A barlovento: Paisajes con granos de arena y visión de una España fragmentada
Conocía de Wislawa Szymborska algunos poemas sueltos, hasta que descubrí "Paisaje con grano de arena", cuando ya le habían dado el Premio Nobel de Literatura (es decir, con posterioridad a 1996), un libro imprescindible para los que sospechamos que la poesía y la ironía tienen un affaire permanente, aunque ellas no lo confiesen y los observadores no tengan tan fácil reconocerlo.
La traducción de la antología, publicada por la Editorial Lumen, fue realizada por Jerzy Slawomirski y por Ana María Moix, y, para comentar su perfección -desde mi subjetividad inocultable-, me bastará con decir que si yo fuera merecedor de que me tradujesen al polaco mis poemas, me gustaría que se hiciera con la misma sensibilidad, rigor y poesía que lo han hecho ellos.
Wislawa pertenece a la nueva poesía polaca, en virtud de la alineación grupal que los empeñados en poner nombres a lo evidente se ven con la autoridad de hacer. Todos los poemas -todos- los que he leído de ella, tienen un mensaje vital imprescindible, un brote agreste, cruel e intrigante como la sangre que fluyera de una cabeza decapitada por un golpe certero. ¿Ejemplos?. "No hay peor lujuria que pensar"; "Pido perdón al azar por llamarlo necesidad"; "El eco toma la palabra sin ser llamado";"Sonreir es el deber de los hombres de Estado";... miles.
Pero lo que quiero traer hoy a la palestra es un poema escrito antes de 1972, "Voces", dedicado a las pequeñas naciones: "Hay pequeñas naciones a porrillo,/hasta la saciedad, hasta lo increíble, mi querido Quinto Decio.". Y más adelante: "¡Si no estorbasen!. Pero estorban/ los Auruncios y los Marsios, mi querido Espurio Manlio." Y después: "Las pequeñas naciones tienen pocas entendederas./Nos rodea una torpeza que va en aumento./ Perniciosas costumbres. Leyes retrógadas./Dioses ineptos, mi querido Tito Vilio."
Yo también "me siento amenazado por todos los horizontes". Para entender mejor el sentido de la frase, diré que estaba leyendo El estado fragmentado, de Francisco Sosa Wagner e Igor Sosa Mayor, que lleva ya desde que fue publicado el año pasado cuatro ediciones (Editorial Trotta), lo que da idea del interés despertado. Es un inquieto ensayo sobre la repetición del modelo austro-húngaro en esta España de naciones, tan coherente, que varias veces me sentí tentado a entonar en voz alta, para ver si alguien me escuchaba, algunos párrafos.
Como éste (pág. 155, justamente en las páginas que escribió Igor): "La lengua, citada de carrerilla entre los elementos legitimadores del propio ámbito de poder, aparece con frecuencia en los preámbulos estatutarios. Pero no se termina ahí su papel, pues está llamada a mayores hazañas al asumir también una función activa, función consistente en el reforzamiento de las nuevas identidades autonómicas de los ciuadanos (inexistentes en muchos casos con anterioridad)".
Aquí estamos, pues, en nuestro paisaje con granos de arena, repitiendo, repetiéndonos. Ah, los egoísmos. ¿No es pura poesía esta frase del compañero -jurista- Sosa: "Por esta razón capital el nacionalismo es hoy, cuando existe, asunto -más bien, negocio- de élites políticas." (pág. 197). ¿O fue Igor también quién la escribió?.
La razón capital a la que se refieren Paco y su hijo Igor es el distanciamiento de los ciudadanos de todo lo que suene a posibilidad de enfrentarse para resolver los grandes problemas colectivos. Como si el mensaje fuera ahora: Concentrémonos todos en la lucha final, buscando lo pequeño, lo nimio, lo inútil. Démosle un nombre: Lo nuestro, y además, no renunciemos a darle la proyección temporal adecuada al propósito: lo nuestro de toda la vida.
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