En el día de Internet
El 17 de mayo se conmemora a Internet, esto es, se venera a la red telemática, ese instrumento tecnológico que nos permite enviar y recibir información a través de las ondas, o por cable telefónico, o por fibra óptica, o por quién sabe cómo.
Internet es una tecnología y, por tanto, neutra: no es ni buena ni mala, ni útil ni abominable, ni rentable o despilfarradora. Como pasó con sus madres, abuelas y tatarabuelas, vivirá momentos de gloria y se caerá en el precipicio de la crisis y de los análisis de porqué suceden las cosas a los hombres.
Pero, aprovechemos el momento de verla tan lozana, fresca, con ganas de comerse el mundo y, por cierto, que ya ha empezado a hacerlo por la parte más jugosa, allí donde la carne de esta sociedad es más blanda: por la vía de la ignorancia.
No nos apresuremos: no sería justo atribuir a internet ninguno de los males de esta sociedad, porque conviven con nosotros, son consustanciales a nuestra filosofía de existir y aprovecharnos de las oportunidades que dejan libres los demás, sobre todo, los incautos o los inocentes.
Internet es neutral, pero quienes manejan alguno de sus misterios saben cómo hacernos esclavos, colaboradores, cómplices necesarios y, en algunos casos, compañeros de algún viaje. Se hace dinero con esta tecnología, como se consiguió con la informática o con la máquina de vapor o la guillotina.
Recordamos bien -solo los mayores, pero no fue hace tanto tiempo, jóvenes- los ejércitos de chicas uniformadas perforando fichas (por eso se las llamaba "perforistas") que se tragaban unas máquinas gigantescas que tenían capacidades de procesamiento asombrosas para la época, pero en un lugar ridículo respecto a la máquina de Turing y el laptop (Por cierto, para lectores apresurados: la máquina de Turing, como más avanzada).
No sabemos cómo podrá evolucionar internet antes de acabar, como toda tecnología, languideciendo o muriendo en brazos de otra más poderosa.
Metidos de lleno en la ignorancia de cómo funciona de verdad su misterio, sin saber a ciencia cierta quién está en situación de controlar el fondo del asunto, nos contentamos con utilizarla, porque nos hace algo más felices durante un tiempo: podemos chatear con amigos y desconocidos, bajarnos películas y canciones de servidores que están en nubes remotas que no parecen tormentosas, obtener información en tiempo real -repito las palabras mágicas: ¡en tiempo real!- sobre cualquier asunto, comprar o vender tangibles e intangibles, y hasta podemos permitirnos placeres anónimos, poniendo a parir al más pintado o, si no hay escrúpulos, ensuciar los archivos de otros con virus, pornografía o spyware.
Jóvenes, verdaderos jóvenes, los que no os dejáis vencer ni por el desánimo ni por la avaricia, los que no solo creéis que tenéis futuro, porque es lo que siempre viene, sino que estáis actuando para que sea mejor -con ilusión, con estudios, con ganas- a vosotros me dirijo: en el día de internet, felicidades a vosotros. Porque tenéis en vuestras manos la posibilidad abierta de una tecnología que lleva en su núcleo el germen de una nueva sociedad: no dejéis que desaparezca sin haber conseguido transformar el concepto aún utópico de sociedad del conocimiento en un camino hacia la solidaridad global de nuestra especie, una eterna nonata, hija de la ética y la filosofía.
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