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El blog de Angel Arias

Jugando en corto: Sobre las posibles consecuencias de dividir Galicia en dos mitades (y 2)

En varios de mis trabajos sobre Ordenación territorial en los países en desarrollo, y teniendo en mente el objetivo fundamental de conseguir una estructuración básica del territorio que fuera suficientemente disuasoria del desplazamiento hacia las grandes metrópolis, defendí la potenciación o la creación de las ciudades intermedias. 

En estos países con deficientes infraestructuras viarias, la difícil conexión entre las poblaciones facilita el aislamiento, no consigue alcanzar tamaños mínimos para el crecimiento del comercio y la industria, e impide la potención de los servicios, incluídos aquellos que se asocian al bienestar y al desarrollo: educación y sanidad, sobre todo. 

La información que reciben estas poblaciones secularmente aisladas respecto a la vida en las grandes ciudades, presentada habitualmente con colores muy gratos, aviva la sensación de marginación y genera impulsos de éxodo hacia esas tierras en donde -de creer la información que se recibe- los ríos son de leche y miel y todo se presenta más fácil de conseguir.  

Las poblaciones receptoras de estos desplazados, faltas de las necesarias infraestructuras, se ven pronto rodeadas por barrios de desplazados, masas proletarias desarraigadas con pocas posibilidades de integración y faltas de dinero e impulsos para volver a sus orígenes.

De ahí mi propuesta de potenciar ciudades con núcleos de 200.000 a 600.000 habitantes, a los que se dote de infraestructuras suficientes y se les estimule para la generación de sus propias fuentes de riqueza, comercio y servicios.
 

Cada época histórica, en realidad, y acomodándo la fórmula a su territorio, ha generado sus ciudades intermedias. En épocas en las que el campo era la fuente básica de recursos, la necesidad de vivir próximo hacia las tierras de cultivo, y el comercio comarcal junto, en algunos casos, factores geográficos o estratégicos, han dado nacimiento a muchos de los núcleos básicos que han llegado hasta nosotros.

Como consecuencia, muchos núcleos de población en el hemisferio norte, se encuentran ubicados a la distancias mágicas de los 10 a 20 km en las regiones ricas y entre los 20 a 40 km en las más pobres. Las distancias aumentan en el caso de las zonas desérticas o cuasidesérticas. 

La apertura de las comunicaciones en Galicia, su mejor interconexión actual y la fuerza atractiva como zona turística, está provocando a los ojos de los observadores una transformación profunda, por la que algunos de los pueblos tradicionales se van despoblando y las ciudades crecen.  

Potenciar esa tendencia natural creando núcleos en los que la oferta se incremente me parece un error. Creo que hay que concienciar a las poblaciones de las ventajas de vivir en poblaciones pequeñas.

Vigo y Pontevedra, A Coruña y Ferrol tienen sus cualidades específicas como población atractiva, sus facilidades, su idiosincrasia como población. Los lazos de unión entre ellas han sido potenciados con las nuevas infraestructuras creadas en estas últimas décadas, y ha permitido reforzar las opciones de modernidad para Galicia y la identidad de los gallegos. Interferir en esta tendencia saludable con nuevos ordenamientos funcionariales no hará sino introducir entes superfluos que servirán, fundamentalmente, para generar fuentes de discordancia artificiales.

¿Qué se crearía nuevo, al fin y al cabo, que no pueda planficarse y ejecutarse, una vez discutida su ideoneidad, desde las organiziaciones actuales? ¿No se estaría, en realidad, pretendiendo introducir nuevas formas de control político, cuyo objetivo perverso pudieran ser la gestión de unos recursos económicos para crear nuevos puestos políticos? ¿Qué se ganaría, arriesgando a dividir Galicia en dos mitades?. 

En realidad, no lo sé. Pero si alguien quiere las respuestas, propongo que se mire hacia fuera de Galicia, en lugar de hacia dentro. Analizar los elementos que conectarían con la realidad floreciente de Porto, que permitirían generar núcleos de superación de la depresión galopante del occidente asturiano, corregir el despoblamiento zonal de El Bierzo, e incluso, robustecer los lazos con los países latinoamericanos en donde viven tantos gallegos.

Abrir, en fin, Galicia hacia los lados. 

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