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El blog de Angel Arias

Jugando en corto:Toledo, la ciudad imperial, necesita atención

Jugando en corto:Toledo, la ciudad imperial, necesita atención

Toledo es una ciudad desconocida, mal y poco publicitada, en la que al viajero se le invita a perderse por sus calles, pero que transmite al visitante una sensación inequívoca de deterioro.

No exactamente de abandono, porque la mayor parte de los edificios históricos tienen andamios externos e internos que revelan que se está practicando en ellos algún tipo de restauración, pero los que conocen mejor la ciudad, saben que esas obras se eternizan, prisioneras de la falta de presupuesto, de las complicaciones relacionadas con el obsesivo análisis del Patrimonio cada vez que se levanta una piedra -demasiadas tesis doctorales en curso-, de la discrepancia de criterios o competencias -. Toledo es también víctima de la dualidad politica entre "buenos y malos" que nos acogota tanto...

La ciudad recoge cada día miles y miles de turistas desilustrados que recorren en manada -perdón por lo ofensivo del término, tan sugerente- el camino que va desde la plaza de Zocodover a la catedral, visitan el palacio museo de Santa Cruz y, tal vez, si el horario lo permite, se acercarán a ver el cuadro del Entierro del Conde Orgaz, para luego atropellarse en el Parador -en reformas- y contemplar tal vez la ciudad a la atardecida desde el montículo de enfrente, como hizo el Greco con pinceles en la mano. De ese itinerario de agencias dejan constancia, of course, en sus digitales adminículos.

Toledo necesita, con urgencia, sacar defintivamente a los coches del casco histórico, para lo que hace falta, desde luego, arbitrar soluciones para los residentes y para la distribución de vituallas y mercancías . Necesita más comercio, y no solamente el dedicado a la venta de espaditas, mazapanes, botas de vino y armaduras forzadamente oxidadas.

Necesita potenciar aún más su restauración, pero, sobre todo, crear muchas más plazas hoteleras, que muy perfectamente podrían ser favoreciendo la transformación de viejas  casas en hostales, ayudando así a poblar el centro de la ciudad. Toledo necesita mejores guías turísticas, mejor indicación de los itinerarios y explicaciones serias pero desprovistas tanto de cultismos como lugares comunes, para ayudar a fijar en el viajero apresurado, algunos de sus gloriosos momentos e historia.

Necesita más y mejor vida cultural, pensada no ya en sus habitantes, sino en sus visitantes. Debe hacerse el esfuerzo por vincular al turismo a su noche, al ocio culto, instruído, pero también sabiendo focalizarlo hacia la diversión, facilitando lugares de encuentro entre lugareños y forasteros.

Y, desde luego, Toledo necesita ser terminado, reconstruído de una vez. La ciudad ha sufrido mucho por el abandono de los tiempos, las guerras, el desprecio de Madrid y de España. Desde los 80 del siglo pasado el objetivo es inmenso, y se nota el esfuerzo. Pero hay que darse más prisa.

La joya citadina por excelencia de este país no puede seguir dando una apariencia de ciudad ruinosa, con cientos de edificios abandonados que son hábitat de ratas y palomas, con sus ventanas abiertas por donde se divisan los escombros, calles que exiben impúdicas la suciedad, zonas que transmiten sensación de miseria almacenada, proclamando siglos de abandono oficial por nuestra historia.

La ciudad imperial luce placas inequívocas de su inmediato pasado franquista, con  recuerdos a generales invictos en esa cruzada de antaño que hoy trae mala memoria, y a líderes de ideologías que se estudian hoy como ejemplo de lo que no cabe hacer. A mí, no me molestan; quizá a muchos pasen desapercibidas. Pero, tal como se han puesto las cosas, sobran.

Toledo necesita dinero, y más ganas de acabar lo necesario. Se han hecho cosas importantes en estos últimos años, pero no basta. La escalera mecánica de acceso al casco histórico desde el párquin del paseo de Recaredo (obra de Martínez Lapena y Torres Tur) , un modelo -a pesar de que el automovilista corre riesgo de dejar trozos de carrocería en las estrechas sendas. El ave y su estación, un regalo. Hay también otros magníficos ejemplos de recuperación de particulares: La abadía, Los alfilerillos, El café de Zocodover,...

El debate toledano, en estos días, se centra  en si habría que hacer o no dos procesiones del Corpus, otrora la fiesta religiosa por excelencia de la España oficialmente católica. Hablan de repetir la procesión el domingo, para que puedan acudir más turistas y esas gentes devotas o curiosas que este próximo jueves trabajan (porque, horror, el Corpus Christi no es festivo común en toda España desde 1990, por culpa de los descreídos preocupados por la productividad).

Se podría hacer de Toledo, desde luego, una representación teatral continuada. Al fin y al cabo, en Semana Santa, las cofradías ocupan toda la semana en muchas ciudades españolas, con sus manifestaciones de fervor, exhibiendo bastantes elementos que no tienen mucho que ver con la fe y sí con el ego de los que pasean tras las andas, con el dinero del comercio cortoplacista o del folclór que tanto gusta al que ya no volverá por aquí.

Pero Toledo no necesita de ese teatro para salir airosa. Es una ciudad irrepetible. Lo que hay que evitar es que se caiga más, que se siga cayendo a trozos, para placer efímero de los turistas de zapatilla y bocata, que hacen a miles lo que creen serán las últimas fotos de un desastre anunciado, para contarlo a la vuelta desde su sillón de orejeras de plástico.

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