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El blog de Angel Arias

Al socaire: Entre Calderones, juegos y propósitos

 

No me resisto a comentar que dos candidatos a la presidencia de organizaciones muy dispares, que se apellidan de idéntica manera, aparecen como electos cuando escribo estas líneas. Podía decir, como en las clásicas presentaciones de veladas pugilísticas, que uno se encuentra a la derecha y otro a la izquierda. Pero sospecho que ambos se encuentran un tanto a mi derecha, lo cual, claro está, no es más que anécdota sin valor de cambio alguno. 

 

Enhorabuena a Ramón Calderón, abogado ya camino de los sesenta, que, a falta de que se dilucide la pertinencia o no de la anulación de votos por correo, se ha autoproclamado vencedor. El proceso electoral del que emerge se ha convertido en un delicado asunto jurídico desde queotro candidato, Villar Mir, ha conseguido meter el pié con sutil toque en la cancha de las judicaturas de este país tan judicializado. Si se confirma lo que desean él y 8.000 socios, será Presidente de uno de los negocios del tiempo libre más lucrativos del planeta, el Real Madrid. Pero solo 240  votos presenciales le separan del segundo clasificado, Juan Palacios y como expresa el catedrático de derecho civil López-Vilas, (valga el argumento de autoridad para lo obvio) como el auto de la juez ha suspendido cautelarmente el voto por correo, hasta que no se resuelva este asunto, no será posible decidir quién ha ganado.

 

Enhorabuena y también con mucho tiento a Felipe Calderón, candidato del PAN,  abogado en la cuarentena, que defiende el liberalismo económico para uno de los países con los vecinos más desequilibrados económicamente de la tierra, México. 300.000 votos (un 1% de los votantes) le separan del otro candidato, López Obrador. Aunque el Instituto Federal Electoral se ha declarado incapaz para decidir un triunfador hasta hacer un completo recuento de los votos, lo que no se terminará hasta el miércoles, el Calderón mexicano se ha autoproclamado vencedor, aunque en este caso su antónimo ideológico ha tomado el mismo rumbo de decir urbi et orbe que las elecciones fueron suyas.

 

La victoria de ambos, si finalmente se confirma, se parecerá, en cualquier caso, a la mayor parte de los éxitos que se producen en tiempos de democracia y crisis, siempre que haya varios candidatos que peleen por ganar con parecidos argumentos y credibilidad, ante votantes que en lugar de persuadidos están más bien cansados y, faltos de iluminación escatológica, no alcanzan a ver meridianamente claro quién les llevará mejor hacia delante, que es el sitio en donde todos desearíamos que pusieran nuestro futuro.

Un resultado que, dilucídelo quien quiera, con la autoridad que se le quiera conceder, no será en absoluto perfectamente claro, no alcanzará jamás a ser victoria abrumadora. Será exigüa, incómoda. Satisfactoria para el que venza y seguidores, sí, pero feúcha.

 

De hacerla aún más incómoda se encargará, habrá que darlo por seguro, el candidato derrotado por tan corta diferencia, que reclamará haber sido despojado de su victoria, al habérsele anulado injustamente los pocos votos que le hubieran llevado a ese triunfo mínimo del que disfruta el otro. Tal vez pasen meses en que las fuerzas se empleen en demostrar frente a los otros que se ganó, por los pelos, sí, pero por un poco suficiente. Muchas energías perdidas en sacar los palos de los ejes.

 

En mi opinión, para los Presidentes  que ganen como para los candidatos que pierdan, tanto si se trata de un país (en el que no sobra nadie en la urgencia de más riqueza y distribuirla bastante mejor), como de una sociedad deportiva (de cuyo buen espectáculo disfrutaremos todos), no cabrían dudas de cual ha de ser el objetivo. Se trata de conseguir, vencedores y vencidos, que los que no les han votado, al paso de poco tiempo, hayan olvidado de quién era su candidato, y aplaudan lo que haga el Presidente de todos con el mismo talante enfervecido de sus seguidores de hoy, que, por cierto, no estará de más desear que no se pierdan.

  

4 comentarios

Administrador del blog -

La diferencia entre lo que me trae Al pairo o Al socaire es, como tengo dicho, sutil, y depende de cómo me levante de humor por la mañana, o de las bofetadas que me hayan dado en el talante las últimas temporadas.

Lo que he escrito en otras ocasiones, guiado por intenciones diferentes, y lo que redacto cuando no comento la realidad que me apetece juzgar, no se debería calificar con unos criterios creados, más que para aguja de navegantes, para solaz de curiosos pertinentes e impertinentes.

Pero el lector está libre de calificar como le apetezca lo que he escrito. Solo una advertencia: como a todo quién, es más lo que no me interesa que lo que me atrae, más lo que no abarco que lo que exprimo.

Luis -

Curiosamente este post ha significado el gol del desempate entre lo que te trae “al pairo” y lo que te deja “al socaire” (5-6, si las cuentas no me juegan una mala pasada). Estoy convencido, Angel, de que no puede existir tanta igualdad entre lo que representa lo uno y lo otro, pues eso representaría que hay tantas cosas que aprecias como que no te interesan. Convencido de ello, ¿dónde se enclavarían tus tertulias, tus artículos periodísticos, tus dibujos, tus poesías? Así que, lo que me parece más bien es que te has marcado una trasluchada para poder navegar aún en contra del viento.

Y en cuanto a ese Calderón, ojalá pudiera imaginarme yo también cuáles eran sus intenciones. Sin embargo, en aquella época existía un tal Lope mucho más fácil de leer y de entender pero inagotable escribiendo. Y es que cualquiera tiempo pasado fue mejor ...

Administrador del blog -

Como dicen los conferenciantes cuando alguien rompe el hielo en el coloquio (qué bueno que me haga Vd. esa pregunta. En realidad, como bien sabes, no me has hecho ninguna, pero tenía algunas ganas de explicar porqué algunos de mis comentarios los agrupo bajo el epígrafe de Al Socaire y otros como Al Pairo, así que tomo el rábano por las hojas.



Cuando escribo Al socaire, que es la posición del marinero que se queda en el coy sin salir a hacer la guardia (RAE), estoy tratando aquellos temas de las cuestiones o personas que aprecio, de lo que me ocupa y preocupa. En algunos casos, me hubiera gustado tener una intervención personal más activa, y por circunstancias de la vida (ya sabes, siempre culpas ajenas) me he visto limitado a la posición de expectador.

Por el contrario, Al pairo me trae lo que no me interesa en absoluto, porque no merece la pena o pertenece al pasado ya sepulto.

Las posiciones pueden cambiar, porque versátil es el campo de maniobras, pero así voy de momento. Puedo también escribir A toda vela, A diestro y siniestro, A barlovento...



Y en cuanto a ese Calderón que citas, me resulta ser de talla demasiado grande para imaginarme siquiera tratando de adivinar sus intenciones.

Luis -

Como va de calderones, no he de dejar de mencionar a nuestro Calderón más brillante, que lejos de quedarse al socaire, salía con su Barca mar adentro para mostrarnos con sus comedias y autos sacramentales a dejar muestra escrita de sus sociedad para el deleite de generaciones posteriores. Y es que su gran teatro del mundo no se ha quedado obsoleto. Sus personajes: el autor, el mundo, el rey, el rico, el labrador, el labrador, el niño, la hermosura y la discreción, se repiten de un manera recurrente en el espacio y en el tiempo. No importa que sea un país o una sociedad deportiva, la realidad y la ficción se confunden mezclándose la una con la otra y la otra con la una. Mi homenaje a este Calderón en estos versos del reparto de papeles del inicio de su obra:



Ya sé que si para ser


el hombre elección tuviera,


ninguno el papel quisiera


del sentir y padecer;


todos quisieran hacer


el de mandar y regir,


sin mirar, sin advertir


que en acto tan singular


aquello es representar,


aunque piense que es vivir.


Pero yo, Autor soberano,


sé bien qué papel hará


mejor cada uno; así va


repartiéndolos mi mano.



Este es mi propuesta personal de Calderón, mi apuesta, este juego que crea adicción y mi propósito..., me lo acabas (en un comentario anterior) de dejar muy fácil, asistir a tus tertulias, cuyas actas, me parecen, sin falsos halagos, de un gran talento.