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El blog de Angel Arias

Premio Principe de Asturias a los Héroes de Fukushima

El Premio Príncipe de Asturias a la Solidaridad no ha podido tener mejor destinatario este año de 2011. El Jurado ha otorgado este galardón a un grupo de japoneses anónimos, que tienen en común una cualidad muy poco habitual: son héroes.

En el Club Español de Medio Ambiente hemos tenido la visión de conceder la Medalla de este Organismo, en cuya Junta Directiva figuran algunas de las autoridades ambientales del país, a ese conjunto de esforzados que no han dudado en ofrecerse voluntarios para entrar en el recinto contaminado de las centrales afectadas por el seísmo de Fukushima y tratar de controlar, exponiendo sus vidas hasta un nivel que nadie podía predecir, las reacciones que se estaban produciendo en unos reactores que habían quedado a la deriva, desconectados de los mecanismos automáticos que deberían haber servido para regular su funcionamiento.

No sabemos sus nombres, y hasta ignoramos exactamente cuál ha sido su evolución desde entonces. Dicen que alguno ha muerto, que otros han sufrido graves quemaduras, que todos se han visto sometidos a radiaciones que les acarrearán enfermedades seguras, posiblemente cánceres que les causarán su muerte prematura.

En la carta que en marzo pasado, el Presidente del CEMA, Rafael Fernández Rubio, dirigió al embajador de Japón, Excmo. Sr. Fumiaki Takahashi, se decía:

"La Junta Directiva del Club Español de Medio Ambiente, por unanimidad, ha resuelto conceder la Medalla de la entidad a los técnicos y trabajadores de la central nuclear de Fukushima Daiichi (Japón) que, con auténtico heroísmo, se han entregado a la tarea de  reducir los efectos radioactivos de este accidente, con grave riesgo para su integridad personal e, incluso, de sus vidas, ofreciendo al mundo un ejemplo de generosidad y altruismo, que eleva la condición humana a las más altas cotas de solidaridad."

El 6 de junio de 2011, en las dependencias de la Fundación José María Blanc para Defensa de la Naturaleza, en Cañada Real, el embajador recibía, en nombre de los homenajeados, la preciada medalla. Llovió a cántaros: así quiso también contribuir la Naturaleza a ese acto emotivo, que honró al Club, porque supo reconocer las virtudes de quienes, mientras otros gritaban desaforadamente, hacían lo que pocos se hubieran atrevido a hacer, y que redundó en beneficio de todos, poniendo sobre Japón, muy especialmente, la estrella del valor, del sacrificio por los demás, de la subordinación de los intereses personales ante el beneficio de la colectividad.

No se ha escrito bastante acerca de lo que esto significa.

¡Héroes de Fukushima, quienes quiera que seáis, presentes!

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