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El blog de Angel Arias

Jugando en corto: Gas argelino: volátil, necesario y peligroso

En el pasado 9 de abril de 2007, reunido en Doha (Qatar), el Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG), nacido en 2001, estuvo a punto de crear una OPEP del gas. Este Foro lo componen Rusia, Irán, Argelia, Indonesia, Brunei, Venezuela, Malasia, Qatar, Omán, Trinidad y Tobago, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Libia, Bolivia y Nigeria. Controlan el 70% de la producción del gas mundial y el 40% de su comercialización.

Como es sabido, no existe en la actualidad un mercado libre del gas, que funciona con contratos a largo plazo entre proveedores y clientes. El precio del gas está, en la mayor parte de esos acuerdos, que fueron firmados con visión de largo plazo y en una situación menos inestable, vinculado al del petróleo.

El consumo energético se disparó, aparecieron nuevos competidores y a falta de una planificación consistente en algunos países consumidores, afectados por el miedo a la energía nuclear de fisión, los altos precios del barril del petróleo benefician actualmente a los exportadores. Siempre, por supuesto, que sus contratos de suministro dispongan de esa fórmula de relación entre los precios del barril y las termias gasistas para facturar sus entregas.

Para aquellos contratos con precios más o menos fijos, animados por las subidas de las materias primas, los países productores creen llegada la hora de su revisión, atentos a liberarse de compromisos anteriores, y echan a mano de los argumentos más variados, mirando con lupa el cumplimiento de su contraparte. Además, los mayores ingresos que les proporcionan sus suministros al mercado abierto o los contratos a precio variable, les han dotado de capacidad financiera y, por ello, de nueva potencia negociadora.

España depende de una manera formidable de las importaciones de gas natural de Argelia (34,3% del gas que consume). No es una servidumbre a la baja. El consumo español es de unos 30.000 Mill de m3 de gas al año, pero la demanda se puede disparar. Ya fue anunciado por los expertos, que el consumo de gas natural puede subir un 30% en los días más crudos del invierno, superando los 2.000 GWh.

Entre las medidas propuestas por Enagas, ya el año pasado, se cuenta la limitación de las exportaciones a Francia, la contratación de buques como almacenes complementarios y la necesidad de que el gasoducto de Argelia tenga disponibles 13 GWh por encima de su capacidad habitual.

Los deseos de perfilar un panorama tranquilo se están encontrando con creciente oposición por parte de los suministradores. Argelia y Rusia mantienen firmado un acuerdo de "cooperación", calificado de poco transparente por la UE. Argelia, por su parte, modificó a finales de 2005 la Ley que rige Sonatrach, la compañía estatal que ejerce el monopolio en este país, para que controle el 51% de los proyectos, en lugar del 20 a 30% anterior.

El gobierno español ha tratado de debilitar el panorama de dependencias, suscribiendo un acuerdo en abril de 2007 con Marruecos para suministro de gas desde el Sáhara Occidental. En búsqueda de estabilidad, en el aspecto práctico, Gas Natural y Repsol YPF comenzaron en 2004, después de un concurso internacional, un proyecto para exploración, extracción y comercialización del gas en Gassi Touil, con expectativas de producir al año hasta 7.000 Mill de m3 de gas. Este contrato fue roto unilateralmente, según se conoce ahora, por comunicación a la CNMV, por la compañía argelina, alegando incumplimientos en los plazos previstos para las inversiones.

El asunto está ya en camino de los tribunales internacionales. Pero la dependencia energética española del gas argelino invita a ver con especial preocupación esta nueva toma de posición, preludio de mayores dificultades. De poco valen sonrisas entre jefes de Estado, palmadas en la espalda y promesas de firme cooperación política, cuando la realidad del negocio acaba imponiendo su ley y son varios los comensales dispuestos a participar en la misma mesa del producto escaso.

No quiero extraer consecuencias rápidas, sino llamar la atención nuevamente sobre la necesidad de robustecer nuestra muy débil autonomía energética, y vincular la planificación estratégica de nuestras fuentes con los demás países líderes de la Unión Europea que, me temo, juegan su propio juego, cantando en un lado y poniendo sus huevos en otro.

No soy nostálgico, pero la inseguridad sobre los productores de hulla y lignito españoles, merece también una precisa revisión, porque aquella drástica reconversión se realizó en un contexto cuyos parámetros han cambiado.

Más que afirmaciones vistosas negando la implantación de nuevas centrales nucleares, lanzando mensajes de ahorro que no se siguen, vistiendo de colores brillantes las posibilidades de cuantas energías hemos calificado de limpias e inocuas, o expresando la solidez y garantía de contratos internacionales que pueden romperse coyunturalmente, la sensatez obligaría a analizar con sumo cuidado todas las opciones, sus costes, y sus riesgos. Por gente que sepa de qué habla, por supuesto.

 

 

 

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