Lo que piensan los ingenieros de los arquitectos
El arquitecto Fernando Navarro, con el que comparto presencias en el Comité de Ambiente de la Unión Interprofesional de Madrid, me invitó a participar en una mesa redonda sobre la Arquitectura del siglo XXI (o algo así), que el Colegio de Arquitectos (COAM, 12.000 colegiados en activo) organizó en el marco de la exposición-concurso Solar Decathlon Europe, que se está celebrando en estas fechas de final de junio en la explanada del Príncipe Pío, a orillas del Manzanares.
En una mesa de bustos parlantes y ante una audiencia formada masivamente por arquitectos, no debería haberme sorprendido que la pregunta que me dirigió el moderador-provocador, Alvaro de Torres, fuera la de "comentar lo que piensan los ingenieros de los arquitectos".
Yo llevaba bajo el brazo, como banco de ideas, las actas de dos de las tertulias que habíamos mantenido, en 2003 y 2004, en el restaurante que fue de mi propiedad, AlNorte, sobre: "Arquitectura y desarrollo sostenible" y "Convivir con Madrid", en la que más de cuarenta personas de muy diversas procedencias profesionales y sociológicas, habíamos debatido, mientras cenábamos, sobre estos amplios temas.
Como tenía -como se nos había advertido a los numerosos ponentes, todos con ganas e ideas para desarrollar horas de inteligente exposición- solo cinco minutos para condensar mi intervención y lo que se me pedía no tenía mucha relación con lo que había preparado, improvisé algunas ideas, fiel al tiempo concedido por el moderador de la sesión (interviniente fundamental en la misma), sobre los arquitectos y los ingenieros. Invito al lector interesado a darse un garbeo por las actas de aquellas tertulias, que deben andar en algún lugar de la red telemática y, si no las encontrara, me pongo a su disposición para enviárselas al correo electrónico que me indique.
Siempre he envidiado a los arquitectos, carrera que eligieron algunos de los mejores de mi promoción del Colegio Auseva, un grupo de nacidos en los años 1947 y 1948 que, vistos los currícula que conformaron aquellos adolescentes de entonces, casi todos catedráticos, notarios, ex ministros o capitanes generales de sus profesiones, aprovecharon bien sus vidas...y la cuerda que aún les queda.
Los arquitectos han sido educados para padecer una esquizofrenia profesional a medio camino entre técnicos y diseñadores y, según las apetencias personales y la coyuntura, se ha decantado en uno u otro sentido, siempre condicionados, por supuesto, por la atención a los deseos de la Administración (plasmados en múltiples leyes, ordenanzas, Planes de ordenación y reglamentos de todo pelo) y lo que les dicta la economía del promotor, los constructores o los clientes finales.
La realidad de su puesto de trabajo la forma las ciudades existentes que son, en esencia, ciudades terminadas. Lo urbanizado ocupa muy poco espacio (menos del 1%, desde luego), del espacio total, en el que el hombre, sin embargo, también ha intervenido, y de múltiples formas. El respeto al ambiente, la necesidad de hacer edificios eficientes frente al ahorro energético o el cumplimiento de las reglas urbanísticas son elementos que se imponen, con carácter creciente, a la labor de los arquitectos, incorporando muchos elementos técnicos que, como sucede también en otras profesiones, no se han estudiado en las Escuelas Técnicas o lo son de forma insuficiente, porque sus condicionandos varían casi en tiempo real.
nte hacia el espacio no ocupado por ellas (la inmensa mayoría) condiciona su crecimiento, no deja mucho espacio hacia la creatividad de los arquitectos, como colectivo. Presionados por el cumplimiento de planes de ordenación urbana heterogéneos, por la necesidad de cumplir presupuestos y plazos, las obras del arquitecto "del montón" no son precisamente ejemplos para la prosperidad, sino, más bien, construcciones de circunstancias, destinadas al objetivo de vivir bajo techo barato.
No hubo debate, a pesar de que, en las intervenciones desde el público -tan interesado o más de exponer su opinión que algunos de los que estábamos en la mesa- sugirieron que la sesión había estado mal enfocada. Lo hubiera sido así, o no, lo cierto es que la cuestión merece, no una, doscientas sesiones. Un tema abierto, y sustancial.
1 comentario
Marcelo Suarez -
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Marcelo