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El blog de Angel Arias

Ambiente frío en la Conferencia del Clima en Cancún

Por decirlo brevemente, la Conferencia sobre el Clima que se celebra en Cancún, México, desde el 29 de noviembre de 2010, tiene todas las papeletas para constituir un fracaso.

¿Las razones? No será por no haberlas expresado muchas veces. Los grandes actores de la contaminación a la que se dice causante del peligro del calentamiento del planeta no están dispuestos a renunciar a sus posiciones de privilegio y los países que habíamos considerado emergentes hasta que se colocaron al tanto de la tecnología para explotar masivamente sus recursos naturales, no quieren sacrificar su potencial de desarrollo, y, desde luego, no tolerarán que se les obligue a no quemar todo lo que pueda arder, igual que hicieron los predecesores, sin que se les compense con largueza.

Ya pueden haberse esforzado los expertos en Cambio climático en publicar tan brillantes como intrincados informes sobre lo mal que va a irnos a todos. En realidad, no se les cree. Ni los líderes de los países más poderosos en la actualidad ni -seguramente, incluso menos- los líderes de los países que serán las más poderosos mañana mismo.

Porque, sí, razonan, en extensas y prolijas intervenciones cara a la galería, hay que hacer algo. Luego, a puerta cerrada, no se ponen de acuerdo, porque para tomar una decisión que afecta a todo el Planeta habría que contar con la autoridad de alguien que mandara por encima de todos, y aquí no manda nadie.

Así que en Cancún se quedarán andando por las hojas. En convenir que  es verdad que hemos contaminado bastante y hay que hacer algo lo antes posible, pero también es cierto que en unos sitios hemos ensuciado y producido más anhídrido carbónico que en otros, y, además, subyacerá la convicción  de que la cuerda puede aguantar un par de generaciones más y, entre tanto, ya se les ocurrirá a quienes vengan algo mejor o serán acuciados por una necesidad más apremiante y verificable.

Los expertos tecnológicos de hoy habrán convencido a los líderes a los que asesoran -con mandato temporal, señalado por unas elecciones siempre demasiado próximas- de que no hay mucha prisa, de que no hay previsión de daños graves para el propio país y que hay tecnología a punto para incorporar masivamente nuevas formas de producción de energía limpia, si hiciera falta. Solo sería cuestión de pulir un poco algunos costes y ciertos procedimientos, que las multinacionales del ramo conocen muy bien y, además, se podría recurrir masivamente a la tecnología nuclear si fuera necesario, pues existen reservas que pueden proporcionar un siglo de fríos y calores controlados.

Y no faltarán otros o los mismos asesores que expliquen, por supuesto, que si fuera realidad que la temperatura media de la Tierra aumentara 3 o 4 C y que los niveles del agua de mar en las costas fueran a subir unos pocos centímetros, o quese presentarán aún más huracanes e inundaciones, sabemos en los países más ricos cómo protegernos y -oigan y miren lo que nos ha llevado hasta áquí- la ciencia y la técnica acuden siempre.

Es también comprensible que los países más desarrollables -por ejemplo, China, India y Brasil- estén abiertos a nuevas propuestas para resolver cualesquiera dificultades. Como indicó el embajador brasileño Luiz Alberto Figueiredo Machado. “Sabemos que se todos os países se agarrarem a suas posições, é impossível ter um resultado, que dirá um bom resultado”.

Uno de los atolladeros en los que se encuentra el tema de un nuevo acuerdo está siendo la forma de contribuir y gestionar el fondo climático, que deberán aportar los países más ricos y ser transferido a los que se apunten a contener su desarrollo de entre los que hoy contaminan menos. Un fondo que se ha cifrado en 100.000 millones de dólares anuales hasta 2020, que habría de ser claramente vinculante para los países que firmen el nuevo Tratado que sustituirá al de Kyoto, cuya vigencia termina en 2012.

Mucha tela que cortar, y en la que falta la voluntad de los sastres mayores, los que manejan la tiza de marcar y las tijeras. Algunos representantes de los países menos relevantes al caso se mueven en torno al paño con las tijeras para las uñas, haciendo trajes que resultan más bien adecoados para jugar a las muñecas que para vestir el desaguisado ambiental que seguimos componiendo los humanos, a pesar de nuestras manifestaciones de sostenible amor por la naturaleza.

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