A barlovento: Es posible llevar una triple vida (una de ellas, virtual)
Fernando Saez Vacas es un lúcido de tercera generación, un hombre al que da gusto escuchar, provocar (lo que no es difícil) y verlo actuar, templando y mandando en las plazas más reacias a reconocer la calidad de los agentes.
Debíamos habernos conocido antes, pero como nuestra existencia ha transcurrido hasta ahora en batallas sin muchos espacios comunes, resulta que fuimos presentados hace relativamente poco tiempo por un alienígena o un mutante de IQ difícilmente mensurable, nuestro amigo común Antonio Fumero. Recuerdo más o menos la introducción de Antonio: "Aquí, Fernando, mi mentor, el tío que más sabe de web dospuntocero en España. Aquí, Angel, que es otro como tú, un residuo".
Fernando escribe bastante. El 31 de mayo de este curso publicó en El Cultural de El Mundo un artículo imprescindible que tituló "Ser o no ser (virtual)", en el que pasaba revista a diversas situaciones del entorno de Second Life, citando como de paso a Hermann Hesse, el autor de El lobo estepario, libro de culto para los rojeras de entonces.
Después de las horas insulsas de Universidad, analizábamos bodrios como éste mientras tomábamos vino y cacahuetes, como si nos fuera en ello la vida, porque se trataba de seducir de la única manera real que entonces estaba autorizada: poniendo a pescar nuestra presunta perspicacia para predecir lo que se nos venía encima y adornarlo con muchas citas extranjeras.
Así conseguíamos, de tarde en tarde, llamar la atención de las hembras -escribo desde los hombres y para que me lean las mujeres-. De la predicción del fuituro, nada queda.
Me gusta todo lo que escribe Fernando, y coincido con él hasta en las comas. El mérito de esta complicidad, obviamente, es todo suyo en lo que dice y mío en lo que puedo seguirle. Andamos repartidos.
Así, cuando expone, hablando de los millones de ciudadanos que se han instalado en la infociudad, con existencias soportadas tecnológicamente, transformando la psicología humana: "Una densa red de relaciones en Internet desafía el concepto de identidad, que se hace múltiple, fluída, distribuída y heterogénea". Yo leo, parafraseando, además, a otro: "El cielo y el infierno, está aquí". Puede hasta morirse uno, en la vida de verdad, y dejar a un par de espíritus fatuos pululando por la blogosfera, sin que nadie les avise de que quien los venía alimentando de vivencias, desde su Puertomarte, ya no anda por allí.
Son muchos los que ocultan su verdadera identidad en el espacio virtual, utilizando avatares y seudónimos. Si nos fijamos en los comentarios que a diario se vierten, a millones, en la red, concluiremos que la inmensa mayoría de los seres que se mueven por allá son producto de diosecillos anónimos, esto es, surgen de desconocidos que parapetan su identidad detrás de un murete de cascotes virtuales. Pretenden influir sobre seres reales -puede que incluso sobre los imaginarios-, utilizando como ai fueran francotiradores a sus franquesteines de pacotilla. Tiran piedras al estanque de la vida que debemos cambiar, y, a veces, cuando se asoman Sosias, ellos ven Narcisos.
En el plano práctico, y si lo importante de vivir es -lo tengo recordado, la manduca y el rebozo-, no se cómo podrían seducir, si lo pretenden, estos donjuanes, desde sus espacios imaginados, a los objetos carnales de su deseo. Pero tengo claro que, si todos los actuales habitantes de la Tierra entrarámos en las infociudadades (y ya entraremos), y desarrolláramos sin límites nuestros afanes de ser otros, perfeccionando los clónicos de los Mr. Hides que llevamos dentro, el número de virtualícolas sería acaso infinito (eso también lo dice Hesse y lo recoge Saez Vacas).
Si no fueran amigos y no estuviera seguro de que me despadazarían a dentelladas de su inteligencia si me equivoco en el juicio, me atrevería a aventurar que hay bastante de lo virtual de Fernando en Antonio, y viceversa. Es una intuición, no sé, pero esas cosas funcionan a primera vista para los que vivimos una parte de nuestro tiempo en las nubes.
Lo que que tengo seguro es de que, si me animase a crear mi propio personaje en la web, al margen del yo que he construído en esta vida real sin proponérmelo, tomaría prestado de ambos la mayor parte de lo que conozco de ellos, para fundirlo en un ser de antología.
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