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El blog de Angel Arias

¿Los ingenieros de minas y los dinosaurios tienen más genes en común que el resto de los humanos?

La respuesta evidente a una pregunta como la que formulo en el título de este comentario es que, por supuesto, la dotación genética de todos los seres humanos es la misma y, que por tanto, no hay ninguna razón científica para imaginar, siquiera, que los dinosaurios, esa especie extinguida hace unos 65 milones de años, tengan más coincidencia de adns con los ingenieros de minas.

Hay otras relaciones probadas, sin embargo. Como la mayor probabilidad de ser asturiano, ingeniero de minas y prejubilado de Hunosa. O la demostrable densidad de titulados nacidos en Vigo, Oviedo o Madrid con la justificación de existir en esas ciudades, las correspondientes fábricas del producto, es decir, Escuelas de Minas. En este caso concreto que cito, de las llamadas "superiores", que podría ampliarse con la facilidad de encontrar ingenieros de minas con la "t" de técnicos, que tienen familia o arraigos en León, Linares o Mieres.

Pero a nadie se le ocurrió pensar que haber nacido en esos sitios proporcione mayor inteligencia para entender de las disciplinas que capacitan para andar entre tajos, mampostas, cortas, motores, centrales energéticas, pizarras, geofísica, captura de CO2, depuración de aguas y otros miles de los elementos específicos que forman parte del vocabulario habitual de esta casi tricentenaria profesión . 

La profesión de ingeniero de minas ha dado a este país desde el que escribo (España) ilustres empresarios, técnicos, científicos y políticos. En menor medida los sigue dando, debido sobre todo, no a la culpabilidad de aquellos, sino a la insulsa democratización de la sociedad por la que se ha acabado dando mayor importancia al saber decir que al saber hacer.

La cuestión que me suscita la reflexión no tiene que ver, sin embargo, con los méritos de algunos ingenieros de minas, sino con los deméritos de ciertos colegas, con los que comparto profesión pero no ideas ni talante, que hacen mucho ruido entre bambalinas y coartan la actividad que nos interesaría mantener a todos, que es hacer muy bien las cosas que nos competen y defender nuestras cualificaciones en campo abierto.

Estos colegas de los que abomino han encontrado -por lo que parece- la forma de realizarse planteando cuestiones personales contra otros compañeros, con las que están colapsando el tiempo de los que se dedican a las tareas institucionales de nuestra profesión.

Dejémosnos ya de buscarnos las cosquillas internas, de buscar fantasmas entre compañeros, de perseguir al que no nos cae simpático o nos parece que nos ha perjudicado en el honor o en las cosquillas, utilizando para sacar adelante nuestras pretensiones, las estructuras de Consejo y Colegios. Existen los tribunales de Justicia para los que se crean afectados en derechos fundamentales, se imaginen convencidos de haber sido víctimas de faltas o delitos por otros ingenieros.

Dejemos que los representantes colegiales concentren su tiempo en mejorar el prestigio de la profesión, defender los derechos de la mayoría, potenciar la calidad de vida y el bienestar de los españoles, utilizando para ello lo mucho que sabemos -como colectivo, al menos- y concretando cuanto podemos aún hacer por la sociedad los ingenieros de minas.

Porque algunos ingenieros de minas, con los que solo comparto solo el nombre de una de mis titulaciones, parecen querer demostrar que tenemos más genes de lo normal en común con los dinosaurios, especie que se extinguió, al entender de la teoría más admitida, por no saber adaptarse al medio, por mantener una masa excesiva e inútil, y, a la postre, por rivalizar entre ellos por la poca comida.

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