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El blog de Angel Arias

Al socaire: El rie(s)go de los campos de golf

La mención de los campos de golf, en especial en los debates sobre la demanda de agua en países con escasez, levanta ampollas. Un campo de golf de 18 hoyos y 40 Ha. que esté ubicado (o pretenda serlo) en la cotizada área mediterránea, tendrá un consumo anual en torno a los 210.00 m3, distribuído aproximadamente entre un 40% en los rafts y el resto (60%) en los greenes, calles y tees.

A mí me parece que el golf es un deporte muy singular para gente muy especial. Reconozco que no lo practico, pero en lo que veo, combina de forma peligrosa un ejercicio violento de los músculos de la espalda (riesgo de hernia discal), repetido unas 80 o 90 veces, con un paseo reposado por un campo semillano, de unos seis o siete km, y con unas cien agachaditas. Si se trata de hacer ejercicio para mantenerse en forma, conozco formas mejores.

Dicen orgullosos desde la Federación española de Golf que hay  casi 400.000 federados en España en este momento (más que futbolistas) pero esta afirmación conduce a un espejismo: la gente no se federa para jugar al fútbol. Cualquiera puede ver en no importa qué lugar a niños, adolescentes o adultos jugando a la pelota. A muy pocos golfistas (seguramente, a ninguno en su sano juicio) se les ocurriría sacar su palo y golpear la bola para meterla en el ojo de una alcantarilla o en un agujero de los que deja la máquina tomamuestras del asfalto.

Los partidarios del golf, incluídos los alcaldes de las localidades que quieren disponer de uno de ellos como segura fuente de riqueza, por su atracción del turismo de élite al municipio, se deshacen en elogios respecto a las ventajas de esta actividad que califico de mixta: "deportivo-otracosa".

Hay quienes dicen que es un  medio estupendo para hacer negocios mientras se camina de forma relajada; otros dicen que es una forma de obligarse a hacer ejercicio; no faltan quienes lo califican de algo apasionante hasta la obsesión. Incluso afirman que es una forma de recuperación de paisajes, crear estética, fijar o atraer fauna y recuperar y aumentar la vegetación. Todo estaría bien si el acceso a esos idílicos parajes fuera público y la densidad de ocupación de los mismos alta, pero hay que preguntarse: ¿cuántas personas visitan a diario estas 40 Ha? ¿De qué nivel socioecónómico provienen?

Aunque -¡ay!- todavía hay unos cuantos campos de golf en España que tienen concesiones para utilizar aguas subterráneas o fluviales, se impone la obligación de utilizar agua reciclada de las depuradoras para el riego de estos campos. Me parece esta condición, que incluye la Ley de reutilización de aguas residuales en los campos de golf, no solamente muy bien, sino éticamente obligada.

Incluso lanzo algunas sugerencias adicionales:

a) que el precio de las aguas recicladas sea un precio establecido por el mercado en relación con otros usos alternativos a las mismas, y que se priorice, en este caso sin tener en cuenta el mercado, la recarga de acuíferos o la obtención del caudal ecológico en ríos y lagos;

b) que las calles de los campos se estrechen, ajustándolas a las medidas inglesas, ya que no se entiende por qué las de los campos españoles tienen que ser, en general, más anchas;

c) que los diseños de los campos sean realizados por golfistas y greenkeepers españoles y se utilicen cespitosas autóctonas y de bajo consumo de agua;

d) que se elimine la obsesión por obtener un campo verde, porque no debe primar la estética si pensamos en términos de un deporte que, en general, no tiene público, es decir, que no constituye un espectáculo (aunque aquí se me puede objetar que hay gente que mira hasta las cartas de ajuste);

e) que se estudie un campo de golf adaptado a climas semidesérticos y

f) que se procure el acceso libre a las zonas recuperadas para campos de golf y entorno, convenientemente protegidas para evitar pelotazos (en sentido real, no figurado).

2 comentarios

Administrador del blog -

Desde luego, hay muchas formas de hacer ejercicio, incluso sin necesidad de practicar deporte. Muchas de ellas no sirven para hacer negocios, no destruyen paisajes, no crean espacios artificiales para disfrute de pocos, no dan dinero.

Me gustan.

Luis -

Llevo un buen rato intentando buscar algún argumento a favor de los campos de golf y del deporte en sí. Pero desisto porque, yo, que me declaro amante y practicante de cualquier tipo de deporte, tengo que reconocer que sólo he conseguido dolores de espalda y una sensación de estupidez cada vez que he intentado meter la bolita en el hoyo. Por ello, no acabo de entender la necesidad de emplear esas superficies tan enormes y esos recursos tan escasos en el desarrollo de las infraestructuras convenientes. Por otra parte, si observo la constitución del jugador habitual de golf, realmente no la relaciono con el aire del que practica deporte de manera convencida. En fin, hay tantas cosas en la vida que enmascaramos con otros nombres para ocultar la verdadera realidad.