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El blog de Angel Arias

Al pairo: O existe infierno, o nos deberían descontar el tiempo dedicado a ganar indulgencias.

Al pairo: O existe infierno, o nos deberían descontar el tiempo dedicado a ganar indulgencias.

Quienes hemos sido educados en la teoría judeo-cristiana sobre las razones de la existencia y el sentido del cosmos, agradecemos que el Papa Benedicto XVI esté recuperando el valor de algunos de los principios dogmáticos de la religión católica.

Si bien era disculpable que no existiera el limbo, las dudas sobre la existencia del cielo y del infierno son impresentables.Para los más castigados en este valle de lágrimas, no resulta admisible que el infierno carezca de ubicación física, con fuegos y tridentes afilados, ni, por supuesto, que el cielo no tenga su cohorte angélica dispuesta a complacer los deseos de los bienventurados. No era justo que se estuviera apelando a la filosofía y a la metafísica para entender lo que nos espera después de la muerte.

La falta de aproximación a lo que verdaderamente capta adeptos en nuestra sociedad hedonista, era, -incluso al decir de algunos inexpertos entre los que me cuento-, la razón de la pérdida de confianza en los postulados cristianos, lo que estaba favoreciendo el crecimiento del numero de fieles a las teorías islámicas sobre el Más Allá.

Porque es más atractivo asistir a un partido de fútbol en que se marquen muchos goles, que mirar una partida de canasta. Quiero decir, es más convicente y apetitoso -al menos, para el sexo dominante aún- un cielo aderezado con huríes, malvasía y placeres carnales, que no hablar de un lugar de imprecisa ubicación cuya gracia consistiera en la contemplación eterna de seres estáticos.  Había que recuperar la contundencia tanto de la recompensa como del castigo finales.

Porque, a falta de demostración en contrario, tiene más gancho un Programa de Gran Hermano o verse un Barcelona-Madrid televisado que un estado impreciso de bienventuranza en el que sepamos que los que nos han fastidiado en este mundo no estén siendo cosidos a pullazos en el fuego eterno.

Había, pues, que poner coto a las dudas sobre la existencia del cielo y del infierno. Mientras se ponen de acuerdo los expertos en las cualidades del cielo y del infierno extraterrestes, y ante la sospecha razonable de que el más seguro cielo y el infierno "está" aquí (en singular, recordando la construcción de un magnífico poeta), me apunto a la relación provisional de perjudicados.  Formo parte del grupo de crédulos que nos empeñamos, en su momento, en generar millones de indulgencias con las que a) salvar a las almas del Purgatorio, b) forzar la conversión de los chinitos, c) acumular bonos para un mejor tratamiento en la otra vida y d) conseguir la beatificación de varios Honorables.

Por si las moscas, no defiendo que el tiempo que pasamos de rodillas en nuestra niñez lo tengamos que dar por perdido del todo, pero no me resigno a que no se me valoren las muchas horas dedicadas a obras pías, genuflexiones y oraciones, en la esperanza de que fueran contabilizadas en los libros de los activos eternamente cotizables.

Si no existe Purgatorio, si la conversión de los chinos se ha evidenciado imposible (tanto por crecimiento desmesurado de su población como por la dura resistencia de los monjes concentrados en el Tibet), y si la santificación o beatificación de Honorables está, según parece, oscuramente contaminada por la posesión del dinero en ciertos grupos, ¿qué nos queda?. ¿Quién va a responder por habernos transmitido la confianza en que los mejores premios y castigos se repartirán en el más allá?. 

Que nos dejen en su sitio el cielo y el infierno. No tenemos ya tiempo, ni cuerpo adecuado, para recuperar el que dedicamos a ganar indulgencias. No es cosa tampoco de pasarse a valorar las ventajas del cielo estilo islámico, haciendo apostasía. 

Estas reflexiones las realizo a salvo de lo que nos vayan descubriendo y contando los teólogos, siempre más ilustrados para desentrañar las voluntades de nuestros seres superiores. Pero que no nos quiten del haber lo no bailado. 

 

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