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El blog de Angel Arias

Cuentos para solitarios: Filosofía elemental (segunda parte)

Este Comentario es continuación del anterior, que lleva por título "Filosofía elemental" y forma parte del conjunto "Cuentos para solitarios".

II

Me pregunto qué hago aquí. Estoy por culpa de Alicia, desde luego. Ella me convenció de asistir a esta reunión sobre La ilusión, dentro de un ciclo convocado por el Círculo de mujeres empresarias.

Ni siquiera soy empresaria, ni pienso serlo. Soy únicamente una mujer desorientada. Y sola. Hace ya tres meses que Darío me abandonó por otra mujer. Bueno, en realidad, fui yo quien le dejó. No soporto la traición y fue mi buena amiga Alicia la que me puso sobre aviso.

-Está acostándose con una empleada.

Así que le tendimos una trampa, en la que cayó como lo que es, un ingenuo. Llegó del trabajo con su cara de cansado de cada día, comentando sobre lo duros que se habían vuelto los tiempos para sacar adelante su negocio de venta de pizarra para la construcción. Antes de marchar, por la mañana, me fijé bien en el nudo de su corbata. Por la noche, era evidente que se lo había vuelto a hacer.

Parecía una tontería. Le hubiera sido muy sencillo explicar que había tenido mucho calor en la oficina y se había quitado la corbata, o que, simplemente, no le había gustado el nudo que tenía cuando salió de casa.

Pero cuando le pregunté a bocajarro, haciéndole ver que había descubierto que tenía un nudo diferente al de la mañana, si había estado con otra mujer, se aturdió. Se puso colorado como un chiquillo cogido en falta y, luego, no supo contestar a mi explosión de celos. Discutimos y me marché de casa.

Este tipo que habla de la ilusión me parece, básicamente, un pedante. Aunque puede que tenga razón en que las ilusiones se compran.

Es ridículo que alardee de su capacidad para seducir. No, no me parece feo y tampoco un estúpido. Solo que pretender que puede conquistar a una persona dirigiéndose a un público tan amplio es ridículo.

No entendí tampoco porqué ha comenzado su charla hablando de filosofía. Si lo que pretendía era fijar la atención del público, creo que se equivocó. Al menos, con la mayoría. Alicia me susurró hace un instante, "¿quieres que nos vayamos?".

Reconozco, sin embargo, que a mí me impactó la referencia a Balmes. Mi padre era un entusiasta de este filósofo, y nos leía con frecuencia algunos párrafos de sus libros, proponiéndolos como modelo de comportamiento ético.

Olvidé casi todo de aquellas lecturas y reflexiones, demasiado abstractas para mi inicio de la adolescencia. Quedé huérfana a los trece años. Hay algo que sí me quedó grabado, y es que mi padre me alertaba de los peligros de la excesiva imaginación.

-Las personas con una imaginación muy viva están más expuestas al desorden mental, es decir, a la locura. No es solamente lo que yo crea, querida hija. Lo escribe el gran Jaime Balmes.

¡Vaya! Ahora resulta que ha pedido una voluntaria para hacer un experimento de persuasión y se ha acercado precisamente a mí. Alicia me sonríe. Sospecho que todo está preparado por ella para que yo me retrate como una imbécil.

Me ha cogido la mano, grande y caliente, y nos encaminamos, juntos, al estrado. Las miradas de todas han reposado sobre ambos. Me siento muy emocionada.

 

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