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El blog de Angel Arias

A barlovento: Las opciones políticas de las minorías con ganas de participar activamente

Escribo desde la emoción de saber que Eta ha querido intervenir en la campaña, para reforzar -dicen- su mensaje de abstención activa, matando a un socialista, Isaías Carrasco, en Mondragón, Euskadi. Hace cuatro años, otros terroristas, de Al-Qeda en aquel caso, también habían querido intervenir en la elección a Presidente de Gobierno, y puede que indirectamente lo consiguieran; entonces, aquellos otros cuyas raíces comunes con éstos son, sin duda, su desprecio hacia las vidas de los demás- eligieron la fórmula fácil de bombardear a desprevenidos ciudadanos en Madrid.

Ha sido reiteradamente comentado en esta campaña que el bipartidismo forzoso a que nos ha conducido nuestra Ley electoral, ha puesto de manifiesto la debilidad de nuestra democracia en este contexto específico, pues la necesidad de establecer diferencias en temas sustanciales, para marcar publicitariamente el terreno, ha forzado diferencias en puntos en los que se debiera estar totalmente de acuerdo.

El bipartidismo es aceptable en democracias consolidadas y antiguas, pero deja a los votantes con pocas opciones cuando hay temas sustanciales que aún parecen tener que debatirse para conducir lo sustancial de la vida en convivencia, y las llamadas de atención de los partidos minoritarios aparecen como demasiado simples frente a los temas cruciales que ocupan el centro del escenario.

Combatir unánimemente al terrorismo, sin matices, sin diálogos, conscientes de que los terroristas no representan ninguna opción democrática, no debiera haber sido un tema de discrepancia en la campaña, y lo ha sido. Si hay algunos ciudadanos que pretenden defender con las armas, y específicamente con el asesinato de los representantes democráticos o de los guardianes del Estado de Derecho, sus hipotéticas ideas, la posición incontrovertible de los pacíficos ha de ser su marginación absoluta, su negativa a negociar con quienes los amparan y ocultan.

Hay otros temas, posiblemente de menor empaque, pero muy importantes, que tampoco deberían ofrecer margen para fisuras. Defender el medio ambiente, desde la unidad del Estado y la solidaridad, eligiendo  aquellas opciones que sean más favorables desde el punto de vista energético y realistas en lo económico, no debiera haber ocupado el sitio preferente entre las discrepancias, y lo ha ocupado.

La opción de la desalinización del agua de mar como fórmula menos gravosa de afrontar la escasez de agua y el mantenimiento de la energía nuclear como forma necesaria de mantener nuestro mix energético , no debieran haber sido motivo de discrepancia, por bonito que puede parecer defender opciones ecologistas, la belleza del medio ambiente o las energías alternativas. Lo ha sido.

Defender que la inmigración, saludable en general para todos -alóctonos y autóctonos- cuando está controlada y viene a cubrir una necesidad de ambas partes, está causando ciertos desequilibrios a nuestros servicios sociales y a nuestra economía no debería estar en el debate electoral, y lo ha estado. Por supuesto que la inmigración legal es bienvenida, pero que nos hayamos convertido en refugio de los ilegales de Europa, por mucho que nuestros nacionales prefieran cobrar el subsidio de paro antes que asumir ciertos empleos, no puede más que causarnos daño a las economías. Lo está causando, creando inflación y ayudando a mantener bolsas de precareidad laboral y provocando el flujo de dinero negro, preludiando tensiones más graves a medio plazo.

Pretender que nuestro sistema impositivo no tiene la solidez suficiente es algo que debiera ser debatido, y no lo ha sido. No es cuestión de rebajar impuestos o devolver parte de lo recaudado porque nuestro Estado de derecho, al parecer, no saber qué hacer con los excedentes. Es una vergüenza que solo 100.000 personas declaren ganar más de 84.000 euros al año, y pone en evidencia las bolsas de fraude existentes, en especial, entre los no asalariados. Se debe aumentar la inspección fiscal, sin más, antes que debatir sobre los tipos únicos o la eliminación del impuesto de sucesiones.

Creo que en estas elecciones hemos vuelto a echar en falta el afloramiento de partidos, por la izquierda y por la derecha, que amplíen el campo de opciones políticas y, dentro de los partidos mayoritarios, que se construya un auténtico debate social sobre lo que conviene hacer, desde la pluralidad, el entendimiento sin crispaciones, el conocimiento de la realidad técnica y económica, la tolerancia ideológica, el laicismo de la sociedad, el apoyo al desarrollo de los pueblos, la integración plena en la cabeza de Europa, y una postura internacional perfectamente asumida por todos, cuyas raíces han de ser la tolerancia, el respeto a la autonomía de los pueblos, la cooperación internacional, la investigación y la ayuda para salir de la pobreza.

No son exactamente, en el fondo, cuestiones de izquierda y derecha, son de sentido común. Y, obviamente, en los partidos minoritarios, despreciados y vituperados por los grandes, hay muchas ideas que son plenamente asumibles. Votemos, pues, y pensemos en la bondad del pluralismo, analizando todas las opciones, incluso (o en particular) las que no han gozado del ímpetu mediático.

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