Blogia
El blog de Angel Arias

Al pairo: Papeles

Admito que los papeles suponen para mí una atracción irresistible. Selecciono, recorto, agrupo, relleno, pierdo. Mis despachos y lugares de trabajo, el dormitorio y hasta el cuarto de baño de todos cuantos lugares de habitación ocupé, acabaron atiborrados de papeles. Trato de ordenarlos a veces, pero esa plaga de celulosa laminada y escrita, parece en realidad, incontrolable. Seguramente la mitad de mi vida, como un maleficio, estuvo (está, me deseo, por la cuenta que me tiene) dedicada a buscar los papeles que he perdido en la otra media.

No importa qué papeles. Todo me interesa. Pueden ser noticias, comentarios originales, plagios, ideas memorables o incluso, estúpidas. En la colección inacabable, han de estar, además, por supuesto, los míos, aquellos que contienen mis pensamientos, generados por mi incontenible logorrea: informes, notas, poemas, relatos, conferencias, borradores, anotaciones inconclusas, garabatos acaso indescifrables, que me prometo desentrañar un luego, en la calma que nunca viene.

No solamente letras, ni grafías. También esquemas, pictogramas, fotos. No pueden faltar imágenes de paisajes, trozos de figuras humanas y animales, escorzos de captadas o insinuadas bellezas, más recortes de recortes, acordes de femenina dulzura, rostros de famosos, (por si alguna vez me los encuentro en alguna reunión social que raras veces llega), rostros de anónimos que dicen sin palabras. Y, obviamente, están todos mis dibujos, apuntes, galimatías, caricaturas, logos, líneas,...

Estoy convencido de que somos muchos aquellos a quienes nos entusiasman los papeles. Puede ser que no podamos vivir sin ellos. Nos protegen y nos matan a un tiempo. Pero, ¿cómo resistirnos?. 

Tengo una anécdota sobre lo pegadizos que son los papeles, que me contó un amigo alemán. 

"Resulta que un joven había sucedido a un ingeniero senior. El antecesor era una institución en la empresa, tenida por un sabio irreemplazable. Se trataba de un trabajador incansable, un sabio completo., un hombre dedicado en cuerpo y alma a la institución, que no había tenido ni un minuto para su familia ni para su ocio.

"Había muerto hacía dos días de infarto y el novel, cuando abrió la puerta del despacho, sintió que el mundo se abría bajo sus pies. El cuarto estaba lleno de papeles. Había montones de carpetas, fajos y hojas sueltas en todo el espacio disponible, sin una indicación, sin prioridades. El joven se sentó en el sillón que había ocupado el genio, y empezó a leer la primera cuartilla que estaba a su alcance. No entendía nada. Imposible ponerse al día. Inútil ordenar y comprender todo aquello. Le llevaría años, toda su vida, quizá.

"Resolvió, al cabo de un rato de meditación, hacer lo que le parecía más sensato. Ordenó que le metieran todo en cajas, y dejó completamente limpio su despacho. Partió de cero. Nunca necesitó consultar aquellas cajas, que, al cabo de cuatro o cinco años, fueron destruídas para siempre. No supo jamás qué era lo que guardaba su predecesor, en qué estaba tan ocupado, tantas horas.

Le recordaba yo esta historia a Alejandro Rebollo, allá en 1980, él recién nombrado presidente de Renfe. Con su amabilidad exquisita,  había aceptado mantener una reunión conmigo, que solicité desde la osadía. Quería presentarle un sistema para recargar ruedas usadas de ferrocarril que debería solucionarle una buena parte del mantenimiento del parque móvil.

Los antecedentes no vienen ahora al caso, pero en la distensión que él supo crear, me reconocía, mientras tomábamos un café, que su antecesor le había dejado la mesa limpia de papeles. "Nada. No tenía nada. Me cedió el despacho sin una sola nota de lo que le preocupaba". "Está Vd. de enhorabuena", le dije, antes de contarle la historieta, con mi juvenil insolencia.

Muchas otras veces he leído que, cuando hay un cambio brusco de gestores, los predecesores no suelen dejar a su sustituto ni el papel de envolver el sandwich del día anterior. Y pienso para mí: le han hecho un favor. Empezar libre de todo condicionando, sin prioridades ni urgencias impuestas es un regalo hacia el futuro. Ya se encargará el día a día de construir sus nuevas trampas, y será muestra de destreza, saber evitarlas.

Hoy ya no son quizá tanto los papeles, sino esa colección de archivos informáticos, emails, programas, imágenes pif, documentos doc y pdf que, junto con los desapacibles virus, spywares y otros malfactores de incansable reproducción se encargan de atiborrar nuestros espacios, reales y virtuales, poblándolos de trampas despiadadas contra nuestra tranquilidad y eficacia.

Lo que no impide que haya, hoy como ayer, muchas disputas por papeles. No voy a recordarlos a todos, solo insinuar algunos. Desde el llamado archivo de Salamanca, (fotocopiado página a página y mantenido ahora por duplicado y puede hasta triplicado), hasta las páginas perdidas o hurtadas en preciosos volúmenes poco vigilados de la Biblioteca Nacional y que le costaron la discreción a Rosa Regás, pasando por los muchos documentos y legajos olvidados en tantas y cuantas Bibliotecas y Fondos de Empresa, privados o públicos, locales o provinciales, despreocupadamente archivados ocultando posibles valiosas informaciones que desplegará de pronto un Mr. Gibson a nuestros ojos de Pérez...

En un papel, que debe andar por ahí, he dejado instrucciones que, cuando me muera, me quemen junto a todos mis papeles, en una pira funeraria que se lleve a un tiempo, tanto mis restos histológicos como mis fatuas pretensiones de hacer sobrevivir mis inquietudes. Así libero a mis sucesores de la decisión de dejar mi mesa limpia, para poder descubrir por sí mismos las piedras que les harán tropezar en su camino.

 

 

 

1 comentario

miguelin -

Eso sí, quedará el blog, como testigo inalterable e intangible de tus papeles virtuales. Todo encaja...