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El blog de Angel Arias

Al socaire: Baño literario en la Casa de Asturias en Madrid

Al socaire: Baño literario en la Casa de Asturias en Madrid

Algunos días, la selección del tema en que basar el Comentario se hace muy difícil. No porque quiera recoger la actualidad, y ni siquiera pretendo glosar la noticia que más me haya llamado la atención. Mi blog no es una columna periodística, no tiene especialización concreta, carece de sistemática y cualificación de asuntos, lugares, personajes. Es, en notable medida, reflejo de mi desorden, un intento demasiado aparente de obtener tiempo para compartir, de donde no hay mucho.

Casi a punto de cumplir el año con estas crónicas urbanas, en las que mezclo con impudicia creativa, poemas, historias viejas y modernas, dibujos y refritos de otros momentos, puedo presumir de tener un background (respaldo) a cuenta de las cosas publicadas. En esa trayectoria me he hecho, seguro, más transparente para quienes hayan seguido los comentarios, y si antes no me conocían, se habrán formado una imagen de mí. Las entradas (post) pasadas del Cuaderno (blog), me permiten cruzar las referencias, evitar repetirme.

Hoy iba a escribir una crónica sobre el ADN antiguo, pero he pensado que lo que estuvo miles de años esperando una nueva oportunidad, puede perfectamente aguantar un día más. Así, que, a última hora de hoy, me decido a escribir sobre literatura.

La culpa del cambio la tiene el buen rato que acabo de pasar en la Casa de Asturias en Madrid, en un acto organizado por la dinámica Marta Magadán, presidenta del Gremio de escritores de Asturias y propietaria de Septem 7 Ediciones. Esta mujer inteligente, activa, me fue presentada hace algunos años por la llorada Julia Ibarra cuando estaban trabajando en la reedición de La melodramática vida de Carlota Leopolda (y para la que realicé las ilustraciones). Es amiga de Mari Luz Naredo y Margarita Collado, o sea, que mis defectos están en buenas manos.

Ayer, bajo el lema: "Gijón: La fiesta de la palabra", en un "encuentro con escritores iberoamericanos", la delegación de Asturias en Madrid (Pilar), de la mano de Marta, nos acercó a Luis Sepúlveda, director del Salón del Libro Iberoamericano, chileno, y a Horacio Vázquez Rial, profesor y blogero, argentino.  Estaba también anunciado Alfonso Mateo Sagasta, pero no apareció, sin que se nos explicara el motivo de la ausencia.

No echamos de menos a nadie, sin embargo. Las dos horas que hemos pasado escuchando las inteligentes respuestas de Luis y Horacio, frecuentemente divertidas y bien documentadas siempre por una memoria excepcional, a las preguntas, escuetas pero sugerentes, de Marta, nos ha sabido a gloria a la, sorprendentemente, escasa asistencia.

Hemos sido testigos de un momento muy literario, y también, especialmente próximo y entrañable. Yo tomé notas como un neófito, porque lo que se nos brindó fue una visión próxima del cosmos de estos dos autores de prestigio, jalonado de anécdotas, graciosos chascarrillos, espontaneidad y finura intelectual.

Imposible resumir en unas líneas el cuadro abigarrado de sensaciones que estos dos grandes de la literatura española esparcieron al auditorio. No les importó que fuéramos diez o doscientos los que les escuchábamos. Nos sentimos inmediatamente cómplices y admiradores de estos dos maestros de la seducción y de la metáfora, que, muy cómodos, no tuvieron ningún reparo en contarnos algunas de sus razones.

Sabemos ahora que Luis escribe sobre una mesa de amasar pan y contra la pared de la cocina, y que Horacio prefiere componer desnudo, en invierno como en verano. Sabemos que Luis es amigo de Pablo de Santi, y algunas de las muchas cosas que los unen; y que Horacio tiene una espina clavada por vender menos libros en Buenos Aires que en Berlín y que ahora está leyendo las Memorias de Chateaubriand.

Nos han recomendado empezar a conocer su escritura con Frontera Sur (Horacio Vázquez) e Historias Marginales (Luis Sepúlveda). Pero, sobre todo, nos han convencido de que hay en ellos reside un torrente de imaginación y vitalidad, que está dispuesto siempre para ser transplantado a la cotidianeidad particular de cada uno de sus lectores.

Si, como le gusta repetir a Angel Gamoneda, la poesía no es literatura, una de las razones por las que los escritores suramericanos venden tan bien en España -así se dijo allí-, es porque han sabido incorporarla, a la novela, al relato, al cuento, evocándonos otros mundos, otras historias, imaginarios personajes reales como la vida misma -eso lo dije yo, y me pareció sentir que Luis y Horacio estaban de acuerdo-.

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