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El blog de Angel Arias

Al socaire: Propuestas para la revisión del Estatuto asturiano (II)

Las propuestas de revisión de los Estatutos regionales de las Autonomías hispanas, reflejan, en varios de sus pasajes, la pretensión de convertirse en padre de la Patria que parece ínsita en todo jurista con lecturas de derecho político comparado.

Son, por ello, frecuentes las precisiones acerca de los derechos y deberes de los ciudadanos de la región, ordenándolos incluso en subdivisiones, haciendo así que el sexo o  las etapas de la vida determinen la personalidad política. El afán acaparador lleva a pretender la apropincuación de la propiedad de las aguas que fluyen por un territorio superficial, ignorando que las masas acuíferas en el subsuelo tienen contornos completamente diferentes y se interrelacionan con los caprichos de la naturaleza.

De entre las preocupaciones expresadas recientemente sobre las líneas maestras de revisión del Estatutu, una de las más interesantes ha surgido de la Mesa federal de los Verdes, y la formula José Antonio Sierra Nebot ("Un Estatuto de Autonomía para el Siglo XXI", El Comercio, 2 de agosto de 2007). Sierra se mueve en el terreno de las ideas con su propuesta, y, por ello, ofrece genuino material para la discusión sobre las prioridades de la polis astur.

Tengo que aclarar, desde ahora, que las reflexiones de Sierra están expresadas de una forma que las hace más propia de un programa político que de una Carta Magna, aunque sea Pequeña. Y también he de añadir que estoy en desacuerdo con admitir por la mano, como hace el articulista, que el nuevo texto debe "aumentar el nivel de autogobierno, establecer un nuevo marco de relación política con el estado y con la Unión Europea, aumentar las competencias, o (?) asegurar una financiación suficiente."

Como ya dejé escrito, me muevo en la dirección contraria, si el punto de partida de la reforma es el Estatuto actual y su desarrollo: habría que disminuir la excesiva delegación de algunas de las competencias -obviamente, no solo en Asturias, sino en todas las autonomías-, recuperando la visión de conjunto que garantice el avance solidario de todo el Estado. En educación, sanidad, medio ambiente y administración de justicia, al menos, esta revisión debería plantearse con sinceridad y sentido práctico.

Pero donde me sitúo francamente en la misma línea es en la preocupación por las cuestiones ecológicas, el reconocimiento de que el principio de sostenibilidad debe regir los fundamentos de nuestra economía, la necesidad de aumentar las medidas de fiscalidad, fomentar la investigación ambiental, restaurar el medio deteriorado o crear un Fondo de Protección del medio Ambiente. Estas cuestiones programáticas, propias de una Constitución más que de un Estatuto, vienen al pelo para reordenar el estudio, porque aunque al sonar bien, nadie admitiría su incumplimiento, son ignoradas de facto por los poderes fácticos.

Estoy también de acuerdo en aumentar la transparencia de la gestión pública e incrementar la difusión de la información, y en "mantener nuestra identidad sin menoscabo de nuestra inserción entre las vanguardias de la cultura y de la ciencia".

Pero, ¿cómo hacer que todas estas frases sean algo más que buenas palabras, y se conviertan en la genuina expresión de una voluntad común, en lugar de parecer la cantinela de un iluminado y, por ello, tan utópica como cualquier buen deseo solicitado a las estrellas en una noche de luna llena?.

Hay que cuantificar el coste de realización de los deseos. Desengañémonos de una vez. La conservación y recuperación ambiental cuestan mucho dinero, y penalizan las economías, es decir, disminuyen los beneficios. Las empresas prefieren instalarse allí donde se puede contaminar con menos cortapisas y la mano de obra es más barata. La transparencia, por supuesto, es indeseable en los rincones donde se ocultan los chanchullos y se hacen las trampas.

En definitiva, la defensa de la identidad propia solo puede hacerse desde la comprensión y respeto a la identidad de los demás, y en régimen de igualdad conceptual, asumiendo que lo mío no es superior a lo tuyo por principio.

Yo estoy a favor de la revisión conjunta del estado español de las Autonomías. Basta ya de dejar que cada una de las regiones echen a volar su imaginación constitucionalista, jugando a potenciar sus estados miniatura. Si queremos avanzar, avancemos todos juntos, apoyándonos en bloque, buscando nuestras complementariedades y no profundizando en nuestras diferencias, a veces míseras. Creemos nuevos puntos de conexión con los demás;abramos horizontes.

Lo que Sierra pide lo deberíamos pedir desde el Estado central. Solo si reabrimos el debate constitucional, y somos capaces de olvidarnos de la obsesión por avanzar en solitario, España obtendrá un sitio sólido en el panorama de las grandes naciones. En caso contario, caeremos en la sima profunda de los nacionalismos, los localismos, la ridícula matización de los derechos y deberes de cada individuo, haciendo diferencias en razón de su etnia, lengua, color de la piel, lugar donde cursaron estudios, el tamaño del ojo o la fuerza bruta empleada para mantener una postura.

 

 

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