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El blog de Angel Arias

Carta desde Europa: Apagones, viticultores, académicos y espejuelos

Según mis notas, el 21 noviembre de 2004 envié al periódico El Imparcial, de Oaxaca, (en donde hoy se están viviendo momentos de gran tensión que contrastan con la placidez que entocnes quería reflejar en mis cartas de un personaje inventado hablando sobre crónicas de actualidad), esta Carta, una más de la colección de 20 Cartas desde Europa que componen un testimonio de mis. seguramente, pretenciosas ocupaciones literarias.  Qué le voy a hacer, qué se le va a hacer.  
Mi querida amiga, me quedé atrapado cinco minutos en el metro de Madrid y esto me dió cierto tiempo para observar a los demás. No tengo claustrofobia, aunque creo que ese era el síntoma de algunos de los viajeros con los que tuve que hacer a pié el camino hasta la estación más cercana, siguiendo los rieles. Por segunda vez en este año ardió un transformador en esta ciudad y durante un par de horas rozamos el caos. Mientras nos quejábamos, reflexioné sobre las fragilidades de nuestro bienestar, tan vinculado a la energía, el fluído que es la sangre de nuestra economía.  

Hace unos años hubiéramos podido creer que la inexplicable avería era un aviso del más allá, puesto que estábamos en la víspera del aniversario de la muerte de quien se autollamó  El Generalísimo, artífice por reacción de nuestra actual realidad desatada y bien desatada.  Pero los tiempos han cambiado. Pocos se atreven a defender hoy la oportunidad de mantener los cuatro símbolos (estatuas, efigies o medallones) que aún nos restan en lugares públicos de quien fue durante cuarenta años el centro de todos los tactismos políticos y económicos en mi país, y que, a cada ocasión, contradiciendo el dicho de que “muerto el perro, se acabó la rabia”, está siendo oficialmente denostada.

 

Ignoro si más fácil que limpiar todos los restos de ese pasado, pero tengo la impresión de que también será harto difícil, es el propósito de quitar los rastros de contaminación radioactiva de la costa de Palomares, en Almería, en donde subsiste parte del plutonio de cuatro bombas nucleares que cayeron allí pacíficamente en 1966, desprendidas de dos aviones que chocaron cuando se abastecían de combustible. Un momento histórico cuya atención quedó desviada por los ridículos bañadores Meyba –me pregunto si con refuerzo protector de plomo- que llevaban tanto Fraga, entonces Ministro de Interior, como Míster Angier Biddle Duke, el embajador gringo-.

 

Si se pudiera borrar de la historia de la Humanidad todas las afrentas e infamias, y de paso, abominar de todos los dictadores, descubrir las sinrazones de todos los tiranos, posiblemente nos quedaríamos con pocas líneas que enseñar en los libros de texto. Hemos avanzado en muchos campos, pero los problemas principales –qué, por qué, para qué de tanto caminar entre lo oscuro - carecen de respuestas convincentes. Tampoco parece ser esa la preocupación de los que más tienen, mi querida amiga.

 

Un rico inteligente y  pragmático (le acepto que piense que me corroe la pura envidia), Bill Gates, descendió de su Olimpo para pasar unas horas con nosotros, en la lejana Europa. En Madrid, en un programa apretado, pronunció siete discursos en diez horas, se fotografió con la mayor parte de los grandes empresarios españoles, y nos predijo un poco del futuro. Pidió que los poderes públicos le defendieran del software libre,  (el software que se disfruta sin pasar por caja) y contestó las preguntas de tres cibernautas elegidos entre miles (mi propuesta no fue seleccionada: “¿tiene algo que ver la cibernética con la felicidad?”). Hasta presentó un programa informático por el que los bodegueros podrán controlar el ciclo del vino, de pé a pá, desde la vendimia, hasta el descorche. Yo, parapetado en mi ignorancia, lo escuchaba cruzando los dedos y repetía a Garcilaso de la Vega: “no me la toquéis, así es la rosa”.

 

Los atractivos de Barcelona –entre los que cabe incluir el vino- no han sido suficientes para convencer a Juan Villorio de quedarse. Vuelve a México, con los 18.000 euros del premio Herralde 2004 de novela, no sin haber lanzado algunos dardos contra la “carnavalesca realidad política mexicana”, que debe ser una manera de prepararse el adecuado regreso. En su novela El testigo tiene como protagonista subyacente a Ramón López Velarde, (“yo perdono tu flaqueza, y esclavo de tu hechizo, de tu primer hijuelo, dulce amiga, celebraré en mis versos el bautizo”) el magnífico poeta que murió en 1921 de pleuresía por pasear en la noche del México DF hablando sobre Montaigne sin abrigo.

 

No hay que extrañarse demasiado, al fin y al cabo, de que la realidad nos parezca caricatura, y más desde el prisma de la política, porque “la tele es una casa de cristal que nos permite ver la ropa sucia y la basura de todos”. La frase no es mía, querida amiga, sino de su presidente de Vds., y  es una forma indirecta de reconocer que  es difícil que le vean a uno su genialidad cuando está en batín y zapatillas. Pero como ahora la televisión nos permite a cualquier mortal deducir las consecuencias de unos gestos, nos ha parecido a muchos que el Rey Juan Carlos y el presidente Vicente Fox se tienen sintonía positiva. Así lo parece en las fotos que se dejaron hacer en Costa Rica, apadrinando a un neófito que se está situando muy bien en nuestras encuestas de simpatía, Rodríguez Zapatero. Los tres, posando juntos, trataban de demostrar que no tenían razón quienes pensaran que la Cumbre de Estados Iberoamericanos andaba devaluada por las ausencias, y es que, quien más quien menos, todos andan afanados en achicar el agua de sus propios feudos.

 

Ha sido, sin duda, una semana con olor de hispanidad. Lo hubiéramos pasado bien en Rosario, en donde el Diccionario Panhispánico de Dudas fue presentado oficialmente en el III Congreso de la Lengua española. Allí estaba, entre otros ilustres de la pluma, José Moreno de Alba,  que tuvo unas palabras para el efecto Tatarstan, que yo bien creí en un primer momento que sería una clave para entender la situación en la antigua URSS, pero se refería a que la idea del hiperdiccionario surgió en Zacatecas, cuando los académicos comprobaron que no había acuerdo sobre cómo escribir el nombre de esa república soviética. Por cierto, que yo no veo la misma sintonía a la que antes aludí antes, cuando comparo los gestos en torno al presidente argentino Kirchner, que no solo hizo esperar casi dos horas a sus invitados, sino que cerró los ojos cuando un grupo de personas se acercó a la representación española para regalarle unos espejuelos de colores con los que querían recordarles lo que pasó hace quinientos años aunque también les reclamaban ayuda inmediata para empleo, alimentos y mejores condiciones.

 

Empleo y mejores condiciones no se si serán fáciles de obtener por arte de birlibirloque, pero fueron muchos los que se subieron a la tribuna de oradores en Argentina para obsequiarnos con una ración de hermosas palabras, que es barata y sirve de alimento para el espíritu. Lo hizo Carlos Fuentes,  que estaba acompañado de su esposa la periodista Silvia Lemus y, sin duda, del recuerdo emocionado hacia Carlitos, el hijo pintor y poeta que se murió de hemofilia hace unos años en Puerto Vallarta. Me siento cómplice de compartir algunas buenas noches con el maestro mexicano sabiendo que tiene en la mesita de noche El Quijote y el Crátilo, porque eso quiere decir que estamos preocupados, aunque sea a tan diferente nivel, el y yo, Sobre la exactitud de las palabras (que ya usted sabe es el subtítulo de la obra de Platón). Desde esa complicidad inesperada, le veo más sentido, incluso religioso,  a su frase de que “los conquistadores se llevaron nuestro oro pero nos dejaron el suyo, el lenguaje.” 

 

Porque estamos viviendo una época de declive religioso. Me parece que sobre esa apreciación ya hablé con Vd cuando la conocí en Oaxaca, aunque lo que no se me hubiera ocurrido es ligar esa idea con la prohibición de cazar al zorro con perros. Pero Roger Scruton, profesor de filosofía inglés, agricultor y aficionado a perseguir aromas vulpinos con jaurías, por lo que deduzco, ha traducido de esa forma su desacuerdo con la votación que acaban de hacer los plebeyos en la Cámara de los Comunes. “La gente ya no tiene punto de referencia para sus sentimientos, que crecen sin control”. Un tema sustancial para la sociedad británica, seguramente, puesto que hasta la familia real está dividida sobre el particular, ya que el eterno príncipe Carlos discrepa de su madre la reina Isabel, (God save the queen), y no duda en invitar a la desobediencia civil, asegurando que seguirá cazando.

 

Tenga usted muy buenas noches, querida amiga. Permítame antes que le recuerde aquí una parte del mensaje del casi centenario Francisco Ayala, quien también estuvo en Rosario, si bien en este caso  por videoconferencia. Dando otra vuelta de tuerca al lenguaje, afirmó que “poner el nombre a las cosas es transformarlas y crearlas”. No se si la fórmula se puede aplicar al nombre de las personas, pero si yo fuera capaz de recordar el suyo, la recrearía para ponerlo en mi paisaje, y creerme que puedo estar al mismo tiempo en su mundo y en el mío. Suyo atentamente.

 

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