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El blog de Angel Arias

A barlovento: Paseo trasversal por el hayedo de Montejo

A barlovento: Paseo trasversal por el hayedo de Montejo

Vengo de tierra de árboles, entre los que abundan las hayas, y he tenido ocasión de andar por muy diversas naturalezas, así que no estaba muy predispuesto a dejarme impresionar por un bosque de algo más de un centenar de hectáreas, a menos de cien kilómetros de Madrid, por mucho que viniera recibiendo las alabanzas sistemáticas de naturalistas, domingueros y amantes ocasionales de la naturaleza.

La entrada del Parque me ofreció una fácil confirmación de esa opinión preconcebida. A pesar de las rígidas restricciones de visitas, y de que se rechazaron delante de nuestras narices a algunos pretendientes a penetrar en el protegido recinto, el ruido de un motor perturbaba de forma sistemática la supuesta tranquilidad del área. Era un sonido anómalo, estruendoso para el lugar. Había a la izquierda de la cancela de entrada un par de placas solares, así que debo suponer que el motor extraía agua del río hacia destinos desconocidos, que no tendrían nada que ver con el riego de las hayas y robles del bosquete.

Me pude mover a mis anchas por el hayedo-robledal, porque yo iba de lugareño, gracias a un amigo. No me separé de los senderos, y si lo hice unos pasos fue para tomar algunas (pocas) fotografías. La estación primaveral se acaba, los animales estaban amodorrados o ausentes (quiero decir, los de tamaño mayor a insectos, porque había muchas cochinillas, mariposas, hormigas, coleópteros,...).

Se advertía, lejana, la voz de un cuco (¿o era un búho real algo aburrido?); se oía el trinar de pájaros invisibles, ya supongo que conseguido con éxito el beneficio de las nidadas; una lagartija, que tomaba el sol junto al río Jarama, se escabulló sin prisa, serpenteante. Atisbé, tímidas, algunas truchas al acecho de larvas de libélulas o quizá ninfas de maravallos. Fotografié, junto al camino dos montículos con excrementos de zorro.

Los cerezos silvestres dejaban asomar sus todavía verdes frutos. Estaban las viejas hayas, -algunas, como se sabe, con nombres: La de la Roca, la Primera, la del Trono, la del Ancla-; impresionantes, únicas, inmensas en su singularidad amenazada por doquier. Las reinas de los bosques, las generadoras de humus y sustrato, estaban, impávidas en su impotencia, viendo cómo su terreno era comido por robles, brezales, serbales y hasta acebos. Había un grupito de lacarias, algo resecas; aquilegas; margaritas, amentos de lavandas, hipéricos, saxífragas, camomilas, rosas caninas, botones y piececitos de la virgen, culantrillos del pozo; asfódelos, belladonas...

Los jóvenes que enseñan el Parque me parecieron animosos, enterados y dispuestos a dar información, que procuran adecuar al interés demostrado por los visitantes. Desgraciadamente, sospecho que la mayoría de los excursionistas simplemente buscan poder decir "estuve allí".

Si el cambio climático, como parece casi inevitable, se produce, estamos ante una reliquia, un retazo de la Historia paisajística de España,  que será uno de las primeros en caer. Está mal situada -qué paradoja-, ha quedado aislada, y ha sido descubierta por la voracidad curiosa de los comedores de paisajes. Es una  Venus hotentote en versión arbórea.

Cuando caminaba en soledad por los senderos ahora hollados por excursionistas apresurados, acogido por el silencio de aquellas hayas centenarias, seguramente ya heridas, me pareció advertir un mensaje de adiós desde el recinto. Pero quizá solamente era una advertencia, fruto de un espejismo, nueva torpeza del ciclotímico que me parasita.

Para muchos posibles visitantes, el hayedo lucirá mejor en fotografía, y se podrían ahorrar el viaje (ida y vuelta de Madrid, 200 km, por ejemplo, es la producción de unos 46 kg de CO2 equivalente), o, como mal menor, ir directamente a comer cordero, chuletón o judiones a alguno de los restaurantes de la zona. Me voy decantando por el turismo virtual, porque me temo que ese es el consuelo que nos irá quedando, y si queremos reducir nuestra contribución al holocausto, deberíamos mentalizarnos para modificar algunos hábitos.

4 comentarios

Administrador del blog -

Carmen Dolores, Gracias en primer lugar por animarte a escribir en mi Cuaderno, y también por considerarme más optimista de lo que pude parecer en mi comentario del Hayedo. Desde luego, me propongo volver a Montejo de la Sierra, en especial, una vez descubierta la proximidad de Lourdes y Enrique a esa joya de la naturaleza, y contando con que puedan dispensarnos nuevamente su generosa hospitalidad.

Del resto de tu comentario, poco puedo decir, salvo ratificarme que, para una parte de los que viajan a los sitios, el objetivo parece ser "llegar y poder contarlo". Soy de aquellos a los que me gusta fundirme con la naturaleza, tratar de desentrañar su misterio, camuflarme en ella. Para los que no sientan ese impulso, diagnostico nuevamente el viaje virtual. No contamina, es más barato y me deja más sitio para gozar de lo que amo.

(Y en cuanto a tu pretensión de llevarte para casa unos plantones...mejor me callo.)

Carmen Dolores -

Querido Angel, nunca te he visto tan pesimista...tú no eres así ¿cómo se te ocurre pensar en el turismo virtual con una tristeza tan resignada, ahora, cuando el mundo se nos ofrece para su disfrute con tanta generosidad? Definitivamente te sentó mal el paseo, y vas a tener que volver para que puedas disfrutar de todo como se merece. Gracias por dar publicidad a la bofetada de ruido que inesperadamente recibimos a la salida, amargánadonos el buen sabor de boca que nos había dejado, no solo el paisaje, sino la música de la naturaleza, interpretada por el agua del Jarama, el viento en los árboles y el canto de los pájaros (era un cucu) El ruido del generador que pusieron en marcha en la caseta de recepción a la entrada del parque mientras estuvimos de paseo, fue muy agresivo y desagradable. Extraña la naturalidad con la que se perpetra esa agresión por unas personas que casi dictan contra mi un anatema cuando expuse mi intención de recoger unas cuantas hojas y ramas para mi herbario, opinando que los herbarios actuales deben estar hechos con imágenes digitalizadas, para no perjudicar el ambiente....como tu turismo virtual

Administrador del blog -

Gracias, Silvia, por tu comentario, que refleja tu espíritu sensible y tu impulso poético. Como te conozco algo más que los lectores que se asomen por primera vez hacia estas líneas, diré solamente que Silvia es Dra. en Químicas, brillante investigadora y poetisa, y que, además, tiene un Cuaderno en el que difunde ideas sobre Química (cerca de lo que mi padre llamaba "Química recreativa") y que yo, cuando lo descubrí, no dudé en recomendar: Chemistry in day life.

Silvia -

Yo también vengo de esa misma tierra de árboles. Cuando estoy lejos de ella, siento que me envía mensajes subliminales a través de cada árbol, de cada pradera, de cada gota de lluvia que encuentro en el camino... mensajes para que vuelva.

El cambio climático también se está notando aquí, con demasiados días de sol y altas temperaturas, que eran impensables hace años. ¡Tendremos que agarrar el orbayu bien fuerte para que no se nos vaya!