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El blog de Angel Arias

Carta a los Reyes

Estimados Reyes,

Hace ya muchos años, cuando conseguí desvelar, al caerme del pedestal de la niñez, que los Reyes Magos no eran tales Reyes ni Magos, que no venían de Oriente, que resultaba imposible que les hubiera guiado estrella alguna hacia ningún pesebre y que eran solo una excusa para crear frustraciones infantiles, porque,  de haber existido, tenían que haber sido o muy pobres o extremadamente cicateros, me dejé dominar por la publicidad y el pragmatismo.

Así que, después de estar padeciendo, a resultas de un período sin obtener regalos, con el desprecio de SSMM, la reciprocidad a mis dudas existenciales, pasé a confiar en el quehacer discreto de Papá Noel que, nunca ocultó que había nacido por invento de Coca Cola y que me aportaba regularmente pijamas y zapatillas.

Cuando nacieron mis hijos, contando con la complicidad de mi esposa, (habiendo advertido oportunamente que, a pesar de la fe que advertía en ellos, no estábais dispuestos a dejar ni un mísero presente junto a los zapatos que, llenos de ilusión, situaban sistemáticamente en el salón familiar cuando se anunciaba que volvíais a la Tierra desde vuestros oníricos retiros), no tuve más remedio que subsanar, en la medida de mis posibilidades, la omisión en vuestras listas de reparto, echando mano del propio peculio.

Por cierto que tal agravio comparativo fue advertido a los pocos años por mis sagaces retoños, apremiándome a que denunciara la injusticia  con la que eran tratados, cuestión que, la verdad, no sabría ante qué Tribunal ni por qué conceptos hacer valer.

Simultáneamente, mi relación con los seres imaginados mejoró un tanto, a raiz de que, en las fiestas familiares que se convocaban por estas fechas, aparecieron esforzados amigos invisibles que, aunque nunca supe identificar con exactitud, se empeñaron en regalarme corbatas que, desgraciadamente, jamás me atreví a ponerme, salvo en carnaval o en despedidas de solteros.

Una nueva oportunidad para rescataros del limbo en que os colocó mi incredulidad, os ha surgido, sin embargo, ahora, con la incorporación de mis dos nietas al mundo de los deseos infantiles. Acabo de escuchar que este año venís con menos pompa y menos caramelos que distribuir en las cabalgatas. No me engañaréis, sin embargo, y a prueba de verosimilitud os pongo: en lo metafísico no hay crisis, sino bonidad eterna.

Si venís aquí a dar ilusión y confianza a los más jóvenes, si servís para hacer un mundo mejor, como pretenden vuestros seguidores, dadnos una señal precisa a los incrédulos. Las circunstancias actuales nos han hecho aminorar brutalmente nuestra fe en la honestidad de los humanos -sean Reyes o plebeyos-: de fallarnos vosotros, ¿qué nos queda?.

Os pido, con todo el respeto que haga falta, que traigáis algún juguete para poner junto a los zapatitos de estas niñas, que depositaré esta noche en el salón-comedor de mi casa; y ya, de paso, existiendo voluntad de resarcirme, que me restituyáis por la omisión sostenida por décadas en el reparto a mi persona y a los míos, no en cosas que me vengan bien a mí, que poco ya necesito, sino haciendo a mi país más feliz, más esperanzado, más activo.

Y que lo notemos de inmediato en dos índices que nos tienen de cabeza: disminuyendo en millones el número de parados y aumentado el pib en varios dígitos; que lo rentabilice el PP o se atribuya a un milagro meritísimo, es, para el caso, lo de menos.

 

  

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