Al socaire: Inmigrantes subarrendados en el piso del piloto
Más de veinte familias de inmigrantes han sido engañadas en Madrid por un tramposo que les alquiló a todas y cada una el mismo piso, del que no era propietario, firmando contratos en las que se fijaba como fecha de comienzo de la ocupación un día de principios de agosto: también idéntico para casi todas ellas.
El estafador pidió a cada uno de sus confiados clientes, utilizando el nombre (imagino que supuesto) de una entidad mercantil, sustanciales adelantos, que los afectados pagaron sin rechistar, seducidos por los modales y la labia del que se presentaba, ante todo, como un colega inmigrante. El piso era un chollo: espacioso, bien amueblado, con piscina y hasta con plaza de garaje. Ni siquiera los futuros inquilinos se molestaron en pedirle la llave al tramposo, hasta tal punto era convincente su argumentación y confiable su talante.
Por supuesto, el piso no era propiedad del arrendadedor. De ser algo, era únicamente arrendatario. Los verdaderos propietarios se encontraban ajenos a la operación que se estaba ventilando con su piso. Parece que se trata de un matrimonio que habita en otro lugar, y que deben pasar bastante tiempo fuera, ya que sus profesiones son las de piloto y azafata. Habían únicamente alquilado por una temporada su segunda residencia (calle de Estocolmo, 31, distrito de San Blas) al embaucador. Este, después de haberlo disfrutado un par de meses, se decidió a montar todo el tinglado, con la colaboración de su pareja, que también tenía similares dotes de persuasión y se hacía pasar por la propietaria del pisito. Completa el cuadro que todas sus víctimas son inmigrantes y la mayoría se encuentran en situación irregular.
Los estafados no quieren marcharse del piso que han podido ocupar finalmente ya que uno de ellos, el último de la cadena de afectados, sí tenía la llave. Eso les viene bien, porque quedan eximidos de responsabilidades penales derivadas de la ocupación, ya que aunque tengan falso título (un contrato de alquiler realizado por quien no tiene legitimidad para ello), se introdujeron en la vivienda sin ejercer violencia alguna. Ni siquiera se han de considerar en precario, ya que, aunque falso, tienen título, que trae causa de otro seguramente válido, que es el del que les subarrendó el objeto.
Su situación desde la perspectiva de la posición legal mejora. Cuando les cortaron la electricidad, porque, por supuesto, el falso arrendador desapareció sin dejar rastro y sin pagar la luz, se decidieron a pedir la reanudación del suministro, pagando lo atrasado. No me atrevo a suponer que se hayan dado de alta en la compañía eléctrica presentando uno de los inválidos contratos, porque no quiero complicar más el cuadro legal.
No va a ser tan fácil echar a esas pobres gentes confiadas del piso. Tienen que solicitarlo judicialmente los verdaderos dueños, y supongo que alguna complicación más tendrá la historia, cuando los datos de la propiedad se mantienen en lo oscuro. Como no quiero imaginar, no especulo sobre las consecuencias de que el contrato de alquiler entre los propietarios y el astuto dominicano Juan Toribio no existiera, aunque sí la ocupación desde hacía tiempo del inmueble.
La situación me sugiere también algunos comentarios sobre la cadena de incautos, pero en situación irregular, que han caído al unísono, confiados en que lo que se les presenta ante las narices es legal o tiene apariencia de ser aceptable aunque anómalo. A mí me sirve para pensar que estamos en uno de los países más confiados del Universo.
Primer premio de este reducido concurso improvisado de lo lleva la pareja de propietarios que entregaron las llaves de su piso a este maestro del engaño sin garantías ni avales, fiándose solo del careto.
Ex aequo en la clasificación con las entidades bancarias y los prestamistas que entregaron cantidades entre 3.000 y 6.000 euros (por lo que cuentan) como adelanto y depósito para hacerse con el alquiler de un piso a precio bastante por debajo del mercado, sin preocuparse de en concepto de qué arrendaban la vivienda, en qué situación se hallaban, ni cuáles eran sus medios de subsistencia.
Premio también para las compañías de electricidad, agua, gas o teléfono que pasan de pedir originales del contrato de alquiler o copias compulsadas de la inscripción notarial de compraventa, como por otra parte, han venido exigiendo a quienes -yo entre ellos- tenemos aspecto, al parecer, de habituales delincuentes.
Enhorabuena al desaparecido Sr. Toribio, y premio de consolación a los inquilinos del piso de la calle Estocolmo. Puede que al sr. Piloto y su pareja se les ablande el corazón y les permitan quedarse en su piso hasta que se les vaya arreglando otro acomodo, demostrando de paso que es incluso posible acomodar a una familia en solo 6 metros cuadrados (que son las cuentas que me salen si divido la superficie útil por el número de familias estafadas).
Pero es que aunque los propietarios quieran que se vayan y pidan el desahucio, al haber incidencia penal -que tiene efectos suspensivos sobre la causa civil-, puede que se tarde unos dos o tres años años en conseguir el lanzamiento. Y como los inquilinos de ahora están actuando de buena fe y se encuentran en estado de necesidad, no necesitan pagar el alquiler. Además de que no sabrían a quién, las responsabilidades son del otro, del de la cara de buena persona, D. Juan Francisco Toribio, el maestro de engaños, que estará ya metido en el siguiente.
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