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El blog de Angel Arias

A sotavento: Con la biomasa en las manos

La dependencia exterior energética de España aconseja potenciar cualquier tipo de energía autónoma, especialmente de aquellas que se consideran respetuosas con el medio ambiente. La energía producida con base en la biomasa goza de cierto atractivo mediático, a pesar de sus muy fuertes limitaciones técnicas (relacionadas fundamentalmente con el ciclo biológico y con las tasas de crecimiento del combustible vegetal, que supone dedicar superficies grandes a su producción para alcanzar tonelajes atractivos). 

Por supuesto, la consideración de la biomasa como una fuente ecológica de energía tiene detractores. El Movimiento Mundial por los Bosques (World Rainforest Movement, WRM) ha denunciado que los llamados biocombustibles no solamente no ofrecen la solución al cambio climático,  sino que provocan nuevos problemas, ya que centenares de millones de hectáreas de tierras fértiles se concentrarán en manos de transnacionales que, en lugar de dedicarlas a producir alimentos, las destinarán a cultivar en ellas materiales combustibles subvencionados.

La producción de biocombustibles en gran escala en los países en desarrollo, supondrá, según este organismo, la proliferación de extensos monocultivos forestales, dañando la diversidad natural, así como a la producción intensiva de caña de azúcar, maíz, palma aceitera o soja, que acelerarán el despoblamiento rural y la deforestación. Los cultivos de
soja, por ejemplo, -y aunque todavía no eran realizados con fines energéticos- han provocado ya, en opinión del  WRM,  una intensa deforestación en la Amazonía brasileña y Paraguay. La situación de la palma aceitera es similar en lo que respecta a Indonesia, y está causando otros graves daños a los bosques de varios lugares del planeta.


Ignorante o no de esta situación de controversia, en España, el movimiento impulsor de la biomasa va tomando posiciones. El pasado 13 de diciembre se presentó la Plataforma Tecnológica Española de la Biomasa en el CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas). La Plataforma tiene como objetivo impulsar esta forma de energía, que es lo que desean las industrias, y cuenta con apoyo gubernamental. El Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) y el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) se incorporan a la batalla y el centro tecnológico INASMET-Tecnalia asume la Secretaría Técnica de la Plataforma.  

Aunque en los últimos años se habla mucho de la biomasa, son muchos los conceptos que están por definir: para empezar, hay que ponerse de acuerdo en el tipo de recurso que se entiende por biomasa (clase de cultivos, fracción y tratamiento de los residuos orgánicos). También se deben concretar las tecnologías de transformación aplicables (gasificación, digestión anaerobia, etc.) y los usos preferidos para el  recurso (generación de energía térmica y eléctrica, fabricación de biocarburantes o biogás, etc.). Incluso se debe precisar el marco regulador, ya que al tratarse de una forma de energía que no puede subsistir sin subvenciones, el legislador habrá de analizar la forma y el método de reparto de ayudas, para que se alcancen los fines previstos y no se favorezcan maniobras especulativas.   

La legislación europea considera biomasa a la fracción biodegradable de un grupo amplio de residuos que van desde los forestales hasta los sólidos urbanos. El proceso biológico de generación puede ser natural (básicamente, a partir de masas forestales existentes)  o provocado (cultivos intensivos destinados específicamente a la producción de biomasa)  

Respecto a las energías eólica o solar, la ventaja indiscutible de la biomasa es que  puede ser almacenada y empleada cuando se necesita.
 Sin embargo, para que una instalación de combustión de biomasa sea rentable se ha de disponer de una fuente de materia vegetal cercana, a precios razonables, y, por supuesto, la explotación tiene que alcanzar un tamaño mínimo. Hablamos, pues, de miles de hectáreas dedicadas a este sector, que algunos ven como una forma de reactivar las tierras de secano de Castilla, destinándolas al cultivo de cereales para ser quemados. 

Como estamos en época en que todo se desea traducir en ahorro de gases contaminantes, la  Asociación Europea de la Industria de la Biomasa y el Fondo Mundial para la Naturaleza, ha hecho sus cálculos en relación con las emisiones de CO2, y defiende que se podrían ahorrar unas mil millones de toneladas anuales, para el caso de que en 2020 se utilice biomasa para cubrir el 15% de la demanda eléctrica en los países industrializados.
 

Por su parte, el Consejo de Agricultura y Pesca de la UE se reunió en Bruselas en febrero de este año. Consciente de que para que la biomasa sea una fuente alternativa autónoma, defiende que es imprescindible aumentar la inversión en investigación sobre biomasa. Apoya por ello el Plan de Acción para la Biomasa de la Comisión Europea (que fue aprobado en diciembre  2005) y la Estrategia para el aumento de uso de los Biocombustibles. La Comisión Europea pretende apoyar la producción de biomasa como elemento del desarrollo rural, e incluir en los planes de ayuda de la Política Agrícola Común (PAC) la producción de azúcar para la obtención de bioetanol y el empleo para generación de los excedentes de cereal, entre otras medidas de fomento a la producción forrestal con estos fines o al tratamiento de residuos (se puede consultar la Estrategia europea sobre Biocarburantes en: http://europa.eu.int/comm/agriculture/biomass/biofuel/index_en.htm.)

Los biocarburantes, que son los combustibles obtenidos a partir de biomasa, para constituir el combustible alternativo al petróleo en el sector del  transporte, deberían tener un precio competitivo.  No son problemas técnicos los que limitan su empleo, sino exclusivamente económicos. La investigación y el desarrollo de los biocarburantes polariza, por ello, una parte de los recursos del Séptimo Programa Marco IDT (2007-2013); se ha otorgado una cierta prioridad al desarrollo de una Plataforma Tecnológica de Biocarburantes, como consecuencia del reconocimiento del fracaso en alcanzar el objetivo previsto de que la UE cubriera antes del 2010 el 10% de sus necesidades energéticas con Biomasa.

La producción comunitaria de biofuel llegó en 2004 a los 2,4 millones de t (0,8% de la cifra de consumo de gasolina y diésel). En el reparto,  el bioetanol supuso 500.000 t  y el biodiésel, 1,9 millones. En ese mismo año, la UE destinó 1.200 millones de toneladas de cereales y 1 millón de t de  remolacha a producir bioetanol (0,4% de la producción total de cereales y 0,8% de la producción de remolacha). España es uno de los principales productores de bioetanol: de las 491.000 t producidas en la UE, 194.000 t son españolas (un 40%).

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