Al socaire: Instrucciones para torpes sobre cómo arreglar una persiana
Podría acompañar este Comentario con un esquema o dibujo, en el que se indicaran con letras o números los diferentes elementos y equipos que se han de utilizar en el proceso. Pero después de haber estudiado cientos de catálogos, folletos explicativos y manuales de operación y mantenimiento editados por prestigiosos fabricantes de toda gama de productos y maquinarias para intentar ilustrar desde cómo cambiar bombillas o bolsas de aspiradora, hasta desatascar hornos de convección o manejar grúas pórtico, pasando por ajustar motores de combustión y ensamblar muebles, he llegado a la conclusión de que no sirven para mucho. Incluso, la mayor parte de las veces, confunden al misionero.
Los modelos cambian rápidamente, las traducciones del japonés, coreano o chino a nuestro propio idioma o al inglés-tipo resultan casi ininteligibles, particularmente si están realizadas por un nativo de aquellos sitios lejanos que haya aprendido un español latinoamericano de otro chino, o al parecer, por correspondencia. Tampoco ayuda mucho guiarse por las traducciones a otros idiomas y comparar lo que se dice en ellas, porque frecuentemente parecen estar pensadas para aparatos o equipos diferentes.
Lo mejor sería tener ocasión de observar a algún profesional con práctica, que nos dejase meter la nariz en lo que hace sin enfadarse mucho. No será, por lo general, posible. Además, no todos los días va tener uno que cambiar la lámpara de cruce al coche, así que no hay mucho estímulo en aprender a hacer cosas que no se van a utilizar más que un par de veces en la vida, y por eso, la mayor parte de la gente cree que lo mejor es confiar que no se tenga la mala suerte de que se vaya a fundir la bombilla o romper la correa del ventilador antes de que se le de el pasaporte al utilitario, pongo por caso.
¿Cómo interpretar, por ejemplo, la expresión “emulación de legado de teclado/ratón USB”? (expresa en el manual Toshiba, epígrafe Setup y passwords, pag 7-11) ¿Cúal sería la utilidad prevista de la indicación “Introduzca la placa pastelera orientando su lado inclinado hacia la puerta del horno y deslícela hasta el fondo”? (Horno Bosch , “instrucciones de manejo”, HBN 216 TEU; Etc
Lo que pretendo, por eso, en este Comentario, es simplemente trasladar a mis lectores la posible satisfacción de corregir un desarreglo doméstico de los que, con toda probabilidad, se han de producir unas cuantas veces en la vida, y siempre que aparecen, causarán malhumor y sensación de desgracia en las mejores familias. ¿De qué hablo?. Me propongo explicar cómo arreglar una persiana.
Una persiana de las más tradicionales, de esas que se necesita tirar de la cinta para que se vayan enrollando en el cajetón. Si contamos el número de persianas tenemos en casa, y añadimos las de nuestros familiares y amigos, y quizá -si escribo para lectores de fortuna- añadimos las de las segundas y terceras residencias (qué curiosa denominación), llegaremos a la cifra de un par de centenares. Es, por ello, muy probable que una vez cada año (sobre todo, durante las vacaciones) tengamos ocasión de demostrar nuestra habilidad.
Pongámosnos en escena. Un día llegas a casa y tu desconsolada pareja te comunica que se ha roto la cinta de la persiana. Observas el caso, y diagnosticas que, además, las varillas de la persiana se han encasquillado. Cosa grave, pero con solución. Riñes a tu pareja por el desaguisado, para robustecer tu autoridad y también ganar algo de tiempo, y te vas al lugar donde guardas tu caja de herramientas.
Te proverás de varios destornilladores -con cabeza plana, al menos, la mayoría, porque quizás necesites uno de estrella-, un martillo, lápiz, regla, cartabón o escuadra, una sierra manejable (para madera), puede que unos guantes. Pueden ser convenientes algunos clavos y tornillos. No quiero ser gafe, pero podrías necesitar un poco de mercromina o alcohol, para curarte los rasponazos de los brazos por la condenada correa de la persiana que gira a toda velocidad cuando se suelta, y alguna vez se te acabará escapando.
Te pondrás la camisa más vieja que tengas, y te colocarás una gorra en la cabeza, que te cubrirá del polvo y de la suciedad general que se acumula en los sitios a donde no llega jamás la aspiradora, y que son donde proliferan y tienen su residencia principal las especies animales y vegetales que conviven con la especie humana. Pides una cerveza, para irte animando y empiezas tu trabajo, sin desfallecer ni un momento.
Orientado hacia la ventana, verás encima de ella un cajetín de madera, que habrá sido pintado y repintado cientos de veces. Mal asunto. Podría bastar con meter uno de los destornilladores bajo la tapa del cajetín y hacer fuerza, -hacia tí-, para conseguir liberarlo de sus abrazaderas. Pero como alguien habrá puesto el aire acondicionado de pared impidiendo la apertura total del cajetón, será necesario cortarlo para permitir el acceso a la persiana rota.
Con el lápiz y la regla trazas una línea recta - o casi-, paralela al lateral del cajetín y salvando el obstáculo que presenta el módulo de refrigeración, y, guiándote por ellas, sierras son cuidado la madera, hasta conseguir liberar todo el giro del cajetón. La parte final del aserrado tiene su complicación, y a lo mejor necesitas adoptar posturas inconvenientes. Nuevo trago de cerveza.
Puede ser que alguien haya puesto un tornillo o un clave, más o menos hacia la mitad de la tapa, en la creencia de que nunca más habría que abrirlo, o para hacer más estanca la misma, o, sencillamente, para putear. Deberás descubrir donde está, raspando la madera un poco, y, una vez descubierto, desatornillarlo o sacarlo.
Por fin, habrás conseguido quitar la tapa, y ante tu vista aparecerán algunas varillas torcidas, y seguramente confirmarás que están rotas las cintas o cables que unen la persiana al cilindro sobre el que debe enrollarse y desenrollarse, y puede que incluso esté rota la correa que sirve para tirar de la persiana, y que se enrolla a su vez en un cajetín más pequeño, provisto de un muelle tensor, que está abajo, a la altura de tus rodillas. ¿Lo ves?.
No hay problema. Tomas un trago de cerveza, y con la cabeza (en la que te habrás puesto la gorra) sostienes la tapa del cajetón. Seguidamente, vas alineando las varillas (también llamadas lamas por los expertos) con cuidado de no destrozarte los dedos, para que puedan pasar por el hueco por donde se ha de deslizar la persiana recompuesta. Es conveniente empezar por las que sean/estén más fáciles de mover, ayudándose de uno de los destornilladores.
Cuando lo hayas conseguido, deberás comprobar que el cilindro polea en donde se enrollará la persiana no está desencajado. Si es así, encájalo. A la derecha (o izquierda, según los casos) del cilindro está el disco en donde se habrá de enrollar la correa que sirve para subir o bajar la persiana. Clavados en la madera del cilindro, habrá dos o tres cintas - en el caso más grave, sueltas, porque se habrán roto las hendiduras de la última lámina de plástico de la persiana; esas cintas sirven para unir la persiana al cilindro, y por eso, debes hacer que pasen, cada una de ellas, por una hendidura de la lámina; si la más próxima a la perpendicular está rota, pues únela a la vecina.
Será la hora de recordar cómo funciona una polea. Para que la persiana pueda elevarse cuando tires de la correa será necesario que, estando colocado el cajetín en el hueco adecuado, y cuidando de que no esté retorcida, el resto libre de la correa esté enrollado en el disco.
Para que eso suceda, con la persiana completamente bajada, deberás atornillar los dos o tres clavos-tornillo que sostienen las cintas, pasándolas antes por la parte trasera del cilindro de madera, y clavándolas, en fin, por la parte delantera. Solo así conseguirás que cuando se tire de la correa de la persiana, para ir desenrollando la parte que está en el disco del cajetón, el rodillo de madera gire y las cintas que están clavadas a él vayan enrollando simultáneamte la persiana al rodillo.
(Atención: para que la polea funcione, la correa de la persiana debe estar totalmente enrollada (o casi) en el cilindro plano que quedará tapado por el cajetón de madera; y si, entre tantos tejes y manejes, has desmontado esa correa, debes engancharla a ese cilindro y enrollarla, girando el cilindro siempre hacia fuera (hacia la ventana), haciendo algo de fuerza (contra el muelle), y de manera que la parte visible desde tu posición de la correa enrollada sea el lado plano, no el hendido; esto es, el palo de la "q")
Bueno, otra opción es que llames a un arreglador de persianas. Suelen tardar unos dos o tres días y quizá el que venga tenga a la mano estas indicaciones. Tú podrás dedicar tu tiempo libre a cosas seguramente más provechosas, no te mancharás las manos, la camisa ni la cabeza, y, sobre todo, no te pondrás de mal humor si no consigues nada de nada.
Pero si sigues estas indicaciones, y tienes éxito, te aseguro una gran satisfacción, en nada comparable a cualquier otra que hayas tenido en tu vida. Arreglar un elemento casero produce una inmediata secreción de adrenalina, aumenta la estima de tus próximos, refuerza el yo.
Para terminar de animar a los indecisos, afirmo que si alguien no entiende lo que he escrito y el tono irónico de este comentario, el problema es suyo.
Mi autoestima también come, caramba.
9 comentarios
Manuel -
Administrador -
tyrtt -
Carlos -
Administrador -
Johanna -
Gracias por todo.
Pedro Pérez -
Infinitas gracias y saludos.
Administrador del blog -
emancipado -