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El blog de Angel Arias

A sotavento: ¿A quién beneficia la prostitución, al fin y al cabo?

Son muchas las veces en que, de camino desde la oficina al restaurante, debo pasar por la calle Montera. Otras, atajo en la vuelta a casa por la Corredera Baja de San Pablo o adyacentes. En ambas zonas, varias decenas de mujeres y algunos travestidos hacen la calle, en grupos o en solitario.

Con la llegada del calor han aparecido nuevas remesas de carne fresca, venida, por lo que deduzco con mi perspicacia de genetista aficionado, fundamentalmente de países del Este, Brasil, Bolivia y Centroamérica. Las jóvenes (aunque hay también algunos rostros vencidos por la edad), enseñan piernas y escotes y esperan, teléfono en mano, al transeúnte necesario.

Digámoslo ya: esta sociedad no tiene excusa. No se puede mirar hacia otro lado, cualesquiera que sean las razones que se aleguen para mantener una situación como ésta, aquí y en cualquier pueblo del mundo.

Ofrecer el propio cuerpo para obtener dinero, como una mercancía, no tiene nada que ver con un trabajo. No produce ningún bien social, no aumenta plusvalías. Pero lo que es más grave, rebaja la condición del ser humano en múltiples sentidos.

Ofrecer para el goce sexual el cuerpo ajeno es ya un delito en muchos sitios, pero el manejo es difícil de descubrir y tiene muchas tapaderas. Chulos, clientes, hospederos, celestinos, intermediarios, conniventes, policías, políticos, publicistas, mirones; también los que fruncen el ceño, pero toleran el asunto. Todos somos -claro que en diversas gradaciones- culpables.

Nuestra sociedad tiene en el consentimiento de la prostitución un ejemplo más, sangrante, de la utilización degradante de la mujer (sobre todo), del desprecio al ser humano en necesidad, de la incapacidad para resolver, de una vez por todas, las contradicciones y las hipocresías con que se intenta tapar la miseria intelectual de los que creen que el dinero lo soluciona todo, compra cualquier cosa.

Cuando escucho a supuestos representantes del colectivo de quienes se dedican a la prostitución -hablo de supuesto, porque hay representaciones cuya legitimidad se puede cuestionar ab initio-, pretendiendo convencer al respetable, que sigue las declaraciones desde casa comiendo un bocata de calamares, de que "la suya"es una profesión digna como cualquier otra, y utilizando como punto de asentamiento del nido de ametralladoras el principio de que cada quien puede decidir libremente lo que quiera hacer con su cuerpo...

Cuando reflexiono que en España como en otros países el ejercicio de la prostitución está tolerado, ...cuando veo los miles de anuncios con textos y fotografías escabrosos que, evidentemente, van dirigidos a un público multitudinario, pienso: ¿Por qué nadie se manifiesta denunciando que la misma raíz sexista, dominadora, desequilibradora, inquietante, es la que mueve a matar a jóvenes mujeres por fanáticos religiosos (?) que alegan nosequé del honor; es la que violenta a miles, millones de deseadas, compañeras, esposas, amantes; es la que discrimina a miles de millones de desigualmente tratadas o remuneradas trabajadoras? 

¿A quién beneficia la prostitución, al fin y al cabo?

2 comentarios

Administrador del blog -

Si, muerto el perro se acabó la rabia. Pero, ¿cuántos perros andan sueltos, y cómo controlarlos?

Luis -

Esa es la cruda realidad. No hace mucho, el Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea sentenció que la prostitución no era constitutiva de delito sino, más bien, se trataba de una actividad profesional. Esa sentencia estaba condicionada a la autonomía en su ejercicio. Es decir, la puta no es una delincuente, el chulo sí.
Yo, sin embargo, me quedo con Moratín: "si hay algún modo de extinguir las putas es sólo no pagarlas: mil oficios y fábricas insignes se perdieron luego que su labor sin premio vieron".
Visto para sentencia: el cliente, culpable