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El blog de Angel Arias

¿Para qué sirve un debate de investidura?

Las recientes elecciones generales en España han venido a demostrar la orientación bipolar del voto ciudadano hacia los dos partidos con los aparatos económicos y mediáticos más poderosos del panorama electoral, el PSOE y el PP, concentrando más del 90% de las predilecciones y dejando con participación testimonial a las demás "fuerzas" políticas.

¿Se ha hablado de ideologías durante la campaña?. No mucho. Más bien se han actualizado, al gusto de los partidarios de ambas agrupaciones en disputa por el poder de gobernar el país, antiguos esterotipos.

a) El PSOE busca el voto de las gentes de izquierdas que, para la otra España, son peligrosos por sus tendencias a despilfarrar los recursos, a vivir sin trabajar cuando no se les controla y ata corto; por haber leído mucho y entenderlo mal, tienen la cabeza a grillos, lo que les lleva a reformar las cosas sin analizar las consecuencias, regalando el dinero de todos, en lugar de crear más empresas; en lo personal, se entregan al libertinaje a las primeras de cambio, son abortistas y propensos a eutanasias activas;sus líderes llevan pantalón de pana por las tardes y ellas presumen de vestirse en Zara; dicen haber leído a Kant y, mayoritariamente, son funcionarios públicos, con segunda residencia -cuando la consiguen- en el pueblo de sus padres.

b) El PP busca el voto de las gentes de derechas que, para los de enfrente, son egoístas y de poco fiar, pues solo piensan en su corto plazo, aprovechando que gozan de un patrimonio heredado -y a saber cómo lo consiguieron-; incultos, apoyan una moral retrógrada que en la intimidad incumplen, pues son pecadores como el que más y cínicos como ninguno; poseen aficiones perversas que les llevan a la explotación de otros, a los que creen, en su fuero interno, inferiores: inmigrantes, negros, pobres, intelectuales de barba y farándula; sus líderes dicen haber leído a Keynes, tienen profesiones que los relacionan con los banqueros, llevan abrigos Loden, corbata con el pijama y usan chubasqueros Barbourgh o pantalón pitillo (según sexos), y, cuando poseen una segunda residencia, la prefieren en la costa mediterránea, sensu lato.

El Sr. Rodríguez Zapatero, cabeza de lista como candidato a la Presidencia del Gobierno, del partido más votado, pero en cantidad insuficiente para gobernar en mayoría, ha presentado ayer (8 de abril de 2008) sus propuestas de actuación. Los representantes de los demás partidos, -y en especial, el Sr. Rajoy, el candidato derrotado por la mínima, avalado por más de 10 millones de votos-, han criticado las medidas, como si hubieran sido propuestas de redacción para la escuela.

Esta dicotomía visceral, sin atender razones del otro, de la que está contagiada la sociedad española, se podría diagnosticar como una evolución maníaco-depresiva, a la que no vendría mal aplicar alguna medicina. Para los observadores que pretendemos conservar la calma para juzgar lo bueno de unos y otros, la situación dialéctica generada en la Cámara de Diputados tiene mucho de desconcertante.

El líder del PP, manteniendo la tónica de las elecciones pasadas, acusa de falta de credibilidad permanente, es decir, de ser un mentiroso crónico, al candidato del PSOE, presidente en la anterior legislatura y, previsiblemente, en ésta que ahora comienza. Argumentación increíble, ad hominem, porque no estamos en campaña electoral -y aunque así fuera- sino debatiendo el programa de la legislatura, en una fase en la que se pretende, al menos en teoría, la búsqueda de apoyos para lograr estabilidad y sacar adelante las propuestas de gobierno.

El líder del PSOE, futuro presidente de Gobierno, acusa al cabeza de lista del PP de catastrofista, crispador sin razones y portador de vacuas propuestas, inconcretas o faltas de sentido, amén de ser un mentiroso y haber sido peor gestor de la vida pública, cuando le tocó gobernar, olvidando a veces que casi la mitad del país lo ha apoyado como alternativa y que no se trata de juzgar al hombre, sino de tranquilizar y convencer a los que no le votaron de que va a hacerlo bien, y que gobernará para todos lo mejor que pueda.

A pesar de la denominación del acto institucional como debate, no se trata de posturas dialécticas, sino de una representación, en la que las minorías que representan intereses con pretensión de globalidad, pero perdedoras en las elecciones, tienen poca relevancia, pues su voto a favor en la investidura no aportaría número suficiente y podría lastrar ideológicamente al nuevo Gobierno.

Los representantes de los partidos regionalistas, por su parte, llevan al Congreso sus condicionandos específicos, totalmente sesgados hacia el interés en mejorar la situación de las autonomías de donde provienen, exigiendo para pactar con el nuevo Gobierno, de forma monocorde, aumentos en la descentralización  y más dineros, sin que les procupe recortar aún más plumas al Estado, que ya apenas controla el 50% del presupuesto, y sin que les parezca preocupar el bienestar general, sino el de sus votantes. 

Las regiones sin representación parlamentaria -pienso en Asturias, por ejemplo- supongo que se morderán las uñas al ver que sus posibles reivindicaciones son silenciadas o ignoradas en el debate, pues se habla solo de Cataluña, Canarias, Galicia y el País Vasco, y ninguno de los partidos mayoritarios osaría introducir cuestiones para las autonomías "apátridas" en sus discursos.

A mi me parece, desde luego, que tenía que haber muchos debates, y cara al público, de nuestros líderes. Para que se acostumbraran a ser analizados por terceros, no por sus correligionarios y, con ello, perdieran recelos y miedos mutuos, que son producto de una herencia que ya no es de este tiempo.

Creo que Rajoy es mejor improvisador y polemista que Zapatero, el cual tiene más credibilidad aparente aunque menor juego de cintura. Creo que ambos carecen de equipos lo bastante sólidos y formados, que les ayuden a concretar las ideas y a proponer actuaciones mejor documentadas, realistas, técnicamente viables, evitando improvisaciones.

Creo que los dos programas, en realidad, se parecen en lo conceptual, porque son genéricos y bien intencionados, y, por ello, que no hay ya razón para que se presenten como de derechas o de izquierdas en la mayor parte de las propuestas. 

Y creo, en fin, que el verdadero debate estaría en encontrar el punto de acuerdo y entendimiento en varios temas cruciales, olvidándose de esquizofrenias y apriorismos.

He aquí algunos: terrorismo (es preferible no pactar y no dar tregua, como propone el PP); avances en la línea del mayor desarrollo social (cauta pero decididamente, como defiende el PSOE); control en la economía, sin exagerar la dimensión de la actual crisis pero sin menospreciarla(y para gestionarla, me gusta más Solbes que Pizarro); revisión de la política inmigratoria (mayor control, como propone el PP y ayuda en la fuente, como ahora estipula el PSOE); solucionar la cuestión hidrológica con un Plan coherente y a largo plazo (ambos partidos tienen propuestas aprovechables, y los esquemas técnicos deben prevalecer sobre los razonamientos viscerales: trasvases y desalación caben en el modelo); definir claramente el panorama energético (menos folklore ecológico y más realismo, aunque ello nos obligue a defender lo nuclear, buscando así un perfil propio como hacen los demás países de la UE); reforma sustancial del poder judicial y agilización y coherencia en la impartición de justicia; revisión de la política de desempleo, que ha propiciado fraudes de empleados y empleadores; etc.

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