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El blog de Angel Arias

A sotavento: Lucha generacional en la Sociedad de la Información

Amparo Moraleda, Presidenta de IBM-España, concedió un par de horas de su tiempo a un variopinto grupo multigeneracional, dentro del ciclo Desayunos que organiza Europa Press sobre la Sociedad de la Información. Después de su charla, en donde expuso algunas ideas sobre el particular, respondió a varias preguntas de los asistentes, en un brillante coloquio dirigido por Jaime Estévez, periodista que anda ocupado en la cuestión de involucrar más a la ciudadanía en el debate económico-político.

Amparo presentó a la Sociedad de la Información como un proceso adaptativo más que una revolución, y defendió la necesidad de cambiar la orientación de la Universidad española, que despilfarra a sus doctores y "no está a la alturo de los nuevos retos". Fue pesimista en realidad acerca del futuro empresarial en España si no se aplica de inmediato la medicina de la innovación, concentrándose en entornos de alto valor añadido, y abandonando la obsesión por la producción de elementos físicos (tipo Delphi) , para los que no podemos competir con países con mucho más barata mano de obra.

Puso ejemplos: Cada nuevo producto informático reduce los márgenes en un 30% respecto al anterior. Antes de 2010, habrá 1.000 millones de chips por ser humano; el número de transistores supera al de granos de arroz producidos en China. La deslocalización obliga a los países desarrollados a innovar cont¡nuamente, y los puestos de trabajo están, cada vez más y de forma exponencial, relacionados con las nuevas tecnologías, el conocimiento y la innovación. El termite model se impone (crecer desde lo pequeño, acumulando esfuerzos, como le había insinuado un amigo indio).

Habló del Mare Nostrum (el supercomputer) y de Near Shot España ("que ha creado 1.000 puestos de trabajo, aunque no hacemos publicidad porque se los hemos quitado a otros países europeos"); defendió la plena incorporación de la mujer al mundo del trabajo ("cuotas de talento, no de género") y la opción de trabajar desde casa, ("porque, ¿a quién le importa que alguien esté planchando mientras está utilizando la imaginación?").

Yo había sugerido una cuestión múltiple que Jaime (y la logorrea ocasional de Amparo, "que teme las preguntas", y por eso se explayaba a gusto en cada respuesta) no creyó oportuno plantear:

"¿No estamos corriendo demasiado? ¿El viento en popa del que disfrutan las nuevas tecnologías de la información no nos está impidiendo que analicemos sus efectos en profundidad, corriendo el riesgo de que se genere una situación insostenible, rompiendo dramáticamente los equilibrios económicos? ¿Estamos creando un mutante, el homo sapiens estupidus, obsesionado por disfrutar del uso de las nuevas tecnologías -ipods, mp3, laptops, web 2.0, home video, etc- pero incapaz de conocer cómo se producen y, lo que es peor, sin que le proporcionen un mayor nivel de felicidad?".

Amparo confesó estar frisando los 40 años. Ella no había nacido y yo ya me había iniciado en el mundo de la informática. Trabajé en procesos de simulación, investigación operativa, CAD, CAM, CAE, GIS, ... No soy un experto, pero tampoco me considero un ignorante.

La mayor parte de mis colegas coetáneos están prejubilados. Ella no cree en el estallido de la burbuja 2.0. Pero cuidado: la pueden pinchar desde fuera.

Yo sigo pensando, y seguro que la mayoría de los de más de cuarenta y cinco años que escuchaban su brillante y vehemente discurso, que es necesario aportar filosofía, humanismo y sociología al debate. La sociedad debe incorporar los nuevos talentos (Amparo nos dijo también que educaba a sus hijas en la idea de ser adaptativas, flexibles, valer por sí mismas), pero no puede permitirse renunciar a la experiencia de los envejecientes. No estamos en la sociedad digital porque hayamos abandonado la analógica: llevamos las dos a cuestas.

Al fin y al cabo, la vida humana sigue siendo tan corta que al 99,999999 por ciento de los mortales nos sigue importando sobre todo qué comemos cada día y el lugar en donde reposamos el cuerpo cansado por las noches. Que tengas dulces sueños, Amparo.

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