A sotavento: Esteban Carreño, Oviedo, el agua
Me llamó por la mañana Alfredo Menéndez Carreño que trabajó conmigo en Fomento de Construcciones y Contratas. El mensaje era tan escueto como impactante. “Mi tío Esteban ha muerto”.
Esteban era una institución en torno al agua de Oviedo. Ingeniero Técnico de una generación inolvidable de entregados a los servicios municipales, no creo desvelar ningún secreto si confieso que nos desbravó a unos cuantos en relación con un tema para el que sabíamos poco. En todo caso, lo poco que se aprende en los libros. El sabía, sobre todo, por la práctica. Y por haber sabido rodearse de un grupo de profesionales que, de día como de noche, solo tenían un objetivo: dar el mejor servicio a los usuarios. Porque, entonces, no había clientes del agua.
Recuerdo, por ejemplo, la excursión que hicimos siguiendo la vieja traída hasta los manantiales de Riosa, (era a principios de los 80) en la que fuimos convenientemente ilustrados de la mucha agua que se perdía por aquella conducción que pedía a gritos una renovación. Estaba entonces de concejal de aguas Enrique Pañeda, y de alcalde Antonio Masip. En la expedición figuraba Ricardo Robles Montaña –infranqueable ex-portero de futbito en el colegio Auseva-, que era alto cargo en el Ministerio de Defensa con Gustavo Suárez Pertierra, y el geólogo Javier Alvarez Pulgar, hoy catedrático de Geodinámica, y entonces experto en detectar todos los deslizamientos de aquellas laderas.
El embalse de los Alfilorios, por fin, era una realidad. Había mucho que enseñar de aquel servicio de aguas. Organizamos, bajo la erudita dirección de Esteban, las Jornadas del Agua, en 1985-86, bajo el lema "Oviedo, el agua", y con la colaboración de Nostromo, en donde campeaba Nacho Manjón.
El entonces recién llegado Goyo Abril se esforzó en presentar una historia bien documentada -y algo plúmbea, por tanto- sobre las vicisitudes del líquido en la ciudad. Con aquel pretexto lúdico-técnico auspiciado por AEAS (la patronal del agua) pusimos a Vetusta patas arriba, y a su catedral, boca abajo, con un póster magnífico de José Vivancos. No nos dejaron pintar una raya azul sobre las aceras, para que los visitantes supieran por dónde ir mejor, e Ignacio Noriega se quedó sin publicar un magnífico turistario, del que guardo una copia como oro en paño.
Pudimos convocar –porque todos eran amigos de Esteban- a lo más granado de los sabios del agua de España y parte de Europa: Urbano Arreguui, Urbistondo, José Valín, Dirickx, Díaz-Caneja, Félix Cristóbal, José Luis Prats, Curro Moreno,... Cuánto me ayudó aquello...
Esteban se batió para defender los intereses de Oviedo en el marco de un invento, el Consorcio de Aguas de Asturias (Cadasa), que empezaba a tomar cuerpo entonces, y en el que tuvimos que batirnos con otro amigo, Pedro Piñera, que pasaría después a dedicarse a las setas.
Nos encontramos muchas veces. En alguna ocasión, pocas, lo tuve enfrente, como cuando él defendía intereses de Aguas de Barcelona y yo andaba de director general de Seragua. Pero siempre estuvimos al mismo lado del cariño por las cosas bien hechas, por la bonhomía, por la amistad sin reservas.
Cuando estuve de gerente en Aguas de Vigo, Esteban me introdujo a Pedro Reboredo, otro clásico del agua, y por amistad trasladada, me encontré encajado en su mundo de sabidurías y afectos. Por entonces, Esteban veraneaba en Nigrán, y su hospitalidad y la de Angelines, su mujer, acompañados de un elenco de sabias mujeres –hijas, suegra, tías-, eran una garantía de veladas inolvidables.
Ha muerto una excelente persona. Estará siempre aquí, conmigo, mientras yo siga en este sitio, el de bregar y dar caña. Echaré de menos los cafés de la mañana en Oviedo, los paseos discretos por la calle Uria (Esteban padecía de juanetes), su conversación sabia y distendida. Pero tengo mucho Esteban con el que recordar los buenos tiempos del agua, cuando era escasa, bastante más barata, y conseguirla, llevarla a las casas, cuidarla, un trabajo de guevos, sudor, cosas de titanes.
3 comentarios
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El fue el creador de la estructura para la Quincena del Agua y el artífice del diseño para la recuperación de la nave de los Guisasola en Llanera. Luis González, que era el director técnico de Ingeniería y Diseño, la empresa que el Gobiernín regional había creado para introducir las nuevas tecnologías en Asturias, y de la que me habían hecho Presidente, recordará las improvisaciones de Chus para lo que se quería fuera una obra emblemática de la Factoría.
Creaba a medida que se avanzaba en la obra, y a Luis y a mí, como ingenieros responsables de que el tinglado se sostuviera, nos traía a veces de cabeza.
Tuvimos unas cuantas reuniones con Pedro de Silva, Juan Cueto y Rodrigo Uría; incluso alguna vez aparecieron Victor Manuel y Ana Belén.
Yo escribo estas notas sobre una mesa de madera concebida por él para trabajar con los ordenadores, ganadora de un premio de diseño, y por la que pagué 50.000 Ptas.
Chus me llevaba unos años, pero era bastante más joven, y, lleno de vitalidad, estará organizando alguna nueva Quincena con Esteban Carreño. O tramarán algún otro invento. Así que, cuando vaya por Asturias, me pasaré a dar una vuelta por el Fontán, a ver si capto lo que traman y me puedo apropiar de alguna idea.
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" En nombre de mi familia, le quiero dar gracias al Dios de la vida por papá.
El orgullo es un sentimiento que suelen sentir los padres por los hijos, pero lo que resume la sensación que hemos tenido estos días es que estamos especialmente orgullosas de mi padre.
Cada una de las personas que se ha acercado a nosotras no podía más que decirnos cosas buenas de él. De lo fiel, leal, honrado y generoso que era.
Yo no sé si Sara y yo habremos conseguido recibir ésas cualidades en herencia, pero estos días me he dado cuenta de que, al menos, sí hemos conseguido perpetuar una de las principales características de mi padre, el saber ser amigo.
Ahora que os veo a vosotros aquí, me doy cuenta de que quizá, ése es el principal denominador común que tenemos con papá: los buenos amigos.
Lamentablemente, a muchos de vosotros no os conocemos en persona, o nos recordaréis de niñas, pero mi padre hablaba constantemente de vosotros y sobre todo confiaba en que estabais ahí.
Ahora habéis vuelto a estar y no tengo palabras para agradeceros el cariño que habéis demostrado que teníais a mi padre. Muchos estáis sorprendidos porque ni siquiera sabíais que estaba enfermo. Yo creo que ésa es también una enseñanza del carácter de papá. El no quería que lo supierais para que la gente no se preocupara por Carreño.
Es fácil ver aquí como Dios ha actuado en el ánimo de mi padre todos estos años, sosteniéndolo y dándole esperanza. Gracias a la fe que mi padre tenía, y que tuvo hasta el último momento, supo llevar su enfermedad con alegría y dignidad.
Ha sido difícil encontrar un rato para reflexionar y orar estos días pero, espontáneamente, me brota darle gracias a Dios por haberse llevado a papá de esta manera. Habiéndooslo dejado en el recuerdo paseando por la calle, o entrando en la Cala, yendo a comprar la lotería, o comiendo en Viavélez.
El Señor ha querido no distorsionar vuestro recuerdo, y creo que es uno de los regalos más generosos por su parte que mi padre podía recibir. Sé que es lo que quería mi padre, y por eso no puedo más que expresar mi gratitud ante ello.
De nuevo daros las gracias a todos por estar aquí, por haber estado siempre aquí y deciros que aunque Esteban ya no esté, estamos nosotras y que contéis con nosotras como contabais con él. Ojalá estemos a la altura pero me temo que mi padre ha dejado el listón muy alto.
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Yo no envié, claro está, ninguna carta al Director sobre este tema. La difusión en ese periódico regional de esa manifestación de mis afectos, hay que agradecérsela a Javier Cuervo, que atendió así a mi sugerencia de dedicarle algunas líneas a Esteban en el periódico, en una llamada telefónica que le realicé después de haber hablado con Angelines y con Sara, (una de las hijas de Esteban), que habían leído en mi Cuaderno la nota y me la acababan de agradecer muy emotivamente.