras veces. Por cierto, una de ellas, en el cuadro de mayor tamaño de los que he pintado hasta el momento, un óleo de 2x3 m y que terminé en Düsseldorf, en 1983, y que me valió el sobrenombre en el barrio de Oberkassel, donde vivíamos entonces, del Maler-Ingenieur.
La figura del primer plano, tocado con un sombrero hecho de hojas de periódico, lee otro mientras fuma una pipa. La joven de espaldas parece esperar, mirando hacia la reja, la llegada de un ausente, la quinta figura. Pero los árboles son corporeiformes, y, analizados de cerca, se descomponen en múltiples figuras humanas entrelazadas. El muro recoge pinturas de elementos totémicos, caballos y otros animales misteriosos.
En su composición, el cuadro tiene tres líneas verticales básicas y otras paralelas (el enrejado, la figura de pié, el borde de la pared, que junto a las líneas horizontales del césped, la pierna distorsionada de la mujer sentada y el propio muro, resumen un reticulado del que he pretendido que las figuras humanas estuvierancomo prendidas con alfileres.
Ya he escrito otras veces que mis cuadros admiten (así lo deseo, al menos), varias lecturas. Quiero que se vean, también, como composiciones poéticas, como una creación literaria. Una tarde cualquiera, que trascurre plácidamente, con la compañía de los dioses y fantasmas familiares.
He llevado este cuadro a algunas de mis exposiciones (no lo presentaré, sin embargo, esta vez, en Oviedo), pero no está en venta. Tiene muchos sentidos para mí. Y, además, está la iluminación de los árboles y las figuras del centro, como si la luz hubiera conseguido atravesar entre los tupidos ramajes de los árboles (así era, en realidad, para los verdaderos árboles de mi recuerdo, antes de que cayeran víctimas de su proximidad a la casa, desde la que yo dibujaba, y a la que amenazaban con sus largas y extensas raíces.
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