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El blog de Angel Arias

Jugando en corto: Testamento vital y distanasia

No debiera preocuparnos cuándo vamos a morir, sino cómo. No es lo mismo apagarse lentamente, que sufrir un infarto letal, quedar seccionado en dos mitades por un quitamiedos, morir en una misión humanitaria o en un atentado terrorista. Por supuesto.

La existencia actual de medios quirúrgicos y farmacológicos para prolongar artificialmente una vida vegetativa plantea con rigor la cuestión de la distanasia. Prolongar la vida de forma inútil. Generalmente, con sufrimiento del paciente. ¿Por qué razón, a qué pretexto?. Hay donde escoger: miedos con raíces religiosas, ignorancia, ávida dolar, investigación terapéutica no siempre documentada ni autorizada, falta de criterio, confianza en un milagro redentor, ...

Se habla mucho de la eutanasia, y poco o nada de la distanasia. Por supuesto, todos queremos tener una buena muerte, que es lo que significa eutanasia desde sus raíces griegas. Un final sin sufrimientos anormales, con los cuidados paliativos que nos permitan dejar sin estridencias dolorosas todo lo que nos ha venido preocupando tanto, cuando el cuerpo ya no nos sirva para representarnos.

Hagamos el testamento vital, ahora que estamos a tiempo. Mientras seguiremos atentos el desarrollo de la cuestión respecto a la eutanasia activa, que presenta varias aristas legales y éticas, nada nos impide declarar nuestro apoyo a la eutanasia pasiva. Una indicación precisa para que la ciencia médica -la de los médicos que saben como la de los que ignoran- no se esfuerce en darnos más de una vida cuando el proceso de nuestra enfermedad se haya hecho irreversible. No habrá gastos innecesarios, ensañamientos corporales, duelos atrasados.

Que se nos deje morir en paz, con nuestra paz natural. Si la enfermedad que nos ha atacado la cáscara de nuez es todavía incurable, al estado de la ciencia de ese instante, que no se nos mantenga ni un minuto más anclados a esa pretensión de eternidad que caracteriza la existencia humana aquí en la Tierra. Y que, por favor, se nos ayude a quitarnos dolor aunque ello vaya a acortarnos la vida, transformada ya en muerte. No queremos más méritos para la gloria celestial.

Démosle, en fin, la oportunidad de demostrar su existencia a las fuerzas del otro lado del espejo sin intentar sobornar a Caronte para que nos lleve dando un rodeo con la barca.  Y sin admitir que nadie se despache con lo que queda de nosotros, haciendo creer a familia y amigos que controlan el amasijo de tejidos que tienen entre manos, esperando uno de esos milagros que no llegaron cuando más los necesitábamos.

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