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El blog de Angel Arias

Al pairo: La sociedad tiene miedo que le hagan daño los violentos

La sociedad occidental tiene cada vez más miedo, y su crisis de pavor no parece encontrar cauces de contención, más bien se estimula, haciendo el caldo gordo para beneficio de violentos, sádicos, maltratadores, inanes y estúpidos de baba, saña y cuento.

Uno de los últimos ejemplos comentados fue que la Opera de Berlin ha retirado de su programación Idomeneo, la operilla de Mozart, por temor a herir la sensibilidad de algunos islamistas, preparados para realizar actos violentos -según la policía alemana- contra la seguridad de espectadores e intervinientes.

La culpa de la metafórica agresión a la imagen del profeta, al que se corta la cabeza en escena, junto con la de otros símbolos religiosos más señeros y de más antiguo venerados en el mundo, no la tiene Mozart. El genio de la música nos cuenta las desventuras de un héroe que promete sacrificar a Neptuno, tan pronto pise tierra firme, a la primera persona que encuentre, como agradecimiento por haberse librado de un naufragio. Para su desgracia, quien primero le da la bienvenida es su propio hijo, y, juiciosamente, en lugar de matarlo a él, le corta la cabeza a la efigie de Neptuno.

La decisión de hacer cortar en el teatro las cabezas de Jesús de Nazareth, Buda y Mahoma es, por lo tanto, únicamente del escenógrafo, que buscó así darle un toque de escándalo al libreto, haciéndolo más del gusto de estos tiempos, en los que, como todo lo tenemos visto, hay que echarle ketchup a la fabada.

Otro ejemplo: En España, la conmemoración de la Reconquista, celebrada tradicionalmente en varios pueblos valencianos, como enredos y gestas de mocerío en las que el personal se viste de moros y cristianos de pacotilla, y que acababa en muchos lugares con la cabeza de Mahoma estallando en mil pedazos, tuvo que sufrir ciertos retoques, para no herir la sensibilidad de los amigos musulmanes. Supongo que, si hay que seguir dando cuerda al personal, la que estallará será la cabeza de Santiago.  

Ya el último ejemplo. Como es sabido, SS el Papa, después de su lección magistral de Bratislava, ha expresado sus disculpas al mundo islámico por citar a un emperador bizantino de la dinastía Paleográfos, por miedo a que se extendieran por doquier los ataques de los radicales, que incluso mataron a una pobre monja que vivía haciendo el bien a los pobres de Somalia. Que digo yo, que porqué tienen que padecer siempre los más débiles la cólera de los radicales, y a qué diablos han de ser inmolados los mejores para escarmiento del poder, siempre al tanto del "ahí me las den todas".

Nos sobran muchos miedos. La sociedad civil tiene demasiado miedo, y se le nota. Esta actitud conejil da fuerza a los violentos, hace crecer a los radicales urbanos y rurales, proliferar las bandas de nazis, antinazis y neonazis, sarpullir calvas y skin heads, retoñar Latin killers o Kill latines, y tantas cuantas otras especies de descerebrados estén dispuestos a apalear a quien les apetezca, romper lo que les plazca, no ya porque discrepen, sino por su simple aspecto, porque sí, por divertirse. 

Atenazados por nuestro miedo, los ciudadanos de orden no saldremos en defensa del que se vea agredido, cerraremos los oídos para no atender a los gritos del que sea asaltado, cerraremos las ventanas y puertas para que no nos descrubran los violentos, acurrucados en nuestra indiferencia, que es una forma fiel del miedo. No queremos ver, no osaremos dar nuestra opinión para no disgustar a los que esgrimen pistolas, puñales y manoplas, en el lugar de las ideas.
 

A falta de sus enemigos y contenciones naturales, estos depredadores sociales, negadores del diálogo, campan por ello con más fuerza cada día. A falta de mejores argumentos, incendian autobuses efigies y banderas, lanzan cócteles incediarios contra comercios y casas particulares, matan monjas y mendigos, y escriben terribles amenazas en paredes y muros, ocupando la calle con sus gritos de odio. Sí, también ponen bombas en trenes y autobuses, estrellan aviones contra torres, hacen guerras. 

Parece que la expresión de las diferencias con procedimientos democráticos o en cauces normales, no les sirve a los violentos para contarnos lo que piensan cambiar, y con qué procedimientos. Agrupados, vociferan sus consignas de odio, amenazando de muerte o sacrificio a los pacíficos. Sus desafueros se mezclan, con los asaltos de otras bandas que, amparadas en el ruido y en este caso sin necesidad de apelar a otra ideología que la de su enriquecimiento personal, atacan la propiedad privada, sin temor a asesinar al que se resiste, burlan al Estado.

Los violentos se extienden, contagian, se entremezclan. La raiz común que los sustenta es nuestro miedo. Negocian con las pistolas y las amenazas en la mesa, para incorporarse con ventaja a nuestro Estado de derecho. Tienen como comparsas a los que les provocan con bravuconadas para correr a guarnecerse al poco bajo faltriqueras de otros.

Parecido fanatismo al religioso es el político. Tenemos en España varios ejemplos, pero como este Comentario se hace largo, cito solo uno. Batasuna  reclama la autodeterminacion para Euskal Erria para defender que “la autodeterminación es lo que permitirá encauzar por vías democráticas el conflicto armado”. ¿Cómo hablar a este grupo de violentos de solidaridad, de unión para fortalecer y dar más sentido a lo que queramos juntos, quién habrá de pedirles que tratemos de buscar la forma de avanzar en bloque y no a trompicones ni codazos?. ¿Con quién están en guerra?


No me parece que tengamos que llevar tan bien la cuenta de la sensibilidad de los violentos. Por el contrario, hace falta recuperar una verdad más importante: los no violentos también tenemos sensibilidad, y de más peso. Por eso nos importa que nos critiquen sin argumentos y ridiculicen nuestras creencias, nos preocupa que se mancille la propiedad privada y se menosprecien los talentos y méritos que tanto costó conseguir, nos ofende que se hiera a quienes defienden su razón sin aspavientos.   

Hay que recuperar la voz de los que queremos paz, sosiego, triunfo de inteligencia y de cordura. Que se oiga la voz de los que no nos dejamos amedrentar, no aplaudimos tonterías, queremos unidad y no rupturas.  Porque preferimos estar con Velázquez y con Mozart, antes que aplaudir a Piero Manzoni, o  a Hans Neuenfels  cuando lo que pretenden es solo provocar, llamar la atención de los violentos, para echárnoslos encima.

3 comentarios

Administrador del Blog -

No quiero que algún despistado -y, sin embargo, lector de este cuaderno- se quede con una equivocada versión de la noticia del secuestro del avión. No eran dos turcos, sino uno. No pretendía quejarse contra el Papa, sino reclamar su intervención, porque se declaraba cristiano y era musulmán dentro de un Ejército de musulmanes. Lo que parece seguro, a pesar de que mi especialidad no es la siquiatría, es que no anda bien de la cabeza.

Administrador del Blog -

En efecto, parece que un avión de pasajeros turco en vuelo desde Tirana a Estambul fue secuestrado y conducido hasta Brindisi (Italia) por un F-16. La nave, un Boeing 737, transportaba a 107 pasajeros y seis tripulantes. Los dos turcos que secuestraron la nave se justificaron diciendo que protestaban contra una visita pendiente del Papa Benedicto XVI a Turquía.

¿Cuántos locos andan sueltos por el mundo? ¿Estaremos quedando los cuerdos en minoría?


Pero lo que no debemos es entrar en el confusionismo de, por sentirnos ofendidos por la actitud de los violentos, castigar a los inocentes. Ni todos los islamistas son radicales (ni mucho menos), ni los que vienen en pateras son delincuentes (ellos solo buscan mejorar su nivel de vida), ni, por supuesto, todos los que se dicen respetables son dignos de confianza (desgraciadamente).

Enrique -

Está claro que occidente debe desaletargarse y no dejarse amedrentar.

Acaban de secuestrar un avión en Grecia por lo que dijo el Papa.

Sobre esas palabras, recuerdo haber visto una imagen del Papa pintado con un parche en el ojo y con esvásticas. Si hiciésemos lo mismo que ellos cuando lo de las viñetas de Mahoma, quizá debiéramos mointarlos en pateras y que se vuelvan por donde han venido.

Quizá debamos hacerlo de todos modos antes de que nos obliguen a abrazar sus falsas creencias.