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El blog de Angel Arias

Al socaire: Bolsa de las ilusiones: Reyes Magos suben; Papá Noel baja

Al socaire: Bolsa de las ilusiones: Reyes Magos suben; Papá Noel baja

Algo me hacía sospechar que las cosas ya no eran como antes. Me dí cuenta al intentar pasar en mala hora por delante del más bien cutre espectáculo multimedia que cada año el Corte Inglés monta cada quince minutos en la calle del Maestro Victoria durante las fiestas navideñas. El tránsito peatonal estaba totalmente bloqueado por una multitud entregada de papás, mamás y niños de menos de tres años, que contemplaban arrobados las evoluciones de los títeres y muñecos de plástico y que no se inmutaron ante mis peticiones de que me dejaran, por favor, seguir mi camino. No podían entender que yo no quisiera disfrutar, como ellos, de aquella genuina manifestación de cortydad mental. Hasta aquí, todo normal.

Pero, en cambio, la imposibilidad de hacer lo que quería, me concedió tiempo para percatarme de algo a lo que, en otra circunstancia, no hubiera dedicado atención: el tenderete en donde un cansado Rey Mago, bajo mustio palio, esperaba recibir las cartas de los pequeños, no tenía público. Los niños que estaban junto a él, ni le miraban, absortos en el mensaje propagandístico de la gran cadena mercantil. El Rey y su paje, por lo demás, evidenciando su naturaleza carnal, hablaban por sus sendos móviles. Mickey Mouse, Goofy y los vendedores de globos inflados al hidrógeno tenían mucho más éxito.

Caí en la cuenta de que tampoco había visto estas navidades muchos Papá Noel, y los que me crucé, lucían los mismos trajes que el año pasado; qué digo, los mismos que hace décadas: deslucidos, raídos, sosos. Me alarmé. Hasta el cojín que serviría para potenciar la panza del vejete inventado por la Coca Cola me pareció en algunas representaciones fuera de sitio, demasiado caído hacia las ingles, puesto con evidente desgana.

Tuvo que venir el Ayuntamiento de Madrid para reavivar la situación y colocar las cosas donde deberían estar, demostrando que los Reyes Magos y, en especial, la cabalgata de la víspera de su festividad, que es un producto típicamente español, deben mantenerse.  No nos quedan tantas tradiciones, al fin y al cabo. Si nos van a suprimir los toros, si nuestras ciudades cada vez parecen más cosmopolitas,( hasta los clochards del Sena apelan a Don Quijote), y si el calentamiento global ya no nos pone las pilas como antes, es lógico que el equipo municipal dedique una parte del presupuesto a mantener la ilusión de los más pequeños.

No se recuerda en la capital nada parecido. Qué despliegue. Oropeles, figurantes, luces, carrozas, danzantes, pajes, músicos, autoridades y pasmaos, contribuyeron a dotar de absoluta credibilidad al desfile de fantasía. Cuando la policía municipal hizo sonar sus sirenas para dar paso a los coches oficiales, conducidos a toda pastilal, en los que se adivinaba la efigie de los Reyes del más allá, para conducirlos -se debía suponer- a la recepción oficial, niños y adultos se convencieron definitivivamente de que todo aquel despliegue iba de verdad.  Aunque me parece haber leído que desde hace ya un par de años sus SSMM de Oriente vienen de una sola formación política -y ni siquiera ha trascendido este año quién ha sido el munícipe encargado de corporeizar a cada etérea majestad-, el dinero que se gasta en la Cabalgata de Reyes proviene de todos los bolsillos,  y a los Reyes de la ilusión seguro que no se les puede engañar con monedas que no sean de curso legal y contabilizadas en los presupuestos públicos como es debido.

Supongo que el alcalde de Madrid, que es un lince, habrá analizado la posibilidad de que, si los Reyes de Oriente consiguen convencer a los pequeños madrileños que este año vienen más cargados de regalos y juguetes que nunca, sus papás también estarán de acuerdo en que la economía general está siguiendo una tónica parecida, y se les pondrá difícil encontrar razones por las que a sus hijos les van a er menos cosas que a los niños del vecinoron peor, que se porta. Por lo tanto, a comprar. Todo lo cual aumenta las transacciones comerciales, el endeudamiento familiar, la burbuja económica y, subsidiariamente, el beneficio de las grandes cadenas comerciales, es cierto. Aunque también alimenta la ilusión de los compradores y, sobre todo, de los beneficiarios de los regalos, al menos, hasta que los primeros tengan que hacer cuentas.

Un argumento adicional es que, si los científicos no se ponen de acuerdo sobre una cuestión tan importante como el calentamiento global, deberíamos confiar más en las fuerzas sobrenaturales. Y entre Papá Noel, que tiene solo un par de lustros de existencia, y los Reyes Magos que han aparecido en la Historia de la Humanidad hace dos mil años, no hay duda de a quién confiarle la ilusión. Apostemos, pues, por el valor seguro.

1 comentario

Alfonso Estebanez -

Cada día soy más crítico con esto de la Navidad. Cada día me cuesta más vivirlo. Creo que los problemas cotidianos ya son suficiente para tener que complicarnos la vida con tanto evento en tan pocos días.
Imaginate si encima esto repercute en mi bolsillo a nivel comunitario.

Oía el otro día que Madrid ha gastado más dinero en las luces navideñas que el resto de capitales de provincia de toda España juntas... asombroso, ¿no?

No soporto que la sociedad pierda la cabeza, ni siquiera 10 días al año... no tiene sentido.

La tradición de los Reyes, por muy española que sea no es más que el consumismo atroz envuelto en capas de terciopelo barato. En la batalla con Santa no gana nadie... quizá solo El Corte Ingles... ¡Mira! Estos tambien son españoles...