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El blog de Angel Arias

Temas de Madrid

A sotavento: Los taxistas de Madrid montan su Belén

A sotavento: Los taxistas de Madrid montan su Belén

En el mismo centro de Madrid, en la plazuela de la Villa, delante (visto desde la estrecha calle Mayor) de la espléndida muestra de arquitectura historicista que es la casa de Cisneros, está montado desde la segunda semana de diciembre un Belén, que es una joya del arte popular. Las figurillas de arcilla son obra de un artesano autodidacta, José Luis Mayo, y reproducen con mucha imaginación diversas escenas, más o menos ahistóricas, que abarcan desde la Anunciación de la virginal preñez hasta el Nacimiento del divino retoño.

No les bastaba a los taxistas de Madrid esta representación del Misterio, en la que a diario se forman largas colas de devotos de la cámara fotográfica, y han preferido, en la mañana de hoy, montar en paralelo su propio Belén, abandonando durante cosa de una hora sus taxis en la calle.

Supongo que para elegir la hora habrán utilizado los señores taxitas -¿por qué dudarlo?- los gráficos de afluencia de público al centro en un viernes previo a la fiesta de Nochevieja, y que el momento fue elegido para causar el menor daño posible a sus conciudadanos. La manifestación de malestar  tuvo lugar, en fin a las once de la mañana, y fue acompañada por cánticos y gritos, y presenciada a la fuerza por varios miles de inocentes, cuyos comentarios no fueron para todos los gustos, porque, al menos los que yo oí, no hubieran sido del gusto de los convocantes del alboroto.

Desconozco si los taxistas cumplieron sus objetivos. Si uno de ellos era que el alcalde de Madrid se conmoviera por el bullicio generado, erraron en el sitio. Desde hace meses, el Sr. Gallardón tiene su sede oficial en el antiguo edificio de Telefónica, obra del mayor genio de la arquitectura de Madrid, Palacios, que da empaque a la plaza de La Cibeles y tiene mejores accesos.

Si el objetivo era hacer ver a los madrileños y a los que visitan Madrid en esta fechas, que el centro de la ciudad no es recomendable para quienes tengan prisa, el objetivo está conseguido. El colapso de tráfico que se montó fue de órdago a la grande. Todos los que sufrimos a diario el problema de circulación del centro de la capital pudimos leer con estupor el lema elegido para esta singular manifestación reivindicativa: "Te estoy mangando tu día libre".

No es el día de los Inocentes. Es, sencillamente, un día cualquiera para Madrid. Los Inocentes somos los que sufrimos las explosiones de rabia, furor, tensión, de quienes eligen nuestro espacio vital para poner en él sus banderas, legítimas, sin duda. Hoy son los taxistas, mañana los mineros, pasado mañana los reconvertidos del naval, otro día los sanitarios, los policías municipales o los parados. Qué más da quien ocupe el espacio, en esta rueda, tal vez incluso inconsciente, de atropello del derecho de los otros para cantar la atención que quiero centrar sobre los míos.

Me gustaría decir que estoy de acuerdo con los taxistas y, si analizo lo que quieren, seguramente lo estaría en gran medida. Pero no tengo tranquilidad para analizar el derecho de quien quiere negociar lo suyo sentado sobre mi libertad.

Al socaire: Mis sugerencias para el futuro alcalde (o alcaldesa) de Madrid

Al socaire: Mis sugerencias para el futuro alcalde (o alcaldesa) de Madrid

Hay consenso, cabe decir, en el que incluso participa indirectamente la oposición, en que Alberto Ruiz Gallardón es el mejor alcalde que puede tener hoy por hoy Madrid. Como sucede en los patios de escuela cuando alguno de los chavales destaca porque ha crecido más rápido que los demás y les saca una cuarta, no tiene quien le tosa. Así parece.

Al menos, desde el otro partido grande nadie se atreve -hasta el momento- a enfrentársele en unas elecciones: unos porque dicen que son sus amigos, otros porque los han reclamado para negocios irgentes de ultramar, aquellos porque ya se ven algo mayores, estos quienes porque no quieren volver, y acullá esotros porque no pueden o no les llaman...

A mí Ruiz Gallardón me cae bien. Salvo en una minucia: me parece una tropelía lo que ha hecho acumulando todas las obras de circunvalación y agujereamiento a Madrid, incluido el adecentamiento de calles en esta legislatura. No nos lo merecíamos. Pero aparte de ese egocéntirco deseo de querer trascender a la Historia como el Carlos IV bis, tiene talla y modales de gran político. Sobre todo, me gusta cuando discursea con elegancia, templando, sin pasarse, dirigiéndose a gente de cultura. No lo veo tanto con boina y camiseta sudada, pero es que tampoco veo así, por ejemplo, a Rodríguez Zapatero.

Y es que tengo debilidad por los políticos que trabajan. También me cae bien Esperanza Aguirre, aunque me gustaba algo más cuando era concejala de Medio Ambiente. Me hacía tilín (intelectual, obviamente) Tierno Galván, sobre todo, antes de ser alcalde, y me ilusiona hoy por hoy Inés Sabanés cuando presenta su programa basado en la acción social-. O, ya para terminar y no hacer la lista larga, me despierta simpatía Juan Barranco cuando me promete con esa voz de fumador que parece prestada de Sabina que algún día participará en las tertulias de mi restaurante... 


Pero ser alcalde de una ciudad tan grande y compleja exige tener muchos y buenos asesores. Ningún candidato o precandidato me lo ha pedido, pero me he propuesto, con la ayuda de aquellos de los lectores de este cuaderno que quieran colaborar, indicarle tanto a Gallardón como a sus opositores/opositoras algunas ideas de lo que deberían hacer para Mejorar Madrid. Son cosas pequeñas, algunas. No reportarán gandes beneficios a nadie, no hablaré de recalificaciones de terrenos o permisos para construir grandes torres o nuevos estadium. No.

Porque Madrid es una ciudad que me gusta más bien poco, y eso a pesar de los esfuerzos que hacen y han hecho mis amigos engatusados por esta villa con artes de ramera para demostrarme que Madrid tiene múltiples encantos. Ya sa sabe: museos, exposiciones, conferencias, contactos de empresa, etc.


En algo les doy la razón: si quieres desayunar fuera de casa todos los días, de gorra, creo que no hace falta más que te pongas una corbata y, enterándote en qué hotel toca hoy cónclave empresarial o acto propagandístico administrativo, te personas, y pasas al salón a tomar café, naranjada y pastas, que nadie te va a preguntar quién eres ni qué haces allí.  "Es el anonimato, estúpidos."


Pero Madrid no tiene comparación con París –los magníficos despertares de la gran urbe, con los mercados de frutas y verduras callejeros, con el crecer acompasado del ruido que acabará siendo una sinfonía total durante el día-. Carece de los estupendos paseos a orillas de un río, de los que gozan, por ejemplo Düsseldorf, Budapest; no tiene el glamour elegante de Londres, ni se asoma a los incomparables programas musicales de casi cualquier ciudad alemana. No tiene la monumentalidad de Roma ni de Atenas, restos magníficos del pasado mezclados con ese caos cotidiano, pero espontáneo, que hace al conjunto irresistible como la miel...
 


Madrid quiere, pero no puede. Es una ciudad desintegrada, con pocos barrios y muchos vacíos citadinos, con escasa vida ciudadana, -hay suficientes acontecimientos culturales, pero la ciudad apenas si los vive-, en la que es un milagro encontrarte a un amigo por casualidad en la calle, y si lo haces, no podrás invitarle a tomar una copa, sino solo prometerle que ya lo llamarás un día de éstos. 


Mi desencuentro con la ciudad será, seguramente, en gran parte, culpa mía, de mis nostalgias provincianas, de ese amor por salir a dar un paseo y encontrarme, sin haberlo preparado, con un conocido y darte la alegría de empaparte de su verdad; incluso echo de menos el cotilleo sobre los otros, para mezclarlo con una osquedad con sonrisitas hecha de ignorancias sobre los vecinos.  


Claro, ahora debería escribir también que me gustan los madrileños, que son muy buena gente, que aquí nadie se siente extraño. Pero seamos serios: me parece bien que un desconocido me sonría cuando me contesta que no sabe la dirección de la calle por la que le pregunto, pero me idea de lo que es sentirme entre amigos exige más nivel. 


Empiezo, en fin, mi lista de lo que necesita (o le sobra a) Madrid: 

1. Limpieza profunda de toda la ciudad
2. Retirar todos los coches abandonados de las calles
3. Controlar la mendicidad y el vagabundeo callejero, especialmente en el centro
4. Hacer las aceras transitables, revisando obstáculos, pero cuidando el pavimento, que no tiene por qué ser de baldosas y baldosines con dibujos caprichosos que a la primera resultan levantados por las raíces de los árboles
5. Coordinar las obras de los servicios de la ciudad (teléfono, compañías eléctricas, gas, agua, saneamiento, ya se sabe) para evitar que una y otra vez se levanten las calles y las aceras
6. Eliminar todos los bolardos de la ciudad, que no se para que sirven y segun vox populi han servido para financiar alguna campaña electoral y para aumentar el trabajo de los chapistas.
7. Eliminar todos los inservibles recoge-pilas y marquesinas que sirvan más como soporte publicitario que como protección al que espera y placas anunciadoras (¿mobiliario urbano?) que impiden el tránsito de los peatones sobre las aceras, obligándolos a salir a la calle
8. Hacer la ciudad transitable para inválidos, tanto ciegos como quienes deben servirse de sillas de ruedas. Revisar todos los puntos conflictivos en ese sentido.
9. Instalar escaleras mecánicas en todas los accesos de metro, especialmente en aquellas líneas que conducen desde Nuevos Ministerios a Barajas y desde Atocha y Chamartín a las zonas más pobladas.
10. Revisar todos los solares abandonados, lugares de acumulación de desperdicios, trastos viejos, y, también, lugar de refugio insalubre para desarraigados
11. Rehabilitar los edificios en ruina, que causan y causarán graves desgracias, con un Reglamento específico, especialmente los edificios de más de cincuenta años.
12. Controlar la colocación de depósitos para recogida de escombros, señalando claramente los días en que van a estar en la calle, y evitando colocarlos en cualquier sitio. (Preferibles los sacos de plástico reforzado).
13. Decidirse a demoler totalmente los edificios antiguos sin valor arquitectónico, y sustituirlos por otros nuevos de aspecto similar, realizados por arquitectos y diseñadores expertos en remodelación urbana.
14. Crear varios edificios singulares, de arquitectura historicista. Ya que la ciudad ha visto destruídos la mayor parte de sus edificos singulares, en lugar de llenar la ciudad de restos sin valor, mejor construir referencias visuales, copiando o recreando viejos monumentos. 
15. Regular bien los semáforos para quel, por ejemplo, los peatones no quedemos atrapados en la medianera de las calles anchas. ¿No se podría pensar en los peatones, más que en los coches, y desacompasar los semáforros, de forma que la luz de una mitad de la calle estuviera desfasada medio minuto respeto a la otra?

(seguirá)