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El blog de Angel Arias

Al socaire: Quítatelo, quítaselo

Hace ya varios años, el Gobierno español pagó una campaña en la que se aconsejaba a los jóvenes que utilizaran el preservativo en las relaciones de más confianza. Aunque el objetivo del esfuerzo publicitario no era impedir que los escarceos íntimos, en caso de que se cumplieran las condiciones adecuadas, tuviesen frutos corpóreos, con aquello de "Pónselo, póntelo", se evitaron, sin duda, muchos nacimientos. Placer sin riesgo, era el transfondo de la historia.

Creo incluso haber oído (pero también puede ser que me lo invente) que desde Hunosa se mandaron traer condones de Polonia para que hubiera para todos, y que, al hilo de la gestión, se presentaron a los pocos días unas estadísticas en la, al parecer, muy promiscua región asturiana por la que se evidenciaba, utilizando desconocidos métodos econométricos, que se habían reducido de inmediato las enfermedades venéreas. Por cierto, que para mi promoción de Minas, que hizo el viaje de estudios a este país en plena guerra fría -de sexos-, el nombre de Polonia incorporó durante algún tiempo una "v" entre la "l" y la segunda "o", puesto que hasta tal punto volvimos impresionados de la liberalidad de las mozas que por allí jugueteaban.

El caso es que ahora necesitamos más brazos, más cerebros, porque la decadencia demográfica de España es ya sustancial, y no nos bastan ni los cuatro millones de inmigrantes para colmarla, porque la producción autóctona de retoños no forma parte del proyecto vital de las parejas mileuristas. Ya el Presidente del Principado de Asturias, el compañero del Auseva "Tinín" Areces, dió la voz de alarma: la región se está despoblando, para convertirse en primera residencia de pensionistas  y segunda de madrileños y catalanes. No lo dijo así, pero así podía haberlo dicho. Y, como Asturias es campo de pruebas de España, el mensaje está claro: Cuando las barbas de Asturias veas pelar, pon las de España a remojar.

En fin, que ahora, cuando los jóvenes encuentren la hora de la coyunda, hay que hacer lo contrario de lo que se había ordenado hace unos años. Es necesario aumentar la población como sea. Es, por supuesto, un proyecto a corto plazo, para el que se necesitan, al menos, de siete a nueve meses de espera. Los más beneficiados son los que, sin comerlo ni beberlo (pido nuevamente perdón), están teniendo ya los hijos porque querían, sin necesidad de estímulo económico. Para ellos, la política de incremento de la natalidad ha sido un auténtico regalo.

Todas las mujeres en edad pueden beneficiarse, independientemente de su estado sentimental y de la capacidad procreativa de su pareja, o de la suya propia. Los métodos de fertilización han alcanzado sofisticados resultados, que permiten tener mellizos y trillizos -y hasta sextillizo, pero esto sería menos aconsejable: la ambición debe tener límites- de una sola tacada (perdón por la expresión). Sin ningún esfuerzo del marido, que ni siquiera necesita ser el padre, incluso ni existir, que los varones somos seres en peligro de exterminación. Donantes universitarios, estimulados por compensaciones económicas casi ilegales pero existentes, se aprestarán aportar los elementos generativos necesarios. La rueda del negocio está en marcha. Clínicas de fertilización, paritorios privados, estudiantes con necesidades económicas, madres con problemas para llegar a fin de mes, políticos con no muchas ideas, inmigrantes con ganas de capitalizar rápido sus opciones vitales, etc.

Mujeres españolas y de adopción, animaros. Son 2.500 euros, mínimo, por hijo. Una pasta. En algunas regiones, el partido local en el Gobierno ha puesto pluses que elevan a 6.000 euros la dotación. Los ayuntamientos se apresurarán a poner sus complementos, para atraer futuros votantes. Puede que los empresarios directamente beneficiados aporten sus estímulos, añadiendo pluses por concepciones, revisiones ginecológicas, anticipos y préstamos a cuenta. No es que sea exactamente que los hijos traen un pan debajo del brazo, pero la dotación que desde principios de julio se vierte sobre la cuna de cada recién nacido en este país, tiene suficiente interés para introducirlo en la planificación económica familiar.

Ni placer, ni riesgo, qué puñetas. Dinero. A por la pasta, jóvenes. Rentabilizad vuestras capacidades, mujeres. Los pensionistas del mañana os lo agradecerán. Esta inversión de hoy que hace el Estado es, en realidad -no se nos oculta-, una segura apuesta por la rentabilidad futura de esta partida presupuestaria. Los seis mil euros de hoy, si todo va bien, pueden traducirse en moneda actual, en dos o tres mil euros año de aportación a la seguridad social durante 30 años, a partir de los dieciocho de los nacidos (esto es, del 2025). Que no me pregunte nadie cómo hice el cálculo, porque tiré el papel donde apunté los garabatos.

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