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El blog de Angel Arias

Contra Elias (fragmento)

Este es un fragmento de la novela del autor de este log "Contra Elías" /1992)                                                                                                    

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Erika es grande, alta, ha sido hermosa. Sentada ante la máquina de escribir, en el reducido despacho iluminado sólo con una lámpara halógena, tiene el aire de una tigresa enjaulada, pero de vez en cuando se levanta, arregla con decisión los papeles, moviliza carpetas, pregunta a voces como se escribe vendimia, rastrojo y verdejo, y su cuerpo toma una dimensión imposible, vence el espacio, atraviesa con decisión el espejo. Creo que debe tener más de cuarenta años y durante los últimos ha acumulado las huellas de un plácido vivir sobre los huesos, se le desparrama el cuerpo en aquellos sitios donde con seguridad más gozo ha sabido transmitir, pero después me fijo y reconozco que la naturaleza ha premiado su indudable prodigalidad con una imagen dominada de sí misma, y si me fijo mejor apuesto que está a punto de cumplir medio siglo, nadie lo diría. Arturo Carpio tiene apenas veintiocho años, una carrera recién terminada.

Trabajo en República Federal Alemana como becario de Comercio Exterior, y esta relación con Erika presenta muchas aristas.
Erika, que ha sido muy rubia, se mantiene fiel al color de su naturaleza, un pelo bonito en el que cada día aparecen nuevas canas, lástima, pero no te preocupes no se lo diré a nadie, ni siquiera a tí, Erika, y con el tiempo esas pequeñas cosas se olvidan, acaban asimilándose. Ella se peina en general con una raya al medio, y aunque inicialmente luce un aire de vampiresa recién salida de vengar agravios, al acabar la semana acaba recogiendo la melena en un moño sobre la nuca, a lo institutriz alemana, su rostro dulce deshace inmediatamente cualquier comparación.

Erika es una mujer bonachona y tranquila, una niña grande.
 Cuando va a la peluquería para cortarse el pelo, la razón fundamental debe ser para hacérselo teñir, vuelve diciendo siempre me engañan, me han cortado desiguales las puntas, me han peinado como a una Juana de Arco o vengo hecha un repollo. Hay que oirla pronunciar repollo con acento de la Baja Sajonia, y amenaza con cambiar de peluquero aunque reconoce que Antonino le da al peine un toque no se cómo que no consigue nadie salvo él, pero ahora se le ha llenado la peluquería de aprendizas, esta gente experimenta con las clientes, farfulla. Le digo: "No sé porqué se deja tocar el pelo sin dar instrucciones precisas. Usted tiene la cara redonda y lo que mejor le sienta es el cabello recogido hacia atrás, pegado al rostro". 

Erika me observa tratando de descubrir si hay asomo de burla en mis palabras. Se mira en el espejo del servicio, hace unas cuantas muecas, disiente y asiente, según le va en gana, y vuelve al cabo de unos minutos con el pelo mojado convertido en un moño. Entra en mi despacho donde yo disimulo estar concentrado en un informe urgente para Madrid, me interrumpe con la excusa de entregarme el Finantial Times, el correo con una carta del Arbeitsamt, anuncios de vinos italianos, y me ilustra con un tropel de sus sentimientos, es decepcionante, señor Carpio, tengo que pagar una fortuna para que usted me diga que estoy más bella sin hacerme nada. Eso es pura filosofía, Erika, las mujeres siempre están más hermosas sin nada encima, me permite que lo dude Sr. Carpio, porque creo que esa opinión es masoquista, las mujeres nos sentimos mejor cuando nos ponemos encima los trapos que nos gustan, que cuando nos los quitamos. ¿No habrá querido decir machista en vez de masoquista, querida Erika?.

 Esto nuestro se llega a confundir con un matrimonio, una cosa de esas parejas que llevan juntos montones de años, en las que cada uno se parece al otro y ambos al perro, de forma que sólo con una misma fotografía pueden obtener el pasaporte y recorrer los tres el mundo. Cuando ya no la miro, después de haber compartido con ella tantas horas la conozco de memoria, la sigo viendo igual.

Lo que más me seduce es su olor, un sucedáneo de perfume enigmático, una mezcla extrema y voluptuosa de hierbas que ella misma se prepara, una combinación variable de aromas, misteriosa, infinita. Me dejó entrar en su secreto después de mucho porfiar, cuando nuestra confianza llegaba casi a la frontera, y pude contemplarla concentrada en la elaboración de esa fórmula mágica, juntando semillas y restos de naturaleza con alcoholes y esencias. Me recordó el proceso de mezcla de anís de guindas y mandarinas que yo preparaba para mis invitados en Madrid, según una receta de Encarna. Erika echa pétalos de rosas, espliego, clavo, clavelinas, lo mezcla con Chanel número cinco o genuina Kölnwasser, según humor, y envicia el todo con otras pócimas desconocidas o secretas, en combinaciones que improvisa sobre la marcha, usando incluso proporciones muy pequeñas, como una bruja o un maestro alquimista. 

Hay que analizarla rodeada de frascos  y matraces, vertiendo la mezcla inquietante encima de un perfume tan caro, para entender que cada ser humano guarda un despropósito, una locura íntima, y quise saber por qué diablos estropea un perfume que le ha costado tanto, ¿no valdría lo mismo algún líquido más barato?. Erika no me miró para responder, se concentraba en su combinación milagrosa, hasta sacaba un poco la lengua para atinar mejor con el pulso y echar sin pérdidas el alcohol adulterado desde el botellón de mezclas al vaporizador. 

-Desde pequeña me pareció importante oler distinto a los demás. Por eso me invento perfumes.

-Pero querida Erika, usted lo que hace es adulterar el perfume de marca que se compra, al mezclarlo con esos potingues.

-El perfume de base es clave, señor Carpio, pero no se engañe. Lo más importante es el frasco. Este perfume en otro frasco no tendría valor.-Pero el frasco no lo ve nadie.

-Lo veo yo cuando lo echo sobre mí. Eso me da ánimos.

-Su perfume tampoco tendría valor en otra mujer. 

Cuando tenga tiempo, Erika, le diseñaré el mejor frasco del mundo, mezcla de botella de Klein y de botijo, con lo que la obligo a preguntar ¿Qué es una botella Klein?, ¿algún licor extravagante?, mi pobre inculta, una botella de Klein es un concepto de geometría analítica, una superficie que se envuelve a sí misma, que se puede recorrer por dentro como por fuera sin necesidad de salir de ella. 

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