A sotavento: La energía nuclear aporrea la puerta con un bagaje conveniente
Los responsables de las empresas eléctricas con intereses en la energía nuclear están nerviosos. La incertudimbre respecto a la estrategia energética del gobierno socialista tiene fecha concreta. El Consejo de Seguridad Nuclear hace ya algún tiempo que tiene preparado su informe sobre el estado de la central de Santa María de Garoña, y aunque no está obligado a entregarlo hasta el día 5 de junio, todo el mundo sabe que propone prolongar su vida útil por diez años.
Pero no hay seguridad de que el presidente Zapatero asuma la propuesta, porque la decisión es, se dice, política. Y la Fundación Ideas ha lanzado una andanada en la línea de flotación de las expectativas, al indicar que las energías llamadas renovables una manera posible y mejor de garantizar el idílico futuro ecológico con el que soñaron los creadores de la niña Heide y su abuelo. Ellas solas serían capaces de producir el 100% de la energía, siguiendo las directrices de los informes de Ecologistas en Acción y la letra pequeña de un informe del IMT de 2003.
La línea argumental de las empresas eléctricas con intereses en el sector nuclear, especialmente, Endesa, es muy otra. Utilizando como ariete el Foro Nuclear , cuenta con el apoyo masivo y en su mayor parte, desinteresado, de prácticamente todo el sector profesional, tanto técnico como económico, de España. Que todo el mundo entienda del tema, es, por supuesto, harina de otro cantar; pero ya nos hemos acostumbrado a que no haga falta saber bien para gritar muy alto.
La energía nuclear ha sido presentada en estos últimos meses, en un esfuerzo muy bien orquestado, como una forma de energía totalmente controlada, rentable, con máxima seguridad de funcionamiento, en vías de solución a los problemas bien conocidos que plantean sus residuos de alta radioactividad, etc.
Una energía producida por empresas nacionales bien imbricadas en el sector industrial, generadoras de empleo y alta tecnología, de suministro garantizado y estable, con ventajas, aunque compatible con otras energías más simpáticas, pero de más elevados costes de producción.
Se comprende el enfado de Juan Velarde Fuentes, brillante expositor de la reciente Historia tecno-económica de España -desde la llamada revolución industrial-, en el foro que le brindó la Cátedra Rafael Mariño, de la Universidad de Comillas.
En el coloquio de la mesa que le tocó moderar, dos espectadores se empeñaron sucesivamente en hacer resaltar que no teníamos en España mineral de uranio y que su extracción provocaba graves efectos a los esforzados mineros del Africa profunda (Níger), amén de que la proliferación de centrales en construcción acabaría creando subidas de precios y problemas de suministro.
Velarde se enfadó y trató de reventadores a los demandantes, con voz tronante y ánimo convulso. Con un tono apacible, y sin haber oído las razones de quienes mantienen que las centrales nucleares no tienen garantizado el suministro a largo plazo, en la clausura, Carlos López Jimeno, el director regional de Industria y nergía, expresó que "en España tenemos uranio en abundancia, y lo puedo afirmar porque soy ingeniero de minas".
No digo que no, pero con menos contundencia, pues no quiero ocultar mi ignorancia, casi esférica, sobre el tema. Aunque también soy ingeniero de minas, aprecio a López Jimeno, y anduve metido en eso de la extracción de minerales cuando era algo más joven.
Apunto solamente hay que encontrarlo y, después, extraerlo de forma rentable. De momento, Enusa tiene su explotación de Saelices clausurada y las empresas canadienses que estuvieron realizando sondeos en Extremadura y Salamanca -entre otros lugares- parecen haber tenido resultados contradictorios y, en todo caso, no comunicados a la opinión pública.
Las perspectivas de que se encuentren compuestos de uranio en las cantidades y condiciones adecuadas son, según tengo leído, halagüeñas, pues existen múltiples puntos en la geografía española en donde se encuentran mineralizaciones.
Tal vez, por fin, como apuntó Velarde, cuando estaba más tranquilo, la naturaleza no se muestre esquiva con España en este siglo y se tenga, al fin, la oportunidad de sanear nuestra deteriorada balanza de pagos con el apoyo de una energía barata.
Con energía nuclear de tercera generación, por supuesto, para las nuevas instalaciones. Y con la prórroga de la vida útil de las centrales existentes, claro. Empezando desde mañana mismo, para que los cedros crezcan cuanto antes.
Cuando cierro los ojos, puedo soñar en mundos imposibles, con ahorros de energía importantes, alta participación de la energía solar, centrales de ciclo combinado distribuídas de forma equilibrada por la geografía y no apelotonadas en unas pocas regiones con las poblaciones más sufridas.
Pero, cuando me despierto, no puedo evitar utilizar la razón y atender al sentido de oportunidad. Entre otras cosas, prefiero una central nuclear controlada por técnicos españoles -o europeos- que no en lugares lejanos, regidos por gobiernos corruptos y sistemas jurídicos inseguros, regidas por técnicos egresados en Universidades de excelencia desconocida y con aficiones, acaso, a ingerir cantidades excesivas de bebidas alcohólicas, antes, durante y después de comenzar su peligroso trabajo, sometido a estrictos controles de seguridad que pueden saltar por los aires por un "fallo humano".
El bagaje de la energía nuclear es conveniente; el inconveniente está en que la necesitamos.
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