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El blog de Angel Arias

El voto inútil (el 20 N) de los profesionales independientes

El 20 de noviembre de 2011 estamos llamados a las urnas en España para elegir los diputados y senadores que compondrán las dos Cámaras legislativas y, en especial, aquella en la que, por las mayorías o acuerdos legalmente previstos, se elegirá el Presidente de Gobierno.

Parece prácticamente determinado -según las encuestas previas, las opiniones fundadas y las especulaciones en la calle- que el Partido Popular obtendrá mayoría suficiente para gobernar en solitario y que, por tanto, Mariano Rajoy será el presidente de Gobierno que sustituirá a José Luis Rodríguez Zapatero, significando, por tanto, un cambio en las personas que llevarán a cabo la gestión del Estado.

No comparto la furibundia con la que los participantes en las campañas descalifican a las otras opciones, pretendiendo presentar ante los posibles votantes una identidad diferenciada que decante sobre su partido o agrupación la decisión electoral.

No veo posible ni la eliminación de los elementos centrales de nuestro estado social, incardinadas en el derecho básico, es decir, constitucional (prestaciones asistenciales, extensión general a todos los ciudadanos de la educación y la sanidad, como más significativas), ni creo factible la modificación de los aspectos centrales de la ordenación laboral (modificación de los contratos existentes, variación de los regímenes pactados con prejubilados y jubilados): no me parece imprescindible, y arrastrarían el riesgo de agresivas protestas en la calle que el nuevo Gobierno deseará evitar.

Tampoco es viable solucionar la crisis económico-laboral, que es también de valores, de ideas, de liderazgo, y que es de naturaleza global y no local -nada nuevo en este diagnóstico sintético, obviamente- sin hacer revisión de los supuestos de globalización y aprovechamiento de recursos básicos (energía y agua, sobre todo, pero también otros, en especial, los minerales), recuperación y respeto ambiental y planteamiento compartido a escala mundial ante la amenaza del cambio climático. Un gobierno aislado nada podrá solucionar, y las conclusiones que pueda asumir el conjunto mayoritario deben tener una fuerza carga persuasiva, técnico-económica y no solo política.

Lo sustancial, para mí, es plantear un modelo de crecimiento económico y tecnológico, que deberá estar basado en opciones de país, en sus fortalezas, y aglutinar -aquí sí es necesario un pacto- a los principales agentes capaces de aportar recursos económicos e ideas.

Los Programas de los partidos políticos que concurren en la carrera electoral para ocupar asientos en las Cámaras, aunque deberían formalmente ser considerados como Contratos con la ciudadanía (con los que los hayan votado, al menos), contienen formulaciones más bien genéricas, dando preferencia a juicios de valor, deseos irrealizables o a propuestas difícilmente cuantificables, y por lo tanto, de cumplimiento no evaluable. No parece, en efecto, que hayan sido considerados por los partidos como elemento canalizador de los votos, confiados más -como corresponde a una sociedad inmadura e irreflexiva-, en el encanto de las imágenes y en axiomas o postulados no discutidos. El candidato Rubalcaba ha hecho notar al otro candidato relevante, Rajoy, en la única ocasión en la que los electores pudimos verlos juntos a ambos, que éste no se había leído su propio programa, y la sospecha no quedó resuelta por la contestación recibida.

La cuestión más preocupante no me parece, con ser grave, la relativa falta de concreción de los programas, sino la ausencia de debates profesionales para aclarar las mejores opciones en relación con los temas sustanciales. La sociedad civil, adormecida, desinformada y, por ello, inculta, no cuenta con las plataformas para expresar sus deseos, propuestas y opiniones, y solo es capaz de expresar, de forma sesgada y, también, falta de representación -por la vía de manifestaciones, concentraciones o algaradas- su descontento. Pero es más significativo, y demoledor, que las asociaciones profesionales, los especialistas, no hayan sido escuchados, y ni siquiera hayan tenido la posibilidad de expresarse.

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