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El blog de Angel Arias

Artículos para El Imparcial

Carta desde Europa. Catalanes, maltratados, langostas y paleontólogos

El 28 de noviembre de 2004, escribí para el periódico El Imparcial (Oaxaca) esta crónica. La hermosa ciudad mexicana vive hoy una situación de crispación por una huelga de maestros que dura ya casi un mes. Lo que empezó con la petición de aumentos de sueldo y mejores condiciones para ejercer, ha desembocado en un escenario de enfrentamientos y violencia, conn una disputa abierta entre el Gobierno de ese Estado y el central -las elecciones por la presidencia de México serán el 2 de julio-, que ha costado ya varios muertos.

Lo que se trata en esta Carta ya antigua no tiene que ver con la actual vivencia oaxaqueña, -que mis amigos de allá se encargan de mantener a flor de piel, enviándome correos que defienden los argumentos de unos y otros, coincidiendo, eso sí, en lamentar el deterio de la fuerza del diálogo por la debilidad de la violencia. Pero el pulso emotivo hacia México del que surgieron esas cartas, sigue intacto en mí. Buena suerte, Oaxaca. Manténte firme en avanzar, México.

Además de hacer de cronista para Vd. de las razones de los otros, debería contarle algo de mí, salpicando mis cartas con algunos detalles íntimos que le ayudasen a volver a identificarme en su memoria. Puede que lo mío sea una forma espuria del síndrome de Ulises, que dicen que asalta a los emigrantes y a todos los desplazados de sus raíces, y les hace añorar obsesivamente el momento de volver a su Itaca. Aunque si pudiera elegir guiado por mi ego, me gustaría más ver en Vd. el síndrome de Penélope, y hasta me encantaría que me tejiera un jersey mientras me espera, al tiempo que nuestro Telémaco crece.

 

Pero aquí no hay más viaje que el que nos conduce a la realidad todos los días, y de existir un tejedor, ése sería yo, haciendo y deshaciendo como un poseso las líneas de esta carta, tratando de encontrar las palabras precisas sobre el bastidor de nuestro lenguaje común. Y a riesgo de que me encuentre ridículo, me siento adornado con corona de laureles, aunque tenga los pies descalzos. Antes de que me critique, o me aconseje ponerme zapatillas, le advierto que esta última frase es de Carlos Fuentes, y que en ella se refería al español, lengua que en sitios como Cataluña y el País Vasco llaman castellano, creo que solo para hacerse daño.

De vueltas a lo mío, admito que no tengo ninguna cicatriz especial, ni exhibo tatuajes, ni las guerras incruentas en las que he participado me han dejado marcas visibles. Soy un solitario cuyo instinto le ha llevado a estar casi siempre del lado de los perdedores, eso sí, sobreviviendo. Mi vida es, pues, una sucesión de errores jalonada de aciertos efímeros, y ya no se extrañará que le diga que copio a Juan Goytisolo, quien recogió esta semana en Guadalajara el premio Juan Rulfo, y al que bien sé que veneran en México como referente ético. Por eso no debió resultarle difícil al académico Gonzalo Celorio convencer a los demás miembros del Jurado que había que darle el galardón. Yo estuve en Comala tras la huella del autor de Pedro Páramo, antes de saber que había nacido en Sayula, pero me encantó respirar el aroma de los papayos y mameys, mientras buscaba ambos entre almendros, casitas blancas y palmeras.  

Tengo un día con pretensiones literarias, y la culpa me viene de que esta semana quedó marcada por la 18ª edición de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, en donde la cultura catalana anduvo de invitada especial. Y lo andará en adelante, si José Trinidad Padilla, rector de Guadalajara, cumple su promesa de que el próximo año se premiará también a escritores en catalán, “extrañisima y curiosa lengua”, al decir de un Juzgado de Badajoz, en contestación hecha a un exhorto justo en estos días, “que no se habla por estos pagos”. Porque no todo el mundo ha de tener la facilidad para las lenguas que demostró Andrés Henestrosa, el ilustre oaxaqueño del Juchitán del que usted me habló en su día (debo decir, mi noche), que se expresó solamente en zapoteco y huave hasta los quince años y que, sin embargo, llegó a sentirse como pez en el agua en una lengua que le era extraña, la española.

 

Desde la infancia aprendí a no sobresalir, a ser discreto, aunque estuve siempre a favor de los que estaban en desacuerdo. Me quisieron y además tuve suerte, a diferencia de algunos niños de 10 a 15 años que vivieron en el siglo XIX, y de los que sabemos ahora algo de sus vidas, porque el penal de Wandsworth, en Londres, acaba de desempolvar sus archivos de la época victoriana. Compartieron allí la prisión con los adultos, condenados por robar panes o un conejo, y recibieron  latigazos y fueron sometidos a trabajos forzados con la intención de que abominaran de sus inocencias infantiles. La historia de esos niños se desvanece en unas cartulinas amarillas adornadas con las fotos que muestran sus caras asustadas.

 

Pero volviendo a mis orígenes, ya le escribí en otra ocasión que no soy muy aficionado al ejercicio, aunque de chico jugué al jockey hasta que me rompieron las gafas con un stick y, como castigo, mi padre se negó a comprarme patines nuevos cuando me crecieron los pies. Este deporte nunca se había distinguido hasta ahora por haber desatado pasiones, al menos fuera de Cataluña. Pero hoy, si me admite la incursión histórica, hasta Berenguer IV, el conde de Barcelona que consolidó por matrimonio el reino de Aragón en 1137, habría tomado partido de haber sabido que Isidre Oliveras, creyendo que la oportunidad se la pintaban calva, apoyó hasta la dimisión que Cataluña se incorporara como miembro independiente de la Federación Internacional de la que era Presidente. Eso suponía que la selección catalana podría jugar contra la española y, muy seguramente, ganarla, para algarabía de los que defienden que Cataluña es nación, y, por lo tanto Estado independiente, una de las peticiones de principio que se han hecho clásicas por estos pagos. Pero el gobierno español movió presto sus hilos y el movimiento se quedó en agua de borrajas.

 

Incluso Pasqual Maragal, presidente de la Generalidad catalana, que vigila los pasos de Josep-Lluis Carod-Rovira, presidente del ERC, que es su partido asociado, tuvo que intervenir desde Jalisco (sin rajarse y supongo que para quitarles el hipo a los que presumen) para contradecir la propuesta de que Barcelona abominara Madrid como sede para los Juegos Olímpicos del 2012, en represalia.

 Yo comparo a Carod-Rovira con Hugo Chavez, el presidente venezolano, gentes ambas que van levantando tempestades cuando pasan, como lo demostró este último en su visita a España estos días pasados, en que abrió la caja de Pandora forzando al ministro Moratinos a asentir que el gobierno anterior habían instruído al entonces embajador en Caracas, Manuel Viturro, para apoyar el golpe militar que intentó destituirle. Otro especialista en desatar pasiones encontradas es Fidel Castro, y por ello apostaría que la embajadora Roberta Lajous, nuestra mujer en la Habana (parasafreando a Graham Greene),  cederá contenta sus credenciales en enero a Melba Pría.  El cambio llega casi al mismo tiempo que la incorporación del embajador español Carlos Alonso Zaldívar, que es además ingeniero aeronáutico, y que tendrá que ejercitarse en recoger al vuelo o del suelo los platos cada vez que se rompan las relaciones diplomáticas, que oportunidades no le han de faltar. 

Los enfados de los pequeños los sufren ellos solos, pero en política, lo peligroso es enfadar a las potencias, porque luego hay que dedicar regios esfuerzos a aplacarlas. El Rey Juan Carlos se metió en la jaula del rancho en Crawford (Texas) que tiene Bush, principalmente para preguntarle si estaba enfadado con España, y después hacerse unas fotos con las risas. No sé quién será capaz, por el contrario, de resolver el lío serio que se está organizando en uno de los países que compusieron la superpotencia con pies de barro que fue la URSS, en donde ahora a cada oportunidad resurgen identidades históricas. Me refiero a Ucrania, en donde las elecciones para elegir presidente han hecho aflorar la grieta geopolítica que separa a los dos Víktor. Ambos pretenden haberlas ganado, como usted sabe, aunque Yúschenko mira a Europa, en tanto que Yanukóvich, apoyado por Vladimir Pútin, bailaría mejor, dice, con  Rusia.

 

Desde luego, hay pueblos que están más cerca que otros del ombligo del mundo, y ello explica que, a la menor oportunidad, su idiosincrasia suba varios palmos sobre las cabezas de los demás. La revista Science ha dado la noticia del descubrimiento del Pierolapithecus,  tronco común a todos los antropomorfos superiores, que vivió hace unos 13 millones de años, en la zona de Hostalets de Pierola, hoy Cataluña. Se especula sobre las causas de la muerte de este pobre individuo. Tuvo la mala suerte de que las grandes cantidades de carbonato cálcico que se desprendieron de las montañas, provocaron un descenso de las temperaturas, y aunque otros primates se desplazaron y adaptaron a nuevas dietas, este mono prefirió quedarse en el oasis de estabilidad biológica que fueron los bosques subtropicales de Eurasia, lo que lo convirtió en muy vulnerable. Más o menos así lo explica Jorge Agusti, paleontólogo, pero algo me hace creer que el valor del mensaje no será entendido.

 

Por cierto, mándeme recetas de langostas, que en Canarias tenemos una plaga de Schistocerca gregaria, un chapulín gigante que nos ha entrado por esa puerta que tenemos abierta a Africa. La están combatiendo con plaguicidas fitosanitarios, pero yo pienso que deberíamos aprovechar sus proteínas. Pero si no tiene tiempo para contestarme, no se preocupe, yo seré, en positivo, su gota malaya (que es lo que Maragall quiere ser para el Gobierno central, y que era una forma de presión por la que se dejaba caer una gota tras otras sobre la cabeza del torturado). Un casto beso, querida amiga, y buenas noches.

 

Carta desde Europa. Micófagos, católicos, presidiarios y homínidos

El 31 de octubre de 2004 el Diario El Imparcial, de Oaxaca, México, publicó este artículo del administrador de este log, con el mismo título. El objetivo de esta serie era trasladar al lector mexicano retazos de la realidad española del momento. Su redacción me ocupó las tardes de los domingos durante 20 semanas consecutivas.

 

En Madrid ha estado lloviendo esta semana casi todos los días, pero en los montes de Guadarrama (puedo verlos cada mañana desde mi despacho) hay pocas setas. Creo haberle escrito ya que soy un micófago convencido, y que soy capaz de mezclar en mi cesta treinta especies, para hacerme una tortilla sabrosísima cuyo único defecto es que me la tengo que comer solo. A mi hija no le gusta ni oir hablar de hongos, y me recuerda cada otoño al médico forense que,  llamado a hacer la autopsia de un muerto por envenenamiento faloidiano, encontró centenares de libros sobre hongos en la biblioteca del desafortunado, reconocido experto y divulgador micófilo.

 

Mi querida amiga, si le cuento esto es, porque a medida que nos vamos conociendo mejor  -es un decir- me siento más cómodo en contarle detalles sobre mí. Pero, por supuesto que no olvido que prometí hablarle de otras cosas. Por eso, debo ejar constancia de que los países de la Unión Europea han firmado el Tratado por el que aprueban el texto de la Constitución Europea. El gobierno español ha elegido para ratificarlo la fórmula del referéndum, que se celebrará el próximo febrero. Curándose en salud, el Consejo de Estado ha propuesto que se consulte al Tribunal Constitucional por si hubiera que reformar la Constitución española, ya que la referencia última de los principios y formas de actuación estaría ahora en Bruselas. Como las reformas de la Constitución española están sujetas a un proceso de extrema rigidez, podría ser necesario hasta disolver el Parlamento. Nadie me ha preguntado opinión, pero yo no veo ninguna contradicción irreductible entre ambos textos,  y entiendo que bastaría con el respaldo político del sí en el referendum.

 

Ha sido una semana con fuerte protagonismo de los temas europeos. El Parlamento Europeo, una institución poco influyente en comparación con la Comisión, ha aprovechado uno de los escasos resquicios en que se le pide opinión, y ha forzado una crisis al amenazar con el rechazo de la propuesta que iba a presentar el presidente electo, Jose Manuel Durao Barroso. Varios comisarios no eran del gusto del Parlamento, pero el que recogió las mayores bofetadas fue Rocco Buttiglioni, previsto para Justicia, Libertad y Seguridad, que había manifestado, en la más pura ortodoxia carca, su desacuerdo con las parejas homosexuales y las madres solteras. No creo que nadie le hubiera pedido tanta franqueza, pero seguro que Josep Borrel, presidente del Parlamento recibió encantado esa moderna caja de Pandora.

 

El laicismo del Estado es uno de los asuntos sensibles de este viejo continente, en el que, a pesar del peso que tiene la Iglesia católica, ganan adeptos los que defienden la aconfesionalidad en la vida política. No está obviamente de acuerdo el cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, que presentó en Roma el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, un manual para católicos con ganas de leer –tiene más de 500 páginas-, en el que se pretende dar soluciones a casi todos los conflictos morales del creyente.  Desde la condena a la guerra preventiva, el uso del preservativo, o las parejas homosexuales, hasta la prohibición de la clonación y la inutilidad de la pena de muerte, el Compendio es una colección de propuestas para entrar en segura discusión con los amigos.

 

Tantos acontecimientos europeos nos han servido para distanciarnos algo de las elecciones de sus vecinos del norte, a los que creo que aquí nunca entenderemos del todo bien, ya sea porque nos mintieron en Cuba en el 1898 o por los sustos que nos dieron en tiempos de la guerra fría. Le encontramos defectos tanto a Bush como a Kerry, y la sutil simpatía que se pueda manifestar, apurando, por uno u otro no es sino reflejo de la tendencia a favor del PP o del PSOE de los que hablan. Lo que sí se espera es que mejoren las relaciones de Estados Unidos con la Unión Europea, que es, salvando los sujetos de la frase, lo mismo que desean los mexicanos con el que elijan los votantes. Aunque la preferencia por uno u otro parece que habrá de decidirse tirando una moneda al aire, si hacemos caso de las intenciones de voto previas.

 

Con el cambio de ropa por la nueva estación, también se han desempolvado en la semana en mi país algunos fantasmas del armario, en concreto con la confirmación de la sentencia al que fue secretario de Estado responsable de Interior, Rafael Vera, acusado y convicto de haber utilizado en beneficio propio los fondos reservados. Varios de sus compañeros socialistas, entre ellos Felipe González, que ahora se dedica a diseñar joyas y a pronunciar conferencias sobre cultura general, han pedido al Gobierno su indulto. A mí me produce cierto desasosiego que el antiguo responsable de la lucha contra el terrorismo, confluya en la cárcel con los enemigos del Estado, se lo escribo como lo siento.

 

Pero en un país que está en permanente revisión de sus principios y en el que, como condimento especial, la envidia moviliza parte de las actuaciones, es fácil hacerse enemigos, y encontrarte con el pie cambiado si no estás atento a la música que se toca. La Historia va llena de gentes que dieron con sus huesos en la cárcel después de haber servido celosamente al Estado. No creo, sin embargo, que la obsesión por encarcelar al que se mueva, sea  culpable de que haya ahora más de 60.000 reclusos en las cárceles españolas, tantos como después de la guerra civil. Pero el hacinamiento que esta situación provoca, ha convertido las cárceles en focos de delincuencia y preparación para el delito, lejos de su teórica función de reinserción social. La cárcel de Topas en Salamanca se ha convertido en triste paradigma del problema al descubrirse que en ella se formó un núcleo islamista que planeaba volar la Audiencia Nacional y matar a varios jueces, entre ellos al omnipresente y algo controvertido Baltasar Garzón.  

 

Casi la tercera parte de los reclusos son extranjeros. La razón fundamental hay que encontrarla en el desarraigo, la pobreza y la precariedad del empleo de quienes se encuentran aquí en situación irregular, atraídos por la esperanza en una vida mejor. Por eso me parece una excelente idea, aunque sus objetivos fundamentales sean otros, el  nuevo reglamento de Extranjería que prevé regularizar a casi 800.000 extranjeros. Básicamente, por “arraigo laboral”, para quienes acrediten una permanencia continuada en España durante más de dos años y hayan trabajado al menos doce meses. O, como fórmula transitoria, para quienes estén empadronados desde hace seis meses y presenten un contrato laboral. He pasado cerca de una de las oficinas de extranjería, y he visto una gran cola de emigrantes, deseosos de recoger ya unos formularios que la secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumi, ha dicho que aún no están preparados. Pero quién podría poner puertas a la necesidad.

 

Ah, y mire Vd. la casualidad. En mi correo anterior le hablaba de Jorge G. Castañeda, y resulta que estos días estuvo por Madrid. Aquí explicó que anda a la espera de que la Corte Suprema resuelva si le van a dejar presentarse a las elecciones a Presidente del 2006, sin apoyo de ningún partido. No se lo que queda de su relación con el presidente  Vicente Fox cuando estuvo de Ministro de Exteriores, pero habló de aquellos tiempos como ejemplo de apoyo de las inversiones españolas en México.  Sin necesidad de preguntárselo, adivino en este punto su desacuerdo con Héctor Rangel Domene, flamante presidente del BBVA-Bancomer, que quiere sacarle el máximo rendimiento al sector de crédito en México, y que no va a esperar que algo cambie para hacerlo.

 

Permítame el detalle intimista de decirle que por las noches releo la Biblia. Me apasiona especialmente la poesía del Génesis, que me retrotrae a mi niñez, mejor aún que las novelas de Emilio Salgari que saqué del desván.  Al leer las primeras páginas, pensé en la de vueltas que dió la presunta ubicación del Paraíso. Aunque ya casi nadie defenderá que estaba entre el Tigres y el Eufrates, ahora habrá quien crea que ha estado en Indonesia, en donde han descubierto restos de homínidos con más de 18.000 años, contemporáneos de nuestros antepasados, que acaban de descubrir las ventajas de la agricultura. Ando tan despistado con las afirmaciones categóricas, que me intriga lo que querrá decir Chris Stringer,  mandamás del Museo de Historia Natural de Londres, que está convencido de que “el hallazgo desafía el concepto de lo que nos hace humanos”.

 

A mí me hace humano tomarme una cerveza con una buena amiga, o escuchar las viejas canciones que me hicieron vibrar en la adolescencia. Por eso fuí a decirle hasta luego a Joan Manuel Serrat, en el teatro Albéniz, donde anunció que va a operarse de cáncer y que se retira hasta verse mejor. “Lo importante no es lo que te ocurre sino cómo enfrentarte a ello.”, nos lanzó. Yo pensé en Vd. mientras le oí cantar “Princesa”, y por un momento me imaginé que volvía a tener veintipocos años...Querida amiga, algún día tendré que enfrentarme a mi propia realidad e incluso a  la suya, pero hasta entonces, reciba un cordial saludo.

Carta desde Europa. Demonios, adivinos y divorciados

El 18 de septiembre de 2004, envié al periódico El Imparcial, de Oaxaca, para su publicación inmediata, la tercera carta de un imaginario profesor universitario español a una mexicana a la que había conocido en la última fiesta de la Guelaguetxa. Solo que, por haber bebido tanto, no era capaz de recordar si la historia había sido real, o un simple juego de la imaginación.

Mi querida amiga, debo empezar aclarándole que hoy no le escribo desde Madrid, sino desde Oviedo, ciudad del norte de España a la que he venido para formar parte del tribunal que juzgará una tesis doctoral. Se lo digo así, de primeras, para que no me imagine en el ambiente de los últimos coletazos del verano madrileño, sino acompañado de las finas lluvias (orbayo le dicen) asturianas. No se si ha sido el cambio de decoración, unido al aliento húmedo de esta hermosa ciudad provinciana en la que estudié Derecho hace siglos, pero esta tarde he sentido lo rápido que pasan los tiempos.  No me refiero al tiempo de reloj, sino al tiempo climático, que con seguridad nos deja una huella aún más profunda.

Esta semana varios expertos en el cambio climático han intercambiado en Toledo sus conclusiones sobre las temperaturas que tendremos a finales del siglo XXI, es decir, dentro de unos cien años. Utilizando modelos físico-matemáticos, huelga decir que complicadísimos, quieren predecir el tiempo a escala regional, en cuadrículas de 50 en 50 km, con décadas de antelación. Que es como decir que la cima del
Popocatepetl, Puebla o México DF, tendrán cada una su cuadrícula, cuando perfeccionen el modelo.

Lo que menos me gustó es que los expertos parecen de acuerdo que la zona más afectada por el calentamiento global de este continente desde el que le escribo será justamente España,  y, afinando, el catedrático
Manuel Castro dijo que las temperaturas medias aumentarán seis grados centígrados en verano y lloverá mucho menos.  Yo no estaré aquí para confirmarlo, pero estas elucubraciones sobre el futuro, que antes solo se permitían hacer los magos y los brujos, me han recordado un Informe que a finales del año pasado fue difundido (filtrado a la prensa, supongo) para alarma de los ciudadanos a los que nos gustaría más vivir ignorantes de lo que nos espera. Los científicos  Schwartz y Randall analizaron para el Pentágono los escenarios geo-políticos resultantes de un cambio brusco del clima, posible según parece en un horizonte tan cercano como de aquí a 20 años.

No pude resistirme a bajarme el informe por internet y leerlo, comprobando así los esfuerzos de la imaginación científica por describir la segura crisis mundial que provocarían los efectos del excesivo frío o calor, y la falta de agua y alimentos que resultaría en los países más poblados de la Tierra.
 Me debe disculpar este comienzo sombrío de mi correo, pero las cabezas más inteligentes de la humanidad parecen obsesionadas en convencernos del fin que nos llegará antes. Vivimos en un mundo de alarmados y alarmistas.

Por fortuna, la mayor parte de los signos que nos causan pavor se consumen rápidamente: y así, entre gripes del pollo asiático, vacas locas, salmones contaminados, agujeros de ozono, etc, dejamos que discurran más plácidamente nuestras vidas. Una colega de la Universidad me contó hace días que el salvado con yogurt que venía tomando regularmente para facilitar sus procesos digestivos, le habían dicho que era muy malo para la osteoporosis. Haciéndome el experto, le he dicho que no se preocupe, y que no tardarán en ser publicados los resultados de una investigación que demuestra exactamente lo contrario.
 No piense que soy un descreído total, pero me parece que tendemos a preocuparnos más por lo casi imposible que por lo prácticamente seguro.

Por ejemplo, me obsesiona la creciente tensión en Irak, que tiene aspecto de desembocar en una guerra civil, y que desconozco por qué modelos de predicción habrá sido planeada. No se si Vd. pertenece al grupo de los que estuvieron convencidos de que aquel país tenía armas de destrucción masiva, ni si le preocupó alguna vez que la invasión debería contar con algún fundamento. Pero seguro que no le es indiferente que
Kofi Amman, secretario general de la ONU –la  organización a la que esta crisis real ha puesto pies de barro- haya reabierto estos días el debate sobre la legalidad de la invasión. No le hará mucho favor a George Bush, pero asombra la distancia que le sigue sacando al soso Kerry en la campaña electoral en la que está inmerso su país vecino. 

¿Se da cuenta lo rápido que consumimos la novedad, y la convertimos en algo natural, por dura y controvertida que nos haya parecido?. Los mayores devoradores de realidad son justamente, quienes más respetuosos debieran ser con ella, los políticos. Devoran diariamente en cuestión de minutos su ración de varios periódicos, yendo directamente a lo único que les interesa. Que son, básicamente, las noticias que hablan sobre ellos, sus opositores o sus partidos. De lo demás, únicamente se contentan con leer los titulares.  En este mundo de prisas, no tenemos tiempo para la lectura, solemos decir.

Por eso no deja de maravillarme el éxito de la novela de
Dan Brown, El Código de Vinci, que alguien ha sabido definir como un Harry Potter para adultos. Voy en el metro, y rara es la ocasión en que no veo a alguien enfrascado en la lectura de esa novela de misterio que usa de los términos religiosos como pretexto para pasar el rato. Nada que ver con aquella obra maestra de Umberto Eco, El nombre de la Rosa, tan bien documentada.  Aprovechando el éxito, han publicado en español una novela anterior del mismo autor, “Angeles y Demonios”, que resulta algo así como un ensayo general de la otra.  Es paradójico que mientras que las colectividades con base cristiana parecen obsesionadas con facilitar el divorcio civil, nos atraiga una historieta que pretende casar a Jesucristo con María Magdalena.

En España, el gobierno ha aprobado la reforma del divorcio, simplificando los trámites del procedimiento, de forma que será posible obtenerlo en menos de dos meses, si ambos cónyuges están de acuerdo, o de seis, si se plantea un contencioso. Si la pareja no tiene hijos, yo opino que se podía incluso reducir al tiempo justo de inscribirse en el Registro civil y romper los papeles, como parece que le gustaba hacer a
Pancho Vila, para poder acostarse sin reparos con las mujeres que le apetecían. Distinto es el caso en que la pareja tenga hijos, y en un aspecto concreto de la reforma, por la que los matrimonio separados pueden repartirse el tiempo con los hijos sin las limitaciones anteriores, me inclino a pensar que tiene razón Angela Alemany, presidente de la Asociación de mujeres juristas, que afirma que el niño necesita un referente modélico sin contradicciones  y un único criterio educativo, y que, en lugar de repartirlo como el rey Salomón hubiera propuesto, debe estar la mayor parte del tiempo con uno solo de sus padres.

Veo que ha dejado de llover. Voy a salir a dar una vuelta por la zona peatonal de esta ciudad. Ha quedado una noche muy bonita, y se ha colado un agradable olor a tierra húmeda por la ventana del hotel. Usted estará ahora volviendo del trabajo. Si lee este correo antes de dormir, piense en mí, que le mando un beso desde tanta distancia.

Carta desde Europa: Mineros, periódicos, cigüeñas y niños prodigio

Carta desde Europa: Mineros, periódicos, cigüeñas y niños prodigio

El 14 de noviembre de 2004, el períodico mexicano El Imparcial publicaba este artículo, en la sección "Cartas desde Europa", del que era autor el animador de este log.

No deja de asombrarme, querida amiga, constatar que vivo quizá en el país más permisivo del mundo. Los españoles hemos sido durante décadas el reducto más retrógrado de la Europa occidental, que se mofaba de nuestra mojigatería y nos hacía sitio en sus salas porno para que supiéramos por dónde iba el mundo que no nos dejaban conocer en nuestra patria. Pero ahora le sacamos al resto de la Humanidad varios cuerpos de ventaja en tolerancia, y somos más débiles precisamente con quienes deberían ser tratados con mano de hierro. Me sorprende aún más que de esa permisividad se hayan convertido en paladines nuestras propias instituciones policiales. Somos un paraíso para la delincuencia internacional.  Durante la dictadura, varias generaciones de adolescentes hemos hecho músculos corriendo delante de los grises –que era como iban vestidos entonces los guardias civiles-. Estábamos persuadidos de la dureza represiva de los órganos del orden público, y nos resultaría inaceptable admitir que nuestro país podría ser la guarida de los delincuentes más buscados. Pero ahora sabemos que aquí reposan de sus fechorías en nuestras playas, realizan tranquilamente transferencias para pagar a sus esbirros, organizan incluso desde nuestras cárceles las operaciones con las que intentan desestabilizar el orden internacional o hacer su agosto. Incluso hasta se ha quebrado la secular la tradición de recelo entre moros y cristianos, que habíamos convertido en un plato de alubias negras con arroz blanco y que solo se mezclan para comérselo. 

Ay, si se levantara de su descanso eterno Don Pelayo, que inició en Asturias una batalla contra los otros invasores de la piel de toro, que solo culminarían los Reyes Católicos el mismo año en que se descubrieron América y Europa (1492). Porque en Avilés, que está también situada en Asturias, varios cristianos mineros vendieron sin recelo la dinamita y detonadores a los islamistas que volaron los trenes en Atocha el 11-M. Todo ello, para más inri, ante las mismas narices de la Guardia Civil, cuyos mandos habrían tenido hace tres años la confidencia de que se planeaba un atentado por una célula de Al Queda. Aquí, según los jueces Baltasar Garzón y Juan Del Olmo se planificaron también el 11-S, los atentados de Casablanca, el asesinato del holandés  Theo Van Gogh, etc, etc. 

Pero es que otro síntoma español es llegar tarde. Sirva como ejemplo, y por cambiar de aires, que 32 cineastas han presentado ahora una película conjunta, Hay motivo, hecha con los cortos filmados por cada uno de ellos, en los que defienden las razones para votar por el cambio –botar a Aznar- en las elecciones generales que se celebraron hace ya diez meses. Hoy por hoy, la difusión de ese esfuerzo colectivo por desestabilizar a un presidente que ya perdió las elecciones, parece un despilfarro económico e intelectual. Pero sus autores defienden que el momento tiene plena vigencia. Europa no es Estados Unidos, en donde la gran mayoría es conservadora, y las posibles diferencias entre demócratas o republicanos se difuminan después de cada elección. Aquí las ideologías son duraderas, por más que mi escepticismo me inclina a pensar que lo que manda de verdad, es el pesebre. Pero sí nos gusta señalar las diferencias. Esta semana, por ejemplo, el prestigioso diario El Mundo, cuyo propietario es una multinacional con sede en Italia, ha celebrado su decimoquinto aniversario, reuniendo a cinco mil personas en el Palacio Municipal de Congresos. El director, Pedro J. Ramírez, casado con la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada fue el anfitrión, y no dudó en manifestar su apoyo a las opciones conservadores, en las mismas narices de los representantes del Gobierno socialista. La fiesta comenzó con la proyección de un cortometraje que resumía los últimos quince años de la historia del país y del mundo. En ese escaso cuarto de hora no creo que fuera posible haber destacado mejor las diferencias subliminales entre las dos Españas. Pedro Solbes, vicepresidente del Gobierno, máxima autoridad socialista presente, esperó estoicamente a que el ballet de Víctor Ullate iniciara sus evoluciones, para hacer un mutis discreto, dejando solos para el baile a Mariano Rajoy y a Esperanza Aguirre, que estaban muy a gusto. 

Como el miércoles no tenía clase, he pasado a despedirme de Fernando Chueca Goitia, el maestro de arquitectos que acabó la catedral de la Almudena, fallecido hace unos días y cuyo sepelio obligó a abrir una cripta en donde también reposa el que fue duque de Cádiz. Este primo del rey Juan Carlos, muerto en accidente mientras practicaba esquí, dicen los exégetas de difuntos que hubiera estado encantado de asistir a la boda de su hijo, Luis Alfonso de Borbón, entronque de las casas de Franco y Borbón, que se casó con la plutócrata María Margarita Vargas en la República Dominicana. Pues hubiera sido el único miembro de la familia real, porque de la familia del novio solo asistieron los allegados a su madre, Mari Carmen Bordiú Franco. El año ha venido cargado de muchas bodas y puede que la Casa Real tenga agotado el presupuesto.  Si en aquella boda cantó Bisbal, por aquí anduvo, promocionando su nuevo disco,  “México en la piel”, Luis Miguel Gallego, el seductor portoriqueño que uno de sus presidentes ha convertido en mexicano. Este discípulo del rey Midas ha hecho disco de oro a los pocos días de nacer a sus espléndidas versiones de rancheras, aliñadas con esencias de Armando Manzanero y del Mariachi Vargas de Tecalitlán. Yo canto con él “Escribir un poema es fácil si existe un motivo”, (por ejemplo, el amor) y me entero que tengo el mismo gusto que su madre italiana.  

Si hubiera estado Ud. aquí este pasado domingo, la hubiera llevado a ver la exposición del Prado: “El retrato español del Greco a Picasso”. Los retratados son, fundamentalmente, miembros de familias reales y aristócratas, aunque también se refleja el interés de los pintores españoles por pintar a gentes del pueblo, seres humanos sin pasado ni futuro. Algunos se han pintado a sí mismos, y en esos autorretratos  simplemente demostraban su arte o probaban invenciones artísticas. Ustedes tienen un modelo de cómo se puede experimentar con los sentimientos dejando la propia piel sobre la del lienzo, en los trabajos de esa bella mujer con bigotito que fue Frida Kahlo. De ser artista, yo preferiría esconderme en el cuadro donde habría pintado a otros, presentándome como un figurante discreto. Decía Pablo Picasso que creía haber descubierto algo diferente en su último autorretrato. No dijo qué. Me hubiera gustado preguntarle su opinión al especialista en Arte Philippe de Montebello, Director del Met de Nueva York, que vino a recoger el premio de la Fundación amigos del Museo del Prado, pero no tuvo tiempo para ver la exposición. 

Ya le escribí que me gustaría que mi hija se casara, -fundamentalmente para recobrar mi independencia-, aunque no sé si me soportaría tener un nieto como Rafael Martín Masot, porque me asustan los niños precoces, como todo lo que se manifiesta a destiempo. Este niño de catorce años y ojos cándidos en apariencia, ha publicado su primera novela: “Abulagos” –que el mismo explica es el nombre de unas plantas que se quemaban para deshollinar las chimeneas en Andalucía-. El libro empieza, ni más ni menos, con la violación y asesinato de una criada a manos del dueño del cortijo donde trabaja. Un drama rural de tomo y lomo. No sé lo que la obra infantil permitirá descubrir a los adultos, pero a su edad yo, le confieso, leía con deleite a Emilio Salgari y algunas vidas de santos ilustradas y escribía solo las redacciones que me imponían en el colegio. 

Tampoco vaya Vd. a creer que me había tragado eso de que los niños venían de París y que los traían las cigüeñas. A los catorce años yo ya sabía que las cigüeñas, junto con otras aves, emigraban para evitar los duros inviernos y se iban a tierras cálidas. Lo que no podía imaginar es que preferirían vivir con nosotros todo el año: más de 1.000 parejas de cigüeñas van a pasar este invierno en Madrid, dicen los ecólogos, y se sumarán a las más de 30.000 gaviotas reidoras que comen de las basuras del vertedero de Valdemingómez. Estos animales han perdido la noción de dónde está Paris, el mar, y no saben disfrutar de su libertad, contagiadas por la especie dominante.  

He mirado el reloj y veo alarmado que se me ha ido el tiempo en un pispás. Me da pereza cerrar el ordenador, pero debo despedirme de Vd. Tenga muy buenas noches. Se está bien en su compañía, ¿lo sabía?

Carta desde Europa . Fiestas, museos y ministras (1)

Desde el 4 de septiembre de 2004, y durante 6 meses, el sostenedor de este log estuvo publicando cada semana en el periódico El Imparcial, de Oaxaca (México) una crónica de actualidad. Esta fue la primera de la serie.


Ayer encontré el trozo de papel en el que Vd. anotó su correo electrónico. Lo estuve buscando desde que llegué a Madrid, pero se había traspapelado entre las muchas tarjetas de visita, mis notas de viaje y los apuntes del Congreso de Especialistas en Derecho Internacional. Casi había desistido de encontrarlo. Pero aquí lo tengo. Letra cuidadosa de niña aplicada de caro colegio religioso.  Espero que no se haya olvidado de mí. Soy el profesor español que la confundió con una compañera de las sesiones. Usted estuvo manteniendo el tipo hasta que me di cuenta que no, que no tenía nada que ver con mi trabajo. Después de varios mezcales, qué importaba ya eso. Prometí escribirle cuando llegase a Madrid, e incluso creo que le dije que lo haría todas las semanas, puntualmente, cada domingo, por la noche. Cuando ya me he liberado de las toxinas de la semana anterior y estoy listo para la siguiente.  Vd. me comentó que no le gustaba escribir, pero sí leer. Le repliqué encantado que esa actitud era un regalo. Disponer de un buen lector es el deseo secreto de cualquier autor, así que le dije  -¿verdad?- que no me preocuparía que Vd. me contestase o no, que le escribiría de todas las maneras. Pero mándeme unas letras de vez en cuando. Demuéstreme otra vez que Vd. es real. 

Fue un acierto prolongar mi estancia en México acercándome a Oaxaca durante el segundo lunes de la Guelaguetza. Iba con algo de prevención, porque las fiestas multitudinarias me aturden. Me es simpático el significado de la celebración, y me impresiona que, a pesar de su antigüedad, mantenga su frescura. Descubro un mensaje para nuestra aldea global: que todos participen activamente, aportando cada uno lo que pueda, sin que importe lo que se vaya a recibir a cambio. Tengo fotos de los chirimiteros cantando las mañanitas delante de mi hotel. Han salido oscuras y les faltan el sonido, la ironía y el bullicio contagioso de la gente que está preparada para divertirse. Hacía tiempo que no sentía una emoción igual. Usted también tiene algo de culpa. Al volver a Madrid, me encontré con otras fiestas, y volví a acordarme de Centéotl, la diosa del maíz tierno.

Aquí conmemoramos a la virgen de la Paloma, una de las patronas principales de Madrid,  que dicen tiene más adeptos incluso que otra virgen, la de la Almudena. Es una fiesta de barrio, para los que se quedan aguantando el calor y la incomodidad de las muchas obras que los que se van mandan hacer durante sus vacaciones. Nuestra diosa local es también patrona de los bomberos, que aprovecharon para presentar –muy pragmáticamente- sus reinvidicaciones a los demás humanos, manifestándose durante la procesión. Quieren mejor equipo, y  sobre todo, más soldada.  Si no fuera por las obras, y que por su causa no hay manzana en la que falten cuadrillas de obreros con un martillo perforador en cada mano, ni andamios sobre los que se encaramen maestros del mazo y del piquete, Madrid en verano sería un encanto. Cuando la gran ciudad se despuebla, nos recupera. En agosto es un placer circular por sus calles, visitar sin agobios los museos vacíos. Los otros transeúntes parecen supervivientes de la misma batalla, y todos jugamos a ser traviesos, cruzando las avenidas del través y mirando los escaparates con mucha calma. La ciudad está dormida, este monstruo amable es nuestro Shrek. 

Hay una exposición de Lichtenstein en el Reina Sofía, que también está en obras. La ampliación proyectada por el arquitecto francés Jean Nouvel, en lugar de aislar el museo de la ciudad, haciéndolo más recoleto, más reducto, me temo que le ha metido dentro la bicha (el ruido, el reflejo de los coches, el desorden). Las viñetas grandes del amigo de Warhol se han quedado bastante antiguas. Las hemos consumido en los desayunos de juventud, con el Cola Cao. ¿Verdad que quienes han roto moldes nos parecen menos originales cuando más pasa el tiempo por nosotros? Verá que las olimpiadas no han traído a mis compatriotas todas las esperadas alegrías, tal y como yo había vaticinado. Aquí nos tomamos la sopa fría pero la cocinamos muy caliente. No hay muchas noticias. Los principales están de veraneo y el despiece de las circunstancias de la vida y la muerte de la hermosa Carmina Ordóñez (que fue una de nuestras diosas-icono) desagrada hasta a los más morbosos.  

Tal vez por eso están siendo muy comentadas en los medios de acá las fotos que se han hecho las ocho ministras del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero para Vogue. Están en las páginas interiores de la revista, y si no estás sobre aviso, hasta es difícil encontrarlas. Las han puesto a caldo: presumidas, provocadoras, elitistas. Yo veo solo a unas mujeres independientes, discretamente elegantes, no muy guapas pero nada feas, sentadas en unos sofás azules que han sacado al sol de los jardines de la Moncloa. Sobran tal vez las pieles sintéticas, dispuestas sin gracia sobre el sofá y que solo tocan dos de ellas –Elena Salgado y María Jesús San Segundo-. No creo que haya ningún mensaje ni para los votantes ni para sus opositores. Es una pose de grupo para los amigos, para las familias. Para enseñar después que todo este ajetreo haya pasado como testimonio de haber estado allí. Porque están seguras de que lo van a hacer bien. 

Bueno, me voy a acostar. Reciba mi afectuoso saludo. Hasta el próximo domingo, mi querida amiga.