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El blog de Angel Arias

Las explotaciones mineras y la legislación ambiental

Con excelente sentido de la oportunidad, el Grupo Garrigues organizó el 20 de abril de 2010, en su Auditorio de Madrid, una Jornada sobre Minería y Medio Ambiente, bajo la fórmula de "desayuno de trabajo", un tanto misteriosa referencia que consistió, por lo visto y oído, en presentar varias lecciones magistrales y ofrecer un café con bollos a los asistentes, al final de las dos horas largas de exposición.

En el público, había responsables de explotaciones mineras y del Instituto Geominero, licenciados en derecho, ingenieros de minas y geólogos y socios y asociados de Garrigues y algún bufete competidor. Introdujo las exposiciones Santiago Garrido y, junto a Marcos Posada y Olga Serrano (asociados de la firma), dieron el toque práctico y el color de la Administración pública Ignacio Molina (de la DG de Medio Natural de Castilla y León) y Carlos López Jimeno (Director de la DG de Industria, Energía y Minas de Madrid).

Las intervenciones estarán, supongo, publicadas en la web de Garrigues, así que esto me excusa de detallarlas. Baste indicar, para advenedizos, que la Ley de Minas establece en su art. 122 (en su versión de 2007) los límites de compatibilidad de las explotaciones mineras en espacios naturales, y que es creciente e imparable la tendencia a la prohibición de las explotacines mineras en zonas protegidas por la Red Natura 2000, interpretada de forma variada y restricitiva por las CCAA españolas, sacrificando los intereses de la especie humana, e incluso, en apreciable medida, su supervivencia, a las demás especies animales y vegetales que se consideren en extinción por la primera.

La asignación de espacios protegidos por la Directiva Habitats es desigual en Europa. La Red Natura supone la atribución de los siguientes porcentajes, por ejemplo: Alemania: 13,4%; Inglaterra: 12,3%; Francia: 8,7%;Italia: 21,5% y España: 38%. Merece un análisis, supongo, que Alemania, que tiene más de 5.000 espacios protegidos, los haya designado dispersos y de relativa insignificancia superficial, en tanto que nuestra concienciada y posiblemente inocente Administración haya dispuesto largos corredores de tránsito para especies como el oso o el urogallo que los españoles hemos visto solo en fotografía (y, además, tomadas en otros enclaves geográficos, no en los que se protegen con nuestro dinero).

Ignacio Molina se esforzó en presentar las dificultades -y su orgullo de experto- para compaginar, por ejemplo, la explotación minera de Laciana que da/daba sustento directo a 3.000 seres humanos con los mecanismos der Evaluación ambiental que preconiza la Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y Biodiversidad, la Ley 5/2007 de Parques nacionales o la Ley 6/2010, de modificación de la Ley de Bases para la evaluación de impacto ambiental (por cierto, por sexta o séptima vez). Situación que, por cierto, está denunciada ante el TSJ europeo por alguno de los muchos grupos de defensores de los animales.

Me gustaron las exposiciones, documentadas y ágiles. Mi ilustre colega en la ingeniería de minas Carlos López Jimeno estuvo, como es norma en él, didáctico y serio en la necesidad de explotación de los recursos mineros combinando la forma sustentable con lo pragmático. Defendió el análisis de alternativas para la óptima ubicación de las explotaciones de áridos y la reconsideración de las fariseas posturas nimby, que tanto influyen en algunas decisiones ambientales.

Puso López Jimeno de manifiesto que la sostenibilidad social es la olvidada en muchos proyectos de recuperación de terrenos y que, desde luego, restauración o recuperación no significa plantar vegetación. También expresó la alegre consideración como "materiales inertes" de todos los estériles de excavación, y resaltó la importante demanda de espacios para depósitos que implica la proliferación de obras de infraestructura.

En un próximo post expondré una visión sistemática sobre la cuestión, a partir de las notas tomadas en la Jornada y mis propias reflexiones sobre este importante asunto, que ocupa una parte significativa de mi actuación profesional como ingeniero y abogado y en la que, aunque no me considero experto -el terreno es movedizo- sí me puedo autodefinir como estudioso de la cuestión.

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