Jugando en corto: Sobre las posibles consecuencias de dividir Galicia en dos mitades
El presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño, ha aprovechado una visita al Salón del Cómic de A Coruña del pasado 14 de agosto para reafirmar su convicción de que la creación de dos grandes áreas metropolitanas en Galicia es "la transformación que necesita el país" (se refiere a "o pais galego", obviamente).
Las áreas aglutinarían a poblaciones superiores a los 600.000 habitantes cada una, y supondrían una organización territorial superpuesta a las ya existentes. Para conseguir alcanzar estas cifras, sería necesario integrar en la zona norte a las poblaciones que configuran el eje A Coruña-Ferrol y en el sur se potenciaría el eje Vigo-Pontevedra.
Quedarían fuera de esos "núcleos gordos" de la planificación urbanística de los geógrafos a los que sigue Pérez Touriño, las ciudades de Santiago, Ourense y Lugo. Las opciones están abiertas para corregir o perfeccionar el modelo, incorporando más pueblos, en la medida en que se fuera consolidando la propuesta (el BNG defiende incluir Narón en el norte; otras voces sugieren llevar el núcleo del sur hacia Bayona o relanzarlo hasta Vilagarcía). Los más escépticos afirman que se deberían dejar las cosas como están y potenciar toda Galicia sin andarse en parcelamientos ni divisiones.
Como es sabido, en política basta sugerir una idea para que el debate esté servido. Los opositores se apresurarán de inmediato a encontrar todo tipo de fallos a la propuesta. En el caso del PSOE, las críticas a las ideas de sus dirigentes, no solo provienen del PP -como ordena la lógica de la discrepancia sistemática-, sino que suelen ser los propios militantes quienes se encargan de calentar la polémica. En este caso concreto, fiel a la premisa, Salvador Fernández Moreda, presidente de la Diputación de A Coruña, juzga negativamente el proyecto, porque "aumentará el gasto público sin mejorar servicios concretos".
La idea tiene antecedentes, en la propia Galicia, y no es, en mi opinión, descabellada. Siendo Carlos G. Príncipe alcalde de Vigo, a principios de los años noventa, ya se hablaba del interés en potenciar el¨"área metropolitana" de Vigo, incluyendo los municipios del otro lado de la ría, con los que se argumentaba que formaba una unidad natural, que el puente de Rande contribuía a recuperar.
Como responsable técnico por aquel entonces de la gestión de los servicios de agua de la zona, participaba yo en la concreción de aquella idea, apoyándola. Los municipios de la península del Morrazo recibían el agua por la tubería submarina, pero eran reacios a pagar por ella a la ciudad de Vigo -que, en algunos casos, proporcionaba agua ya tratada-, lo que ocasionaba un claro agravio comparativo hacia los vigueses, en general, cumplidores con las obligaciones de pagar por lo que se consume, y a precios considerablemente más altos.
Viene esto a cuento de esta nota corta, porque la cuestión clave de las grandes aglomeraciones, creando infraestructuras que fortalezcan la unión entre los núcleos próximos, no está, pará mí, tanto en presentar las ventajas -que, indudablemente, existen- sino en estudiar los costes y cómo se distribuyen.
Ahí está la madre del cordero. En lo demás, en lo que todos estaremos básicamente de acuerdo en que los inequívocos beneficiarios de un área metropolitana serán las grandes superficies comerciales, indudables beneficiarias de contar con una clientela mayor y que encuentre fácil desplazarse. La calidad de vida ciudadana no resulta, por el contrario, indiscutiblemente mejorada, en esta época de las Tics y del individualismo, si no se analizan en profundidad todas las consecuencias.
A estos aspectos, dedicaré una segunda parte en mi comentario de mañana.
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