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El blog de Angel Arias

A sotavento:Metáforas para después de votar

Cuando las diferencias ideológicas entre los partidos eran más señaladas y la inexperiencia con respecto a la participación ciudadana, más profunda, lo normal (hoy diríamos, lo cool) era manifestar desinterés por la política. En particular, empresarios, directivos y técnicos, proclamaban, a poco que se les implicara, su neutralidad, es decir, su aversión a que se les tomara por gente de izquierdas. "Yo soy un profesional; a mí no me importa quién gobierne, con tal de que me dejen actuar". Así hemos vivido algunos años.

Las declaraciones de indiferencia eran, sin embargo, falsas. Claro que importaba cómo se gobernara. A impulsos de la presión por cambiar las cosas, por actualizar y modernizar las instituciones, por abrir la economía, la cultura y los estamentos sociales a las mayorías, tenemos hoy en España una de las sociedades más tolerantes del orbe conocido, un sistema educativo de baja intensidad pero muy distribuído, y fórmulas de prestaciones sociales, sanitarias y hasta jurídicas, novedosas; caras, algo caóticas, pero democráticamente muy avanzadas.

Había, entonces -hablo de los setenta y ochenta, jóvenes-, miedo, por parte de algunos -los que cuidaban de no manifestar su opción para no arriesgar el condumio, puesto que se entendía que los que controlaban la economía real eran gente de derechas-, y ambición, por parte de otros -los que, sin importarles fundamentos, se arrimaron al ascua calentorra, modificando sus pelajes según soplaba el viento-; no faltaban, claro, los convencidos y leales a los principios, que los hay, tanto a las reglas del conservadurismo como de la evolución... La Historia muestra que han caído muchos, unos en brazos de Decepción y otros desaparecidos en beneficio de Desfachatez, Incuria, Envidia y Ambiciones Desmedidas.

Los políticos se han hecho profesionales al tiempo que los ciudadanos nos hemos convertido en escépticos. Si hay que manifestarse ideológicamente, a salvo de los militantes que han encontrado acomodo laboral, generalmente en las Administraciones públicas, lo aconsejable es hablar del tiempo.

Como resultó cada vez más difícil diferenciar izquierdas y derechas, los contendientes políticos se han refugiado en el calor de sus correligionarios y simpatizantes irreductibles, ya que los pesebres aportan plazas suficientes para llenar cualquier salón de actos, y tratan de llamar la atención del público que los ve por televisión a base de gritar y aparentar que se dan bofetadas, como en los combates de lucha libre americana.

En las elecciones municipales se nota mucho la dificultad por diferenciar los programas. Casi todos se copian, prometen el oro y el moro, e insultan al contrario, sacándole trapos sucios de la trastienda. No digo que no queden muchas cosas por hacer, pero las dificultades económicas para cumplir programas ambiciosos son evidentes.

Necesitamos gestores que trabajen en beneficio de los demás y no en el suyo, que movilicen equipos, creen ilusiones, y no tengan afán de notoriedad, sino -simplemente- capacidad y ganas de hacerlo bien.

Si estuviéramos en una travesía, ¿utilizaríamos solamente la mitad de la tripulación?. Si se levantara tormenta, ¿emplearíamos la mayor parte del tiempo en discutir si habría que dar media vuelta o encarar el temporal?. Si el barco tuviera una vía de agua, ¿nos preocuparíamos de colocar los adornos para celebrar el aniversario de su botadura?.

No soy tan estúpido para no tener claro que debemos seguir mejorando, o ignorar que los avances se consiguen principalmente a base de mejorar la productividad de todos y arrancando dineros y poder de decisión unilateral a los que los tienen, procurando encontrar fórmulas de distribuir los resultados del esfuerzo común, en mejorar la calidad de vida de los que más lo necesitan. El cumplimiento de ese programa elemental no debiera ser patrimonio de ningún partido político. Controlar que se cumpla es responsabilidad de todos. Como hace tiempo que no creo en las revoluciones, mantener la presión del cambio es fundamental para que avancemos, sin estrellarnos. 

Por eso, a la hora de votar, algunos vienen (venimos) eligiendo apoyar a minorías. No conseguirán gobernar en solitario, pero cabe la opción de que se mantengan vigilantes para guiarnos por la niebla entre los vítores y aplausos. Y cuando vemos que uno de los elegidos por los partidos mayoritarios lo hace bien, no nos cuesta ningún trabajo dejar lo que tenemos entre manos, y tenderle, con nuestra admiración, la alfombra de respeto y brindarle la colaboración más leal, el esfuerzo desprendido.

2 comentarios

Administrador del blog -

Ya advierto, Daniel, que estás infectado de un mal parecido al mío, en las cosas estas de la política, y que se traduce en desengaños, pero no perdamos la esperanza. El síntoma de que un partido mayoritario lo está haciendo bien, podría ser el que reclame la colaboración de los que, hasta entonces, solo habían sido vistos como moscas cojoneras...

Porque no saben comprender que "La serpiente se asoma por el ojo divino y encuentra que el mundo está bien hecho" (V. Aleixandre)

dan3 -

ay cuando vemos que uno de los elegidos de un partido mayoritario lo hace bien... no he disfrutado de tal placer.
y me parece complicado medir la calidad de la gestión, disponer de la información imprescindible...
al menos con los recursos disponibles a mi alcance.
saludos