Cuadro comentado: Cliente americana y servicio a la carta en Panama
La escena la sorprendí en el Hotel Hilton, en Panamá, en donde yo estaba esperando a unos amigos. La cliente americana leía indolente una guía sobre la ciudad, mientras el camarero le servía una bebida refrescante. Yo había visitado en la mañana el entorno del lago de agua dulce del que se alimenta el canal de Panamá (lago Gatún).
Era el año 1995, y como mis amigos se demoraban algo, fui tomando un apunte detallado de una escena que se repitió varias veces (algo no le gustaba a la cliente, la idea de perfección del camarero le exigía niveles incomprensibles a terceros; el empleado trataba de seducir a la americana...). Lo que más me apetecía era plasmar que aquel morenito solícito aportaba, sin conseguir llamar la atención de la absorta americana, una combinación creciente de paisajes y atenciones en su bandeja.
No veía yo las casas heterogéneas que se alineaban descuidadas sobre la -entonces, al menos- muy contaminada Bahía. Me apetecía situar a ambos en un paisaje más acorde con mi estado de ánimo, y quise también reflejar dos stuaciones que parecían vivirse independientemente. El camarero miraba ora la copa impoluta, arreglaba una esquina del mantel, traía más snacks y ofrecía más atenciones. Mantenía una actitud que era simultáneamente, diligente y profesional, pero también personal, física (servía desde el corazón). La turista, solitaria, solo tenía ojos para su diminuta guía de bolsillo. Aparentemente.
¿Qué pensaban ambos sobre cómo terminaría la escena? ¿Qué podría unirlos?. Tal vez mi pintura. Cuando regresé a mi estudio, realicé el cuadro, trasladando del apunte, con cuidado y profusión de colores, mi impresión de la escena. La chaqueta de colorines del empleado, muy vistosa, se confundía con el fondo del cuadro y con el trasfondo de naturaleza a la carta que también me transportó a mí, que me recordé sorbiendo mi daikiri y dibujando con mis lápices de colores un par de silencios llenos de palabras.
El cuadro será expuesto en Oviedo, en la exposición que tengo programada para el día 15 de julio y es significativo de mis pinturas de la época 1994-2000.
Le he puesto un precio de 1.500 euros, aunque para mí tiene un valor sentimental incalculable. Pero los pintores sabemos que desprendernos de las obras que amamos es una manera de comunicar a otros las sensaciones que nos hicieron estar vivos.
2 comentarios
Administrador del blog -
Por cierto, en este mismo Cuaderno he dado algunas ideas acerca de cómo me cotizo/cotizan.
Evaristoquetehevisto -