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El blog de Angel Arias

Jugando en corto: Asturias es España y lo demás, depende

Los asturianos estuvimos diciendo durante mucho tiempo, a quien quería escucharnos, que "Asturias es España, y lo demás, tierra conquistada". Se aceptaba que la conquista había sido realizada a los moros, huestes invasoras que, guiadas por los míticos caudillos Tarik y Muza, se había topado en Covadonga con Pelayo y los suyos que, lanzándoles piedras desde lo alto y con ayuda de la virgen local -"La Santina"-, les hicieron poner los pies en polvorosa.

Hace ya algunos años que  algunos se empeñan en demostrar que los moros no eran tales, que no venían a conquistar sino a rapiñar lo que podían, que no entraron por el centro de la Península, sino que se acercaron siguiendo la costa, y que nunca hubo la batalla de Covadonga. Es un terrible infundio, porque, además, la batalla de Covadonga se libra casi cada día. Contra los moros, contra los infieles, contra los fieles, y contra el resto del mundo.

El día 24 de octubre de 2008 se repartieron los Premios Príncipe(s?) de Asturias, ahora más asturianos que nunca (los Príncipes), ya que el futuro Rey de España elogió a una de las hijas de nuestra hidalga tierra para fundar una familia, despreciando todas las candidatas de sangre azul y otras muchas de sangre menos clara, pero adaptadísimas. Ergo, algo tendrán nuestra agua y nuestras mozas cuando las bendicen.

La ceremonia en sí, como no podía ser de otra manera, fue una combinación atinada de coñazo y espectáculo. Mucho mejor organizada que, por ejemplo, la Ceremonia de los Oscar, toma de ésta algunas líneas generales, pero no tiene comparación el que este reparto de galardones asturianos a gentes de por ahí, sea presidido por un Príncipe y tome la característica inconfundible de un acto de Estado.

Cierto es, sin embargo, que la escasez presupuestaria -a pesar de que, por lo oído, el Banco de Santander esté detrás del evento- obligue a SAR D. Felipe a asumir el papel de telonero y glosador de los premiados. La culpa la tiene la ausencia de la previsión de proyectar en una pantalla gigante, los méritos y jugadas más interesantes de los galardonados, todos ellos meritorios secundones de la élite mundial -salvo, por cierto, en el caso de Rafa Nadal, Premio de los Deportes, del que la presentación de un par de reveses y varios liftados hubiera sido muy de agradecer y más entretenido.

Aunque la secretaria de la Fundación Príncipe de Asturias ya había realizado un pase por los currícula de los premiados, no debió de parecer suficiente a los que prepararon el speech que habría de leer quien tenía tanto la presidencia de honor, como la fáctica, del acto.

En su discurso de más de media hora, mezcló D. Felipe nanopartículas, leds, infografía, materiales ultraresistentes, citas a Camus, elogios al Ejército colombiano, petición de reforma de la solidaridad internacional, deseos de recuperación para Seve Ballesteros, convicción de que la malaria tendrá vacuna en dos años, exhibición de conocimiento exhaustivo de Margaret Atwood y su inmensa obra, posesión de fino oído musical y vocación de fan del bueno de José Antonio Abreu, y otros miles de detalles que avalarían una cultura enciclopédica y le garantizaría un puesto de primera línea entre los eruditos que pretendieran hacer la competencia a Google (incomprensiblemente, uno de los premiados).

Pero con actos así, Asturias demuestra ahora que es España, y que siente el orgullo de formar parte de una nación que llenó páginas de historia, reales o bien inventadas, y que está presta a continuar haciendo un buen papel en el futuro. Y, como la puerta está abierta, quien quiera pertenecer a esa aventura, sea bienvenido; y los que no quieran, pudiendo, pues peor pá ellos, van aviáos.

 

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